CAMAGÜEY.- El sistema de Casas de Cultura funciona por la articulación de sus componentes. En eso lleva un largo camino dándolo todo en la base, como se le dice a la zona de privilegio por actuar desde el alma de la comunidad.
Casi nunca escuchas a un promotor o a un instructor exigiendo beneficios materiales, aunque aspiren a tener todos los instrumentos básicos para el desarrollo de la práctica artística, y el vestuario decoroso para sus aficionados.
También es una verdad irrefutable que la dignidad no la define una tela lujosa sobre el cuerpo; y que el talento no lo determinan ni la ubicación geográfica donde se nace ni la fastuosidad de un escenario.
Los actores sociales de este sistema han fortalecido la zona compleja de la espiritualidad, con esfuerzo cotidiano y con gratitud por las oportunidades de realización profesional en este campo, expandidas por la Revolución Cubana.
No ha habido tarea en la contingencia de los últimos años, donde no se encuentren las manos para apoyar de promotores, instructores y aficionados, con su corazón y su mente dispuesta a levantar el ánimo del camagüeyano.
De la batalla reciente proliferan ejemplos de enfrentamiento a la pandemia en labores de pesquisa, mensajería y producción de alimentos. Una representación de voluntarios acaba de ser reconocida por su valentía y utilidad en la Zona Roja de centros de aislamiento.
En ese sentido, Alexander de la Torre Gómez, director del Centro Provincial de Casas de Cultura, anticipa la presencia de su equipo de especialistas y aficionados en el proceso de vacunación contra la COVID-19.
No cabe dudas de esa disposición, porque si algo no se le puede negar a las Casas de Cultura es el entusiasmo movilizador. Ha sabido involucrar a la gente del pueblo como su componente y su protagonista.
También merece el aplauso por la capacidad de nuclear y comprometer a sus maestros, quienes se forjaron dentro del sistema en el rigor del trabajo, y hoy destacan como sus más entrañables expertos.
Dentro de ese grupo formador de generaciones, este año merecieron el Premio Olga Alonso, tres personas estimadas dentro y fuera de Camagüey. El reconocimiento a Fernando Medrano Vireya tiene carácter nacional, y los otros dos salen de la instancia provincial. Adelante Digital agradece sus declaraciones por la obra de la vida.
PREMIOS OLGA ALONSO
Regla Luisa Mola Fernández, metodóloga de danza.
“De mis 63 años de edad, he dado 46 al trabajo con el movimiento de artistas aficionados. Me enorgullece tener una cantera de grandes bailarines, médicos, profesores que han sido mis alumnos. Tengo experiencia a través del país, de jurado de varios carnavales, de un trabajo abnegado.
“Como metodóloga velo por la defensa del son, de los valores y la tradición desde el danzón hasta el casino. No lo bailarán como mis abuelos, ni como yo, pero sí dentro del ámbito de su edad, deben manifestarse en todas las diferentes acciones de la danza, una manifestación en evolución.
“Estoy emocionada por el Premio Olga Alonso. Ya estoy en edad de jubilación, aunque me siento muy bien. Mi manifestación me ha dado todo lo que soy. He vivido para la danza”.
Regla Luisa Mola Fernández, Fernando Medrano Vireya e Isabel Cristina Jiménez Campos merecieron el Premio Olga Alonso por la obra de la vida. Foto: Alejandro Rodríguuez Leyva/ Adelante
Fernando Medrano Vireya, asesor del Consejo Nacional de Casas de Cultura.
“Me debo al movimiento de artistas aficionados. Me inicié con Maraguán, después pasamos a conformar la compañía profesional Camagua, pero seguimos tributando al movimiento de artistas aficionados porque Camagua tiene proyectos juvenil e infantil.
“Me siento honrado, primero por el Premio Nacional de Cultura Comunitaria, y ahora con el Premio Olga Alonso, ambos por la obra de la vida. Me hacen tener mayor compromiso con el sistema de Casas de Cultura. El sistema es muy noble porque los artistas aficionados, después de cumplir sus tareas laborales y estudiantiles, emplean su tiempo en la cultura. Eso es importante en la formación integral del joven cubano”.
Isabel Cristina Jiménez Campos, instructora de teatro.
“El instructor de arte, desde que sale de su escuela, se enfrenta a muchas cosas dentro de la esfera social, y en ese desdoblamiento se crece ante tantas dificultades.
“Estoy feliz por el premio. Estoy muy orgullosa de ser instructora de arte. He tratado desde mi posición de inculcar ese respeto, ese amor a la profesión. Como dijo alguien, el instructor de arte es el brazo largo de la cultura porque llega a muchos rincones y enaltece la espiritualidad de las personas.
“Brindar herramientas del arte a alguien humilde y sencillo, esté donde esté, es algo grandioso porque la persona se abre de pensamiento. Eso hemos hecho desde este programa ideado por nuestro Comandante en Jefe en los primeros años de la Revolución”.