CAMAGÜEY.- Cuba despierta nuevamente con la noticia de una pérdida irreparable: Edesio Alejandro, el músico que supo hacer de la banda sonora de nuestras películas una extensión de nuestra propia memoria. Su música no fue mero acompañamiento, sino latido, aliento y profundidad en las imágenes que narraron nuestra historia, nuestras pasiones y dolores.

En el 2016, tuve la oportunidad de escucharlo en Camagüey, cuando fue invitado al Taller Nacional de Crítica Cinematográfica. Fue una edición inolvidable, no solo por la presencia de Edesio, sino también por el privilegio de compartir con figuras como el director de fotografía Raúl Pérez Ureta y el productor Santiago Llapur Milian. Aquel encuentro fue una disección del cine desde su corazón creativo, con la mirada minuciosa de quienes han dado forma a su lenguaje visual y sonoro.

Edesio, con su característica irreverencia y claridad, reclamó entonces un mayor espacio para la música. “En el cine cubano se habla en exceso”, dijo con la firmeza de quien entiende que el silencio y la armonía sonora pueden narrar tanto o más que los diálogos.

Durante su conferencia en la Sala Alhambra del Multicine Casablanca, compartió su proceso creativo, esa manera intuitiva y orgánica con la que componía, convencido de que la música estaba ya en la película, esperando a ser descubierta.

Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante/ArchivoFoto: Leandro Pérez Pérez/Adelante/ArchivoDesde sus primeros pasos en el cine con Clandestinos, Edesio encontró en la imagen en movimiento un espacio para experimentar y dialogar con las emociones que transitan en la pantalla. “No es llevarle la contraria a un director, pero en el momento en que haga lo que él quiere, ya no soy yo”, confesó con honestidad, al describir el reto de armonizar la visión del realizador con la suya propia.

Su música nos acompañó en películas icónicas como Suite Habana y Clandestinos, y lo seguirá haciendo, porque los grandes artistas no desaparecen: se transforman en lo que han creado.

Al recordar aquel taller, no puedo evitar evocar a Desiderio Navarro, quien también estuvo allí y nos dejó al año siguiente. Junto a él, Raúl Pérez Ureta y ahora Edesio, se cierra un círculo de sabios que dedicaron su vida a hacer del cine cubano un arte integral.

Nos quedamos sin Edesio, pero su legado sonoro nos seguirá narrando, en sus notas y silencios, todo aquello que las palabras no alcanzan a decir.