Fotos: Cortesía del entrevistado CAMAGÜEY.- Cuenta Luz Angélica Leyva Barceló, casada con Manuel Emilio López Sifontes desde 1989, que cuando Manolito estudiaba en el preuniversitario sus notas de 100 puntos eran constantes en Matemática y en Física, y su inclinación era estudiar Ingeniería Civil. Sin embargo, al finalizar la enseñanza media superior en su mente se produjo un giro de 180 grados.
Decidió incorporarse al II Contingente de Ciencias Médicas Carlos J. Finlay y el mismo año en que se celebró en Camagüey el acto nacional por el 26 de Julio, resumido por Fidel, terminaba la carrera. No cejó en sus empeños de superación hasta terminar la especialidad de Medicina General Integral.
En 1995 empezó a prestar servicios como intensivista en el hospital Manuel Ascunce Domenech, considerado por él su segunda casa, y es común verlo en la UCIE (Unidad de Cuidados Intensivos de Emergencia) del cuerpo de guardia con ese carácter afable y devolviéndole la vida a muchas personas, sin delirio de grandeza.
Cuando hace pocas semanas lo llamaron en el hospital para preguntarle la disposición de participar en una brigada del contingente internacionalista de médicos especializados en situaciones de desastres y epidemias Henry Reeve, no dudó en dar el paso al frente.
Tenía en su haber otras tres misiones en Mali (2004-2006), Venezuela (2013-2016) y Bolivia (2017-2019) en la que lo acompañó su esposa como entomóloga y terminó antes tronchada por el golpe de Estado al presidente constitucional Evo Morales.
“Ahora, cuando di el 'sí', no sabía el lugar que me tocaría. En La Habana me seleccionaron como intensivista de la segunda brigada médica que iría a Italia en la región de Piamonte, en la provincia de Turín.
“Como camagüeyano sentí el orgullo de que sería mi pequeño aporte a erradicar la pandemia, paso siempre difícil porque se deja atrás a la familia, la que se preocupa por el riesgo que uno va a enfrentar, a la vez que sé que en nuestra Patria ella está segura y cuentan con el apoyo de mis compañeros”.
Manolito, primero de izquierda a derecha.
La brigada en la que labora Manolito la conforman 38 profesionales (20 galenos y 18 licenciados en enfermería) que desarrollan sus actividades en un hospital adaptado de 90 camas, de las que están ocupadas hoy 62, refiere el entrevistado, quien mencionó la presencia allí de otro camagüeyano, Adalberto García López, especialista en MGI y urólogo.
“Lo más difícil no fue ver al primer paciente contagiado de COVID-19, sino adaptarme a andar con el traje, escribir en la computadora la historia clínica del paciente y nublarse los protectores oculares por el calor. El idioma tampoco es una gran barrera. Médicos italianos nos ayudan”.
En cada cambio de turno cuentan con la colaboración de dos epidemiólogos en el acto de retirarse y ponerse los trajes como medida de bioseguridad, porque un error puede ser costoso.
Ya empezaron a dar altas y por iniciativa de compañeros que participaron anteriormente contra el ébola, en África, colocaron el pasado primero de mayo frente al hospital un árbol con cintas blancas en expresión de la recuperación de los egresados con esa terrible enfermedad.
“A mis compañeros de trabajo les digo que se cuiden, a que apliquen las medidas de bioseguridad, a aquellos que están dando su aporte frente a la pandemia y a los otros que atienden los problemas comunes de la población”.
Batallan estos soldados de las batas blancas en Turín, ciudad capital de Piamonte en el norte de Italia, conocida por su arquitectura y su cocina refinada y a la vera de Los Alpes que se alzan al noroeste de la ciudad con sus paseos arbolados y las plazas.
Batalla en Turín el doctor Manolito, que quizás hubiera sido un brillante ingeniero civil, pero se hizo médico, de los brillantes, y salvando vidas alcanza las mejores notas.