CAMAGÜEY.- He visto en Camagüey homenajes a personalidades vivas, pero como la jornada por los 50 años de ejecutoria de Reinaldo Echemendia ninguno la alcanza, ninguno la iguala.
No me pareció una danza a la apología por lo que hizo, sino una ciudad dispuesta como elenco, aula y escenario con el cenital en lo que aún hace y aporta con cualidad y calidad, con rigor y proyección escénica y humana.
Lo vi emocionar a sus profesores invitados. De seguro lo aplaudieron sus maestros que hoy lo guían desde otra dimensión, por la lealtad a un sentido del arte afincado a la raíz.
Este jueves, antes de la descarga con Rumbatá en el Plaza de los Trabajadores, Echemendía recibió varios reconocimientos de instituciones provinciales y nacionales. En la noche, en la gala de clausura, también fue agasajado.
Fue una jornada de ofrenda a la cultura popular, una clase desde la sencillez de una persona a su forja como artista y ser humano mejor.
Reitero, la jornada me pareció bordada con mucho cuidado en cada detalle y con el realce que merecen los relieves de Echemendía.
Y lo más sorprendente fue lo impredecible: lo que él no esperaba, pequeños y grandes detalles de sus hermanos artistas; y ese goce espontáneo de la gente cuando sus artistas conectan la clave natural de la plenitud, tocada desde el corazón del público.