CAMAGÜEY.- Ser primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba puede sonar a cuento de hadas, pero la realidad está lejos del ensueño de los escenarios. Desde hace un año, por si fuera poco, Dani Hernández también dirige la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso. Este lunes, pisó por primera vez la Academia de las Artes Vicentina de la Torre, una de las dos escuelas de nivel medio de ballet del país. Su visita le permitió adentrarse en una institución con un peso histórico y una tradición enraizada en la enseñanza de este arte.

 Dos días antes, Camagüey había sido testigo de su virtuosismo en el Teatro Principal. El público lo vio brillar como uno de los príncipes del Adagio de la rosa junto a Viengsay Valdés en el papel de la Princesa Aurora, con cuatro niñas de la Academia Vicentina compartiendo escena. También hizo de Basilio en los fragmentos de Don Quijote presentados el sábado, y el domingo encarnó a Lucien, el enamorado de Paquita, interpretada por Anette Delgado. Con ese despliegue de talento aún fresco en la memoria de los camagüeyanos, llegó a un lugar que, al recorrer sus pasillos, la historia del ballet cubano cobró un nuevo significado para él. “Conocía su importancia, pero no era consciente de la magnitud que tiene en la historia del ballet en Cuba”, reconoció al inicio de nuestro diálogo.

 Dani Hernández no solo lidia con la exigencia del ballet y la dirección, sino también con desafíos tan terrenales como la falta de zapatillas, la escasez de medios para la enseñanza y las carencias materiales de quienes forman la próxima generación de bailarines.

Pero las dificultades que viven los alumnos de la Vicentina no le son ajenas. En La Habana, la enseñanza artística tampoco tiene un teatro propio para bailar, pues la prioridad la tienen las compañías. “Para desarrollar el próximo Encuentro Internacional de Academias de Ballet estamos transformando el Cine Yara en un teatro”, comentó, dejando claro que la falta de espacios adecuados es un problema que atraviesa todo el país.

 

UNA VISITA CON HISTORIA Y COMPROMISO

 Camagüey, antes incluso del llamado “milagro cubano” que Arnold Haskell atribuyó al desarrollo del ballet en la Isla, ya contaba con una academia. De hecho, en 1936 abrió la primera escuela de la provincia, fundada por Gilda Zaldívar Freyre (1917-1951), quien estudió ballet con una ex discípula de Anna Pavlova. Luego, Vicentina de la Torre Recio (1926-1995) fue alumna de Gilda desde 1948, después se consagró al magisterio y fundó el Ballet de Camagüey en 1967. Otra leyenda cubana de la danza, Fernando Alonso (1914-2013) dirigió la compañía desde 1975 hasta 1992.

 Esa vocación por la danza, rememoró Dani, se consolidó con la creación de la Escuela Nacional de Ballet en 1968, y la Vicentina de la Torre se erigió como un referente que garantiza la continuidad y la formación de nuevas generaciones en la región oriental del país.

 La visita comenzó con un recorrido guiado por el consejo de dirección de la escuela. Vio los salones, las aulas de escolaridad y el teatro, actualmente en desuso debido al deterioro del tabloncillo. Al llegar al taller de costura, Iraida Corzo, de 72 años y con 24 dedicados a la institución, lo recibió: “De acuerdo a las posibilidades que tenemos, les ofrecemos glamour, pero hay que inventar. Yo me siento orgullosa cuando ellos están actuando y les celebran el vestuario. De aquí no quisiera decir adiós”.

 Dani escuchaba con atención y compartió su impresión sobre las instalaciones: elogió las condiciones del teatro, y resaltó su potencial para clases de repertorio, demostrativas y exámenes. “Es importante la funcionabilidad para el bailarín. Tiene que tener rebote, una solidez que no acabe con los dedos ni los tobillos. De madera por gusto no ha sido, y hay que pensar en el primer mundo: el primer mundo no pone otra cosa que madera”, comentó al escuchar de materiales de sustitución que se están evaluando en otros territorios.

 

ENCUENTRO CON LOS ALUMNOS: INQUIETUDES Y DESAFÍOS

 Cuando llegó al Salón 6, los estudiantes le ofrecieron una pequeña muestra de su talento: presentaron repertorio, variaciones y talleres vocacionales, incluida la preparación de tres niñas que participarán en el Concurso Internacional de Academias de abril en La Habana. Al presentarlo, el jefe del departamento de Ballet, Carlos Peña, expresó: “Para nosotros usted es el gran bailarín, pero también el maestro Dani, de la familia de nuestros maestros”. Dani agradeció y elogió a las asesoras Acela Piña y María Eugenia Reyes: “Todos los que están aquí son figuras del ballet en Cuba. Tienen que sentirse parte de una tradición muy grande y especial del ballet cubano. Ustedes son el fruto del estudio, la entrega y el tesón del maestro Fernando Alonso”.

 El diálogo con los estudiantes fue uno de los momentos más significativos. Les preguntó directamente: “¿Qué les preocupa de la escuela? Yo hablo así muy rápido, muy normal, sin exquisiteces. ¿Cómo se sienten ustedes? ¿Qué quisieran cambiar para su escuela? ¿Qué les ayudaría a ser mejores?”. Entre las respuestas, los niños mencionaron la necesidad de recuperar su teatro, la falta de zapatillas y ropa de trabajo, la carencia de bocinas para las clases debido a la escasez de pianistas y las deficiencias en la alimentación.

