CAMAGÜEY.- Todo parecía indicar que este 20 de mayo la Casa Blanca no haría pronunciamientos respecto a Cuba. Una apretada agenda del presidente Trump, incluyendo su gira por los países árabes, y la indecisión respecto a qué hacer con la Isla hicieron a sus voceros anunciar que en el mal llamado “Día de la independencia de Cuba” no se anunciaría nada respecto a la manzana de la discordia.

Sin embargo, el habitante de turno de la mansión presidencial perdió una tremenda oportunidad de quedarse callado y se lanzó a conquistar con un mensajito a los cubanoamericanos más conservadores.

El magnate presidente está obligado a hacer alianzas dentro de su propio partido para poder gobernar y superar los no pocos obstáculos con los que ya se ha tropezado, de lo contrario algunos analistas que se tiran a la piscina piensan que pudiera acabar como Nixon, pues ya dentro del capitolio hay quienes pretenden iniciarle un proceso de impeachment.

Por esa situación la Administración Trump quiso congraciarse con los cuatro congresistas cubanoamericanos, incluyendo el excandidato presidencial y Senador por el estado de Florida, Marco Rubio, quienes desde el mismo 8 de noviembre comenzaron su campañita para echar atrás los avances de Obama y el proceso de normalización de las relaciones con Cuba.

El mensaje estaba dirigido a la comunidad cubana y a sus políticos, aunque no olvidó colocar dentro de los destinatarios al pueblo de Cuba. Sus líneas buscaban llenar de esperanzas a quienes le exigen que cumpla sus promesas, así lo demuestran las palabritas clave que a ellos les gusta escuchar, derechos humanos y democracia.

¿Podrá hablar de democracia un presidente que no salió electo con la mayoría de los votos de su pueblo? ¿Podrá hablar de derechos humanos alguien que la xenofobia no lo deja entender que en un país existen minorías, y para ellas hay que gobernar también? ¿Quién ganó las elecciones con la promesa de hacer un muro que impediría un derecho humano elemental como es la migración? Eso sin hablar de su desconocimiento sobre la vida y obra de José Martí.

Pero dejemos atrás el incoherente mensaje del Presidente y analicemos cómo se mueven los hilos de la política en el país norteño. Hace un mes se filtraron a la prensa los ecos de una conversación entre Donald Trump y Diaz-Balart, en la que se rumora que el Representante a la Cámara cambió su voto contra el Obamacare por un cambio de política hacia Cuba, sin importarle que en el distrito que lo elige hay cerca de 55 000 electores que pudieran verse afectados si el Congreso decide finalmente sustituirlo por las llamadas “contrarreformas” que propone el inquilino de la Casa Blanca. Quizá por