CAMAGÜEY.- Mientras ordeña las vacas, Guillermo Villavicencio Flores escribe sus libros. Eso pasa en las madrugadas, cuando nadie lo ve ni lo escucha. Aprovecha para cantar, como si fuera un repentista, todo aquello que se le ocurre. Con el tarareo silvestre aplica su primera norma de redacción. Entre rimas une las palabras y da forma a las ideas. El actual apicultor y pequeño agricultor no era un hombre de campo, aunque nació con la imaginación perfumada por historias en ambientes naturales.

Llega aquí con “Olor a Guardarraya”. Es el título de uno de sus libros y el de su peña itinerante que orbita, fundamentalmente, en las cercanías de la finca El Asiento, o también nombrada Finca Encantada, allá en Monte Grande, un pueblo de Santa Cruz del Sur. Junto a Blanca Nieve Cabrera Novoa, lideresa campesina y narradora oral, impulsa un proyecto comunitario.

Villavicencio ha publicado con Ácana, además, El gallinero insólito y los minilibros Araña Nena y Gato Tirano y Ratón Ladronzuelo. Tiene a punto de salir dos textos, uno con esa editorial, y otro con el Sello El Lugareño, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey.

Adelante conversó con este autor de literatura infantil, miembro de la de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Durante la entrevista se declaró un lector de nuestro periódico, de las personas que recorta y conserva cuanto le interesa. Eso hizo con un trabajo sobre el machismo por la sintonía con su libro inédito de décimas La mujer que me habita, presentado en un evento de permacultura.

Es un escritor diferente dentro del panorama de vida social literaria camagüeyana. Aparece en la Feria del Libro y después casi no se deja ver. Cuéntame, ¿cómo organiza su tiempo para dejar la finca atrás por unos días ese guajiro que se cambia la camisa del escritor?

─Puedo dejar la finca atrás porque tengo una familia que es un equipo en el que la mujer va adelante o al lado. Allá, en este momento están mi esposa, mi hijo, mi cuñado. Nunca quisimos dividir la finca. Cuando vinieron todas estas leyes: la 23, la 24, la 259, la 300… nosotros fuimos el expediente número uno en solicitar más extensión de tierra para abrirnos ese diapasón de una finca forestal con una mirada ambiental, de hacer un movimiento de protección de árboles, conservación de especies en peligro de extinción. Cada cual cogió su certifico y representa una función, pero todo se une a la finca El Asiento y sigue siendo una cooperativa familiar. Mi cuñado atiende la agricultura con un grupo de hombres de la zona. Mi esposa representa el área pecuaria, anda con los movimientos de rebaño, altas, bajas, muertes, la documentación, antes ordeñaba. Ahora soy el que ordeño y represento la apicultura. Así nos distribuimos, pero todo fluye a la zona cero. La zona cero es el hogar y ahí dentro fluyen estas ideas.

“Nunca digo 'mi Finca Encantada'. Siempre digo nuestra Finca Encantada. Puedo pensar algún proyecto, pero no lo puedo hacer solo, entonces me siento a ver qué piensan mi hijo, mi esposa, mi cuñado... Por eso la Encantada va para adelante. Nos ponemos de acuerdo porque nos gusta lo que hacemos”.

Un ordeñador se levanta cuando todavía no ha cantado el gallo, pero usted además lleva el manejo de las abejas. ¿En qué momento escribe?

─Yo hago mi obra cantando. Lo que hago es tararear. No tengo buena voz. No sé cantar. La Dama de la Tonada me dijo “usted sí sabe cantar, lo que necesita es que yo le de clases de música”. Si estoy ordeñando y me viene una décima, una tonada, una poesía o una historia en verso, pues me pongo a cantar. Utilizo mucho las cláusulas rítmicas. También me salen historias en otras situaciones, por ejemplo, mientras cuidaba a una sobrina salió Un pato andaluz/ de alas quebradas/ de pico tiznado/ y cola enroscada… Cuando terminé aquel día tuve El gallinero insólito, de tanto cantar y cantar. Al reiterar se me queda, luego lo escribo en un papel. Así hago mis obras y van para una cajita a reposar.