De los 110 estudiantes de ballet de ambos niveles (elemental y medio), 12 son de Holguín y 15 de Santiago de Cuba. Como alguien que también fue becado desde niño, por ser oriundo de Remedios, un municipio de Villa Clara, Dani les recordó el sacrificio que implica esta carrera: “Yo fui becado desde los nueve años, y con 36 sigo becado. Sé del sacrificio de los padres para que ustedes cumplan sus sueños, porque son sus sueños. Hay que ser agradecidos y eso da un plus especial, porque lo hacen no solo por ustedes, sino por sus padres”.

 Una niña le preguntó sobre su experiencia bailando en Camagüey y su rol favorito. Dani compartió cómo ha sido el desafío de dirigir sin dejar de bailar, y confesó que la gira del Ballet Nacional por Oriente le permitió llegar finalmente a la Vicentina. Sobre su personaje preferido, respondió: “Me gusta bailar todo. He ido pasando por diferentes matices del ballet. Si te hablara de Don Quijote, prefiero el primer acto; de Gisselle, el segundo, igual que del Lago; y de Coppelia, el primero. Y mi personaje es el Escamillo de Carmen”.

 Antes de concluir con ellos, recibió un pequeño tinajón de barro, símbolo de Camagüey, y dos libros de historia regional como recuerdo.

INTERCAMBIO CON LOS MAESTROS: RETOS DE LA ENSEÑANZA

 Luego, Dani intercambió impresiones con el claustro de maestros, donde surgieron debates clave sobre la revisión de los programas de estudio, la carrera profesoral y la sobrecarga docente. “Escuchar es aprender, y eso lo aprendí de Fernando”, afirmó.

 Se abordaron temas como la revisión de las clases de puntas, la preparación física y el repertorio. También se habló sobre la carrera profesoral, con énfasis en que no debe ser un “salvavidas” para quienes no logran destacar como bailarines, pues la enseñanza requiere vocación y preparación.

“Este mundo, si no se conoce por dentro, es muy difícil de desarrollar”, dijo para destacar la importancia de invertir tiempo y recursos en la formación de los estudiantes. Dejó una última reflexión: “La carrera profesoral es tan importante o más que la del bailarín porque sin maestros no hay bailarines”.

 Otro tema crucial fue la sobrecarga docente. Aunque por resolución es posible pagar las horas extras, en el territorio no se aplica tal cual, sino de forma limitada. Además, la preparación para concursos se realiza fuera del horario regular, pues no está contemplada en los programas de estudio. Los preparadores físicos señalaron que carecen de implementos y aspiraban a contar con un gimnasio, ya que no todo puede resolverse solo con trabajo físico.

 Finalmente, anunció que el pase de nivel será nacional, en La Habana, y se despidió con una invitación abierta: “Ante cualquier inquietud, halen por el teléfono, sin pena”.

 EL ÚLTIMO PRÍNCIPE DE FERNANDO

 Además del reconocimiento de la historia de la escuela, su visita estuvo marcada por un encuentro profundo con su comunidad. Compartir con los maestros, escuchar sus experiencias y vislumbrar el futuro de la enseñanza del ballet en Cuba fueron momentos clave de su estancia. “Me hace sentir privilegiado—dice—, porque todo aquello que María Mercedes me contaba era real”. Se refiere a María Mercedes García, vicedirectora de la Escuela Nacional de Ballet, y que antes dirigió la Academia Vicentina, quien en su momento transmitió la confianza de que encontraría en Camagüey una escuela con raíces sólidas y un claustro comprometido con la formación artística.

 Fernando Alonso, el gran pedagogo y creador del método de la escuela cubana de ballet, también dejó una huella profunda en Dani Hernández. “Soy el bailarín que soy hoy en día gracias a Fernando”, afirma con gratitud. De hecho, Dani Hernández tiene un epíteto: es el Último Príncipe de Fernando. Sus enseñanzas iban más allá del escenario o del salón de clase; le mostraron el significado de ser humano, de los valores necesarios para enfrentar esta carrera. “Desde ese entonces, sembraba una semilla en mí como pedagogo. Tal vez por eso hoy disfruto tanto enseñar, por ese deseo de que mis alumnos logren lo que yo he logrado”.

 A pesar de los desafíos y las interrogantes sobre el futuro de la escuela cubana de ballet, se mantiene firme: “Es más difícil imaginar que no existiría. Es imposible que muera, porque el ballet está sembrado en el pueblo cubano”. Recordó con asombro momentos recientes en Santiago de Cuba y Bayamo, con anécdotas del impacto de su arte más allá de los escenarios. Un cocinero se le acercó y le dijo: “¿tú eres el primer bailarín? Ay, mira, si yo he visto tu entrevista, cómo está tu niña, cómo va tu vida, cuánto me alegro, qué bueno que estás como director de la escuela”. Un chofer orgulloso por llevarlo, expresó: “Gracias al ballet conocí a otro ser humano”. Eso demuestra que el ballet en Cuba es un arte vivo, enraizado en la cultura popular.

El broche de oro fue bailar para el público camagüeyano.

“Es un público espontáneo, que vive cada segundo del espectáculo. Su energía dentro del teatro era tan fuerte que te llevaba a dar más, a entregar más”, contó emocionado. Para él, Camagüey no solo tiene una escuela histórica, sino también su Ballet: “Tiene una compañía que ha tributado y ha protegido la esencia del ballet también, y eso hay que cuidarlo como una reliquia”.

 La visita de Dani Hernández reafirmó lo que ya muchos saben: Camagüey es un pilar fundamental en la enseñanza y preservación del ballet en Cuba. En su rostro al despedirse, quedaba la certeza de que su viaje a esta tierra de danzantes no sería el último. Y aunque su nombre brille en los grandes teatros, su compromiso está aquí, en estos salones y pasillos donde cada niño que se ata las zapatillas sueña con volar.