CAMAGÜEY.- “Ya estamos en combate/ por defender la idea de todos los que han muerto/ para arrojar a los malos del histórico templo/ por el heroico gesto de Maceo/ por la dulce memoria de Martí”. Así referenció en versos Raúl Gómez García la llama encendida que a los revolucionarios cubanos quemaba por dentro cuando ya faltaban menos de seis años para el triunfo revolucionario en Cuba.
El poeta de la Generación del Centenario había nacido 24 calendarios antes de 1 953, el 14 de diciembre, en el barrio habanero de Santos Suárez, según coinciden la mayoría de sus biografías. Fue La Labor, de Güines, el boletín escolar que halló espacio para sus primeras líneas, en 1 942, cuando Raúl era apenas un niño.
Pese a su corta edad, el joven se mostraba ya como un muchacho atraído por la poesía, la historia, la filosofía, y las ideas de José Martí, elementos que combinaba perfectamente en los textos que escribió para publicaciones juveniles impresas y medios radiales.
Tras cursar la segunda enseñanza, Raúl consiguió ingresar a la carrera de Derecho, en la Universidad de La Habana, aunque allí estuvo solamente dos años, pues su verdadera vocación era el magisterio.
A Fidel, Haydée, Abel y Melba los conoció por su evidente simpatía con las causas justas y en contra de los hechos de corrupción; también los unía la militancia en el Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo.
Con el paso del tiempo, los primeros escritos en La Labor fueron “sustituidos” por manifiestos políticos como Revolución sin Juventud, el cual se pronunciaba en contra del golpe de Estado de 1 952. Al periódico Son los mismos (más tarde El Acusador), en el cual firmaba como El Ciudadano, también privilegió con sus letras.
Luego vendría la encomienda de redactar el Manifiesto del Moncada, que resumió la esencia del pensamiento de la juventud cubana, y con el documento, el hecho del 26 de Julio.
Aunque hecho prisionero y asesinado tras el asalto, logró colocarse en el punto más alto de la Isla la Estrella Solitaria, como él mismo escribió:
“Luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos/ Sintamos en lo hondo la sed enfurecida de la Patria/ Pongamos en la cima del Turquino la Estrella Solitaria”.