CAMAGÜEY.- Resulta poco probable que alguien tenga “el santo claro” en estos días de pandemia. Sin embargo, el caso del campeón olímpico Julio César La Cruz parece la excepción. “Eso me dijo uno de mis entrenadores, pero la desgracia del mundo no puede ser suerte para mí”, considera el boxeador camagüeyano, a quien la suspensión del calendario deportivo internacional no le afectó del todo.
“Antes del preolímpico de las Américas me salieron unas ronchas. Al último entrenamiento fui con el cuerpo casi cubierto por la varicela. Haría el viaje a riesgo de que los médicos de la competencia no me dejaran participar”, cuenta mientras señala las manchas que le dejó la enfermedad en el rostro.
El aplazamiento de los Juegos Olímpicos también le conviene al cuatro veces titular del orbe, pues lleva menos tiempo entrenando en una nueva categoría. “Hice tres años del ciclo en 81 kilogramos y después del Mundial se aprobó mi ascenso a los 91 kg. Prácticamente no tuve tiempo de foguearme en la arena internacional. No es una división desconocida porque he visto a todos los peleadores y durante años hice sparring con muchos de ellos en bases de preparación, pero lo ideal era tener varios eventos previos”,comentó a Adelante Digital esta semana.
Quien no lo ve hace dos meses percibe el cambio físico de “La Sombra”, más allá de una novedosa y singular melena. Confiesa que “subir de peso también me ha cambiado. Puedo alimentarme con más libertad y transformar esa energía en fuerza. El objetivo del grupo técnico es multiplicar mi masa muscular y ganar potencia en la pegada, y para eso trabajamos duro.
A algunos les preocupa que pierda movilidad, pero tranquilos, me mantengo tan ligero como siempre. Hasta el momento las transformaciones son positivas y sigo invicto entre los pesados. Durante la gira europea enfrenté y derroté a rivales de probada calidad como el subcampeón olímpico Vasili Levit, de Kazajistán”.
La Cruz continúa preparándose en casa bajo un plan diseñado por el equipo técnico de los Domadores de Cuba, que el mentor camagüeyano Robinsol Poll chequea cada jornada.
“Después de bajar las cargas he mantenido rigor en el entrenamiento con carreras, ejercicios de gimnasio y rutinas técnicas. Gracias a la exigencia diaria de Poll no tendremos problemas para alcanzar la forma competitiva a corto plazo cuando todo regrese a la normalidad. Y he trabajado mucho con mi psicólogo para trazarme nuevas metas. La derrota en el mundial de Ekaterimburgo me hizo reaccionar, mi ego me traía muy confiado, como me pasó en Londres”.
Sabe toda una prueba la próxima cita bajo los cinco aros. Su condición de capitán del buque insignia del deporte cubano le obliga a responsabilizarse por lo que hagan sus colegas. “Estábamos en un gran momento, íbamos a arrasar. No pasa nada, pronto la humanidad superará este difícil momento y volveremos a luchar por nuestro sueño. Como delegación arrastramos una deuda porque nos hemos quedado por debajo de los resultados del ciclo anterior en los Centroamericanos y los Panamericanos, pero estoy seguro de que en Tokio estaremos mejor que en Río y las medallas del boxeo ayudarán en eso”.
Antes, los planes de Julio César tenían límite en la capital japonesa. Ahora van más allá: “Se preparan buenos proyectos para el desarrollo del boxeo cubano que me tienen animado, pero lo que me quitó de la cabeza la idea del retiro, es la ilusión de ser el abanderado de Cuba a eventos
multidisciplinarios tras la salida de Mijaín López. Soy un ganador, no arriesgaré mi historia por capricho. Me siento como hace 11 años, cuando empezaba en los torneos nacionales por equipos con Camagüey. Tengo solo 30 años y soy uno de los boxeadores que menos golpes recibe en el planeta. Si mantengo las ganas y la salud puedo pelear otros cinco años o más”.