CAMAGÜEY.- Candita Batista, la Vedette Negra de Cuba, cumpliría hoy 103 años de edad. Adelante Digital la recuerda con su sonrisa amplia y su humildad, a través de esta entrevista publicada en octubre del 2010. Ella falleció el 1ro de abril del 2016, pero perdura en el imaginario de su natal Camagüey.

Un té añejado con Candita

A la casa de Candita Batista llegué con escalofrío en el cuerpo por uno de esos ejercicios académicos que te remueven la vida. Debía descubrir el alma de la diva con los rudimentos de pocas semanas en la universidad, como estudiante de un de las carreras que casi todos desean y encuentran bonita, Periodismo. Como en las telenovelas, toqué la puerta número dos de la calle Cristo con ganas de salir corriendo.

Todos los días usted no concerta una entrevista con la “vedette” que recorrió medio mundo y compartió escenario con Lola Flores, Charles Aznavour, Josephine Baker, Nat King Cole, Rosita, Lecuona, Celina, el Bola... Quizá por pensar demasiado en eso quedé en blanco mientras repasaba mentalmente las preguntas.

Ella abrió con su sonrisa. Su imagen proyectaba altura e inmensidad. El blanco de los ojos propiciaba el contraste casi perfecto con el cuerpo de ébano. Hacía rato pasaba de los ochenta años y ninguna arruga asomaba al rostro, por un secreto tan sencillo como el cuidado de lavarlo con agua fresca antes de dormir. Tres o cuatro llaves colgaban del cuello.

La sala está amueblada sin lujos, solo unos balances de madera, algunas sillas y muchos diplomas. Tiene una imagen de José Martí, la foto del Che Guerrillero de Korda, y otras que cuentan la historia de esta mujer sin revelar las privaciones juveniles cuando los bolsillos del hogar no pudieron pagarle los estudios universitarios, aunque su padre decidió empeñarse, si era preciso, por su educación artística. La niña Cándida Alicia Batista Batista tenía el don. “Nací con la música”, dice.

Candita debutó en 1936 en la Sociedad Victoria y fue la primera mujer en Camagüey que cantó acompañada de una orquesta.

Luego aumentó la fama con las incursiones en el filin y al regresar de México, sin obviar La Habana, trajo el sobrenombre de La reina de la música afrocubana.

Ahora busca en una cajita de metal, de esas que tienen dibujada en la tapa “rescata un poquito de ti” unos paqueticos de té revueltos entre aretes, un prendedor sin diamantes y papeles viejos. Medio apenada dice: «así vivimos los artistas».

Desde mi sitio veo el patiecito con piso de cemento y techo de enredaderas. Un grupo afina guitarras, calienta tambores y agita maracas. Son los “Mokekeré”, instrumentistas de su grupo. Junto a ellos hace que sintamos a Cuba entre sones y guarachas, nuevas o antológicas, defendidas en el extranjero y en el famoso rincón, donde descargó con Filo Torres. Allí cantó por primera vez “Angelitos negros” en 1983, en la inauguración de la peña.

Vuelve a la conversación: “El pueblo me ha dado todos esos premios”. Mira las paredes donde cuelgan sus títulos y distinciones de “Hija Distinguida e Ilustre de la provincia”. Cuenta cómo los niños de diferentes escuelas van a cantarle el día de su cumpleaños y de los homenajes de los vecinos cada

Jornada de la Cultura. “La Vedette Negra de Cuba es como ustedes han querido llamarme”, continúa.

Su imagen habla. En la calle siempre la han visto con el moño grande para arriba y el turbante. Así anda desde la década del cincuenta por un consejo recibido en Francia de formarse un estilo propio. Calla por minutos, como para recorrer los años. Entonces me dice: “Pienso despedirme del arte con mucha alegría, descansar de la vida agotada y del escenario”. Pero ni ella se lo cree porque replica con la sonrisa noble y coqueta. En el patio la esperan para el ensayo.

La invitación sigue en pie para volver cualquier día y pasear por los escenarios de Europa, América y África con la gracia de Candita, reírnos con sus ocurrencias, tomar té y despedirnos como hace ocho años con un bolero de los buenos, de José Luis Pena, “Tremendo corazón”. Tremendo, Candita.