“Claro, cuando más hago, tanto décima humorística como cuentos rimados, es precisamente a la hora que estoy de ordeñando, en la madrugada. Empiezo a decir la décima, cantando. Como nadie me escucha, nadie se ríe de mí por si soy malo o desafinado. Tengo la idea, memorizo y voy para el papelito. A veces me molesto porque me pongo a hacer otras y lo olvido. Tengo muchos libros terminados en la casa y dos por salir”.

Tiene por salir Murmullos de Camagua, con el Sello El Lugareño. ¿Cuál es el otro?

Daniel cuenta que... Daniel es el hijo de mi cuñado. Yo veía en Daniel la forma en que interactuaba con los abuelos, cómo los llamaba: Cachirulo, Cacatúa, Yayo, Pipa. A mi madre le decía Sorda porque no sabía decir Zoila. A Alejandro le decía Tata. Vi ahí un libro bello de cualquier familia. Entonces empecé a ver otras cosas en Daniel, en el caso de la madre, por el conflicto que comenzó a tener con ella e hice la segunda parte que se llama La mentira, que es donde el niño enfrenta de alguna forma a los padres. Pensemos. Se pone la bebida para que el niño moje el dedito, se emborracha y luego le dan con la chancleta y lo castigan. Daniel cuestiona: ¿Por qué ese castigo si ese hablar alto lo aprendí de ti? ¿Por qué me castigan si me dormí dentro de una carretilla, si papá se quedaba dormido fuera de casa, y tú no lo castigas?

Está cuestionando toda una tradición de comportamiento…

─Sí, ahí está de los eructos, la mala palabra, los gritos, los sustos que los niños nos suelen dar, mil cosas pero eso parte de nosotros, porque ellos nos están mirando a nosotros. Como él decía, ¿por qué un regaño con trueno? Si yo grito cuando juego, es porque lo aprendí de ti. Sucedía ese conflicto ahí. Les pedí permiso porque el libro me pedía más para abrirlo a la gente. Te voy a dar la curiosidad. Ese es mi primer libro, y sin embargo no se ha publicado. Llevo cinco libros publicados, y ese es mi primer libro, que hoy está en Ácana, por suerte, ya con las ilustraciones. Ojalá entren los insumos. Mucha gente me pregunta por esa segunda parte fundamentalmente, de La mentira. Cuando abras el libro, Villavicencio no está ahí. Daniel habla en primera persona, desde que arranca empieza a decírtelo todo.

¿Cómo es tomado eso dentro de la propia familia, porque su mirada, evidentemente, es crítica, no está de acuerdo, no aplaude eso que usted considera que no está bien, y sin embargo, por herencia, lo hemos asumido durante siglos?

─En eso tienes razón, porque, los símbolos patriarcales están bien arraigados, en el campo más todavía. Lo he tratado en la escuela. Se nos echa la culpa. Se dice el hombre es machista, pero yo miro y pregunto a la mujer: ¿y usted no es culpable, si su niña de 15 años le pide permiso para ir a una fiesta a dos cuadras, o a casa del vecinito y le dices a la niña, ¿ya le pediste permiso a papá? Estamos poniendo al hombre patriarcal. Hay un problema de comunicación entre la pareja. La crianza es de los dos. Podemos tener nuestras dificultades, y buscar el espacio donde discutirlas. Es lo que yo quiero llevar. Está implícito en todos mis libros. Si tú vas a El gallinero insólito y te lees La gallinita presumida, no es más nada que una ama de casa frente a un gallo o a un hombre machista, un yoísta. Entonces esa ama de casa se pone los moños y va a la fiesta a divertirse, y quién quedó en la casa, ese machista. A veces damos la espalda a eso, porque pensamos que nuestro deber está afuera, pero también está adentro. No hay nada más parecido en la vida de un ser humano que un gallinero. Aquí en la ciudad hay muchos gallineros. La gallina es esa ama de casa perfecta, madre consagrada, capaz de quitarse el grano para el pollito. El gallo es ese egoísta capaz de comerse ese grano. En una cuadra si llega una joven nueva, todos los hombres empiezan a averiguar de dónde salió, y viceversa.

