CAMAGÜEY.- Ielmis Díaz es maestra de la “José Luis Tasende” y odia las grabadoras casi tanto como quiere a sus estudiantes. Sin un aparato tecnológico cerca conversa, “es que me pongo nerviosa”, nos señala donde están sentados sus niños y asegura que a las 6:30 a.m. el pasado domingo ya había padres esperando que abriera la escuela devenida vacunatorio.

Maestra al fin habla mientras sigue con la mirada lo que pasa en el salón, nos dice que buscará a alguien que “hable bonito” y confiesa “aquí está todo el mundo muy emocionado, ha sido mucho tiempo fuera del aula, se extraña”.

Ella fue de los docentes que visitó a sus alumnos todos los meses hasta julio para chequear cómo les iba y para no dejarlos de tocar, aunque fuera con los ojos, porque de ellos se nutre y es, después de tantísimos años, un alimento de vida en los dos sentidos.

Sobre las 8:30 a.m. Lilian Liz González Pérez de Agueda recibió el mejor regalo de cumpleaños. “Ella está muy feliz”, comentó su mamá Aida Pérez de Agueda mientras la pequeña esperaba el tiempo de vigilancia.

“Nunca imaginamos que cumpliría los nueve años así. Este tiempo ha sido muy duro en especial para ellos que están acostumbrados a socializar, a ir a la escuela. Además de lo que hagamos en las casas para cuidarlos, esta vacuna será una protección muy importante para que pronto puedan volver a jugar con sus amigos”.

En la “Tasende” se han vacunado más de 1 000 niños de este y otros centros. La atención y la preparación de los locales corre a cargo del claustro.

“Llegamos a las 6:30 a.m. todos los días y nos dan las 6:30 p.m., asegura Laddanys Carmenates Morell, su directora, preparamos los salones de espera de los padres, el vacunatorio y las áreas de vigilancia de los niños. Hasta ahora todo ha funcionado bien, tenemos organizada la entrada para pasar justo el número que nos permita no tener aglomeraciones en los locales y la seriedad del personal de la Salud que nos acompaña ha sido fundamental.

“La dinámica ya nos era familiar porque ahora solo perfeccionamos lo que hicimos con los mayores de 19 que también recibieron sus tres dosis de Abdala aquí. En este caso preparamos un cronograma y así les avisamos. Tenemos el control de los que han estado enfermos, de los que permanecen aislados o fuera de la provincia y de los que los padres no desean incluirlos en este momento, de esa manera conocemos del universo las cifras reales a vacunar ahora; registramos los que por algún padecimiento necesitan autorización de sus médicos o los que están tomando antibióticos, para recuperarlos luego. En cada área de vigilancia hay un televisor para que vean dibujos animados y también les damos charlas en ese tiempo de espera.

“Nuestro personal ha estado muy ligado al enfrentamiento a la pandemia pues sin desatender la evolución de sus alumnos estuvieron en las áreas con restricción de movilidad, todavía hoy hay algunos en pesquisas y como voluntarios en centros de aislamiento; todo sin descuidar su preparación y donando sus vacaciones. En estos momentos ya discuten con los jefes de ciclo y la subdirectora la planeación de un curso que escalonadamente debe empezar en noviembre, por supuesto, con todas las medidas de bioseguridad establecidas”.

Fotos: Alejandro Rodríguez Leiva/ AdelanteFotos: Alejandro Rodríguez Leiva/ Adelante

En el aula para la observación van de un lado a otro Lianna Cebrián Rodríguez, estudiante de tercer año de Medicina, y la Dra. Niurka Hernández Pérez. La primera lleva más de un año pesquisando.

“Ya se puede decir que tengo dos lugares de residencia. Ha sido muy agotador pero muy gratificante, una experiencia que nos acerca más a las personas, tengo un vínculo especial con ellas. Además, desde que empezó la vacunación apoyamos su funcionamiento. Esta ha sido una experiencia para nuestro crecimiento personal y profesional”.

“Yo estoy en un consultorio, comenta la doctora, en el eslabón fundamental de la detección y la vigilancia de los casos, un trabajo muy fuerte y a la vez reconfortante, porque allí conocemos mejor que nadie a nuestra población, sus padecimientos y sus características. Lo más duro es la lejanía de nuestros seres queridos, tengo a mis padres ancianos que hace tiempo no veo, solo hablamos por teléfono, por más que cumpla el protocolo de seguridad el miedo a contagiarlos no se va, así que mejor distantes ahora y juntos después. Los fines de semana vamos a los vacunatorios a apoyar en la vigilancia. Hoy resulta especial para mí porque se vacuna mi nieto, tengo tantas ganas de poder abrazarlo. Verlo allí, sentadito, con su primera dosis de Soberana es una sensación indescriptible, esta vacuna significa un rayito de esperanza”.