Para que el territorio nacional se aproxime a la inmunización contra la COVID-19, los galenos cubanos extienden sus sacrificios. Aun en los lugares más distantes de nuestra geografía, se espera el anhelado pinchazo en el hombro. Por ese motivo un equipo médico partió al poblado Cabeza de Vaca, con más de 500 habitantes, quienes recibieron la estocada esperanzadora de la Abdala, contra la pandemia.

Desde el policlínico Joaquín de Agüero (Norte) partió la intervención sanitaria hasta la comunidad situada a unos 12 kilómetros de la ciudad de Camagüey, cabecera municipal. Cualquier tipo de viaje a ese enclave resulta una suerte de Odisea. El paso por el Camino del Acueducto hace mucho es escabroso y se plantea como un reto extremo para cualquier vehículo que intente sumergirse en sus amplios baches cubiertos de agua y lodo.

A pesar del zarandeo, los peligrosos vaivenes y las maniobras tras el timón, el equipo arribó seguro a su destino. “Mientras lleguen intactas las vacunas, todo está bien”, dijo una de las enfermeras. En Cabeza de Vaca, además de ese olor a vegetación característico de los parajes verdes, se percibe la humildad y hospitalidad de su gente. El abrazo a la idea de sentirse “más protegidos”, como reza la canción del dúo Buena Fe, es global entre sus residentes.

Gerardo Alfonso Rabí, delegado de la circunscripción, comenta que “al principio, cuando se conoció que nos beneficiaríamos con esta inyección salvadora, algunos tuvieron sus dudas. Tras las explicaciones oportunas del personal de la Salud, y de los representantes del lugar, cambiaron de parecer y varios de ellos esperan ahora su turno frente al vacunatorio. Vienen también hasta acá vecinos de La Fundición y los que viven en la zona de El Pinto. El Gobierno y el Partido han facilitado el transporte para aquellos que no pueden venir o para trasladar a los doctores hasta las personas que no pueden desplazarse”.

Después de confirmar que su presión andaba por las cifras correctas, Roberto García Martínez, quien nunca ha temido a las agujas, aceptó con beneplácito la última dosis de la Abdala en su cuerpo. “Me siento satisfecho por tener en mi organismo el fruto del ingenio y la voluntad de la ciencia de nuestro país. Es una muestra de que somos capaces de forjar el bien aun en medio de las múltiples problemáticas que nos afectan”.

HISTORIAS ENTRE DOSIS

Del curioso nombre de la localidad, dedicada en su mayoría a la ganadería, el trabajo en la Cooperativa de Créditos y Servicios José Martí y en la Empresa Forestal, existen varias versiones: una de ellas se le atribuye al apellido de un marqués asentado en la región durante el período colonial, y la otra a la costumbre de apiñar, en las proximidades del sitio, las cabezas de las reses de un antiguo matadero.

Cualquiera resulta válida para un joven que se sienta a gusto con el medio, como el doctor del lugar Manuel León del Barrio.

Apenas recién graduado asumió la responsabilidad de velar por la salud de los lugareños. No es oriundo de ninguno de los caseríos, ni de las proximidades. Por eso asombra cómo este muchacho citadino despierta a las 5:00 a.m. para sortear las complejidades de la carretera magullada por la desidia hasta casi el anochecer, cuando sabe que ya nadie necesitará de las bondades del médico.

“El galeno anterior, Seichi Morikawa, es un buen amigo mío y me sugirió, en el último año, que asumiera su puesto de trabajo en esta comunidad, habitada por personas muy agradecidas y amables. Ha sido grandioso ver la acogida que aquí ha tenido el proceso de vacunación, tanto que muy pocos se han negado”.

Cuenta León Del Barrio que, recientemente, el susto de un positivo a la COVID-19, sin graves consecuencias, aumentó las medidas de higiene por toda la zona.

Manuel tiene aspiraciones de convertirse en anestesiólogo, pero cultivará su estancia en Cabeza de Vaca. “Antes de comenzar mi especialidad quiero permanecer en el área rural otro año más. Mi familia y mi novia me apoyan en ese sentido. La decisión trae ciertos sacrificios, y sé que tendré que igualar experiencias como la de aquella vez que monté en un vehículo que terminó atorado en uno de los enormes charcos a la entrada del poblado. A pesar de las adversidades es difícil desligarse del cariño de los pacientes”.

ALMAS INMUNIZADAS

Uno de los temores que han marcado a Isis Viamontes Castellanos ha sido el de las vacunas. Tripanofobia se denomina al miedo intenso a las agujas y jeringuillas, pero la embarazada de 27 semanas lo traduce como un temblor en todo su ser. No obstante, “quiero lo mejor para mi bebé, que nazca sano y tener la salud para cuidar de él. Sufro por el dolor, pero es por un bien”, reconoce mientras tapa el pinchazo con el algodón.

Pedro Manuel Marce Moreira cumple los minutos de espera en el círculo social del enclave, por si percibe alguna reacción. “Soy maestro jubilado, con 42 años de labores y he educado fundamentalmente en primer grado. Quisiera agradecer la dedicación que hay detrás de Abdala. Es un regalo para el pueblo cubano y para el mundo”.

La funcionaria de la Dirección Municipal de Salud y coordinadora del equipo médico que viajó hasta Cabeza de Vaca, Adriana Ramírez Zaldívar, afirmó que “la vacunación empezó el día tres de julio y hemos contado con un personal conformado por estudiantes de quinto y sexto año de Medicina, el médico y enfermera titulares del consultorio para atender a la población. No hemos tenido incidencias en el sitio y aquí los pobladores han esperado por la dosis final como por un sueño realizado”.

Similares operativos se llevaron a cabo durante tres fines de semana alternos en otras comunidades rurales del municipio de Camagüey hasta completar el esquema de vacunación con el inmunógeno cubano. Abdala rebasa los límites de una urbe, supera distancias y transforma al suspiro en un hecho. Es una realidad, un estoque consumado, por la vida.