“En mi literatura están bien colocados esos mensajes para que lleguen no solo al público infantil. Mi literatura es para todas las edades. El gallinero insólito ha salido dos veces, y las dos se agotó. Ahora lo van a sacar digital. Vamos a ver qué pasa con esto. Es darle a todos esos animalitos, nuestra realidad, nuestra forma de pensar, lo que vamos dejando de hacer. Olor a guardarraya te va a dar ese mundo de tradiciones, cantares del abuelo, todas esas cosas del campo, que no se conocen en la ciudad, de un modo entendible, que guste y quizás quieran pasar unos días en el campo. Araña nena igual, con la escoba quitas la telaraña, la tumbas y ella huye. En la vida, te hacen una zancadilla, te vas a otro lado, comienza el salto de migración en vez de buscar soluciones. Donde vayas habrá otro problema igual, menor o peor. Si te sientes bien donde estás, intenta resolver el problema. El Ratón… me salió de un personaje secundario, ya tiene varios libros, aunque inéditos.

“Todo lo veo a través de imágenes. Si ando con el teléfono y alguien comparte una imagen que me gusta, la capturo porque trabajo con imágenes. Por ejemplo, Daimí Laborda, de Minas. Yo sabía que estaba invitado al Festival Versos al salitre, en Nuevitas. Ella tiró una foto de unos caguayos fajaos, original aquella foto, La verdinegra. Estaban fajaos por un amor. Hice un cuento rimado y lo llevé al festival. Luego ella me decía: yo no vi ninguna historia allí. En cada imagen hay una historia, y si te motivas, la encuentras”.

El lugar donde vive está lleno de imágenes. Tener esa memoria selectiva, elegir dentro de tanto tampoco es tan fácil. No conozco la Finca Encantada pero por lo que se dice, por lo que me cuenta, la imagino un paraíso…

─Aunque ahora el clima nos está pasando una mala jugada, por la sequía. No existe la primavera, digamos, lo que tenemos es un llantico. Se seca rápido el río o se produce una sequía extrema. El río que atraviesa la finca se llama El Macho y desemboca en Canabo, que cruza por el fondo. Es un terreno de tierra fértil. Esa tradición de proteger fundamentalmente las aves allí no viene de mí, sino desde 1916. A raíz de que cojo esos terrenos ociosos y comienzo a poblarlo de árboles, a medida que voy repoblando vienen retornando la fauna asociada y ávida de un lugar donde nadie la moleste. Si yo empecé quizá con 10 tipos de aves, ahora hay un mundo de aves que ya nidan, que ya vienen.

¿Tiene alguna ferminia?

─ La ferminia no es de esas zonas, sin embargo, el solibio sí. Como todo está tan loco, y un loco como yo es capaz de traer, yo traje del centro de Sancti Spíritus los chipojos toritos del Morro, que no sé si se han reproducido ni dónde están, pero sé que andarán por ahí. Estuve en la finca de Sancti Spíritus por un curso de permacultura para coger un poco de experiencia, por la Fundación Antonio Núñez Jiménez, y me encontré esos toritos muy amansados en la casa. Solicité una pareja, la hembra venía preñada, los solté en la Encantaba. Claro, hay decisores que no me ayudan. Yo quiero otra vez repoblar con jutías. Esa zona también era rica en cotorras. Tengo dos, por cierto, que compré a personas que las tenían. Solicité pichones a Flora y Fauna para dar todos los pasos.

Es decir, que usted está creando un área protegida personal. No está reconocida ni forma parte de las que oficialmente existen…

─Aunque el Citma me dijo hace poco que iban a darme un importante premio, aunque se conozca el trabajo que tengo, no tengo un apoyo determinado. Eso salió de la familia. Nos enterábamos que en tal lado había tal especie, nos montábamos en Yutong y allí mismo traíamos las matas que nosotros queríamos. Hemos traído semillas de México.

“En la finca de Liliana en Jimaguayú, la muchacha con un proyecto para personas celiacas y con el que colaboro, les dono la miel que consumen, pues en su finca coincidimos con un mexicano y le dije que en mi casa tenía el bonete yucateco, la jacaratia, que es el árbol de la frutabomba, tengo tres ejemplares. Soy un coleccionista de árboles con ese fin de conservar. No solo tengo ese. Me preguntó: ¿y cómo usted tiene eso? Ni pregunte.

“Te voy a hacer otro cuentecito curioso de las personas que llegan a la casa. Estoy almorzando y cuando miro afuera veo un chino, de Laos, de treinta y pico de años, que estaba pasando un posgrado en la universidad. Desde que entró, en una cerca, preguntó: ¿y para qué usted quiere eso? Aquí se le dice papa santa, yo sé que es una cucurbitácea del sudeste asiático y que Laos es alto consumidor de eso. Sí, pero ¿qué usted hace con eso? Bueno, aquí los cubanos, sí lo inventamos todo. Lo utilizamos en refresco porque cuando lo combinas con agua te da un sabor a melón. Lo utilizamos como batido de mamey, cuando lo haces con mamey y lo endulzas, es mamey delicioso. Cuando bota la flor que está tierno es pepino y lo comemos como ensalada. Sin embargo, lo único que no hacíamos es para lo que ellos lo utilizan. Lo cosechan y ponen en su mercado es la hoja por su gran fijación de hierro. Comen la hoja como ensalada o la hacen con carne. Como eso hay historias de plantas que tenemos.

“El otro día fueron unas personas, para darme una puntuación, y me dijeron: usted no tiene ensalada todo el año. Si usted quiere no me dé la puntación, porque yo sí tengo salada todo el año. Venga para acá. Fuimos a una cerca y empecé a comer retoños de hojas de un cactus trepador de Florida. Los retoños se mantienen siempre verdes, con gran fijación de hierro para las personas que padecen anemia. Es una excelente ensalada”.

Conocí a una descendiente aborigen de Yateras que su plato favorito es el calalú, a base de plantas. Lo aprendió a hacer de su abuela y de su mamá.

─He tenido la oportunidad con mi esposa de participar en eventos internacionales de la agroecología, siempre con trabajos que tienen que ver con ese mundo de la naturaleza. Llevé uno del alimento en pequeños espacios a partir de esta necesidad de la comida. Andamos locos buscando la comida y la tenemos. El ñame que tiene poder cicatrizante, dura de seis a ocho meses, ya cuando lo sacas, tirado ahí, sana esa herida que le hiciste, es una comida sabrosa con unas propiedades para todo, para los huesos, lo podemos comer en sustitución del arroz. Es que el cubano no quiere trabajar en pequeños espacios. Este año regalé ñame como un caballo.

“Yo no quemo nada. Cojo todos los desechos, palitos, ramitas, y hago los nidos. Le hecho un 60% de esa materia orgánica por descomponerse, le pongo un componente de un 30% de materia orgánica descompuesta y pongo un 10% arriba de tierra vegetal y ahí pongo la semilla; le doy una lluvia asistida. El ñame nace con la primavera, pero si siembro en enero con la lluvia asistida nace en febrero. Todo el año tengo ñame. El verdadero nace en mayo pero cuando empiezo a sacar puedo tener comida el año entero, y ñames de un quintal, de 1.19 aquello, porque va a ocupar todo ese espacio abajo que se está descomponiendo; no se va a enterrar en la tierra. En el mismo batey mío hay personas que están pasando necesidad, sin embargo en su bosque está el llamado ñame volador que eso es una papa. Está ahí pero nadie lo come.

“Hablamos en el Casino Campestre. Ahí podía haber sembrado cúrcuma, que la población del pueblo sale si quiere. Cuando viene la primavera, la cúrcuma hace como la mariposa, un follaje bonito, después se muere, la sacaste, luego la volviste a sembrar, pero la gente come cúrcuma. ¿Por qué no ponemos cúrcuma a las comidas si la cúrcuma es buenísima; el sagú para hacer una natilla?”

Ese es el famoso policultivo…

─En permacultura le decimos un diseño de vida. Es aprovechar el espacio que tú tienes en tu entorno, que no veas en ello un problema; ve en ello una solución a tu problema. Para las calabazas utilizo el mismo ñame para que las cuerdas de los ñames permitan que la calabaza no trepe, y en el mismo nido a esa altura lo siembro. En las matas de acerola, que casi todo el mundo tiene acerolas, allí se puede sembrar calabaza. El pepino es igual.

“La permacultura debería darse a conocer más. Eso lo dirige la Fundación Núñez Jiménez y hay una red de permacultores, pero no ha salido con fuerza. Somos algunos casos del campo, aunque realmente eso es para la ciudad, para pequeños espacios. Cuando fui a pasar el curso teníamos una bronca con los profesores porque decían “tienes que hacer el plano”. Estamos hablando de cuatro caballerías. Yo te voy a hacer el plano de mi casa, que es zona cero, y la zona uno, pero yo no te voy a hacer de todo. Nos graduamos mi mujer y yo, pero él quería hiciéramos la finca completa. Vamos a ubicarnos al espacio donde yo voy a hacer todas esas transformaciones para beneficios de las necesidades básicas de mi familia, para no tener que ir a un mercado. En una maceta en la casa puedes tener una mata de ají y estás ahorrando y es más cómodo”.

Eso está bien claro y enseñado en su familia más cercana, en sus hijos ya lo cultiva, pero cómo transmitir eso a los propios niños de su batey.

─ Yo no planifico peña. Desde aquí me dicen que no reporto nada. En primera porque me exigieron que volviera a mostrar el proyecto, ¿por qué tengo que volver a enseñar el proyecto para que me lo aprueben? Mi peña se mueve conmigo. Cojo la mochila y donde hay una escuelita rural, un batey que me interese, ahí me quedo. Digo “arriba, niños, que traigo libros y vamos a hacer la peña Olor a guardarraya”, y hablo de todos estos temas, de que sí es posible un proyecto de vida en el campo, enfatizar con la intención de que los niños y esa juventud se queden. Mi suegro murió casi con 99 años, fuerte, leía sin espejuelos. Queda la cuarta generación, la quinta, y la sexta está dando sus primeros pasos. Vengo de las redes de educadores populares, porque ahora quieren que yo también sea del Centro Martin Luther King, y de hecho en mayo mi esposa y yo tenemos que pasar el curso de educadores porque eso es lo que estamos haciendo. Estamos hablando de un problema grave porque no hay población en el campo para responder a las necesidades de la ciudad, y eso es malo, porque entonces la ciudad va a tener que irse para el campo a trabajar. Hay muchos como yo. Era de la ciudad y estoy en el campo.

¿De Camagüey?

─Sí, de aquí. Soy nativo de aquí. No sabía nada cuando cogí por primera vez las tetas de la vaca. El dolor en la muñeca era…

¿Y qué fue lo que estudió?

─Economía. Soy fundador de Planta Mecánica, en la función comercial. Sacaba las mercancías de los barcos, dirigía los almacenes. El Villavicencio del que hablan allí era yo. Ahí conocí a mi esposa que era campesina Llega el Periodo Especial, ya teníamos el niño mayor, de un año y medio, estaba dando una perreta por leche y llegué y le dije: mira, yo no sé nada de ganadería, a mí me encanta la vida del campo y nos vamos, mañana estamos pidiendo la baja. Mi madre se puso… Nada, si me va mal, yo vuelvo para la ciudad, busco un trabajo, tranquila. Le dieron la baja a ella que era jefa de brigada del soporte de cierre del armamento y en control de la calidad y yo, que era el comercial, no fuimos.

“Hay mucha historia por contar. Era una finca sin corriente. Esa fue otra pelea. Si éramos grandes productores de miel, de leche, por qué no nos atendían. Nunca nos dieron respuesta y tuvimos que asumirlo nosotros mismos. Compramos un transformador. Alquilamos una grúa. Tiramos una línea como si fuéramos profesionales y nos conectó una brigada de electricistas. Esto lo hicimos todo en un día. No hicimos una tendedera. Desviamos la 13 000 pa'dentro, pusimos el transformador frente a mi casa. Pudimos legalizar, pero cada vez que caía un trueno, no venían a reparar. ¿Qué hicimos? Compramos la vara. Ya es legal y nosotros todavía seguimos siendo los electricistas que ponemos el caballito.

“Yo me nutro de todo eso, de las imágenes. Ahora te estoy mirando y riendo de todo eso, quizás el día de mañana escribo: la periodista que sonreía cuando me entrevistaba y recreo rápido la historia. A la hora de ir al público con un micrófono, no me gusta estar leyendo, prefiero aprenderme las cosas. Ese es el mundo de este escritor. No soy un escritor típico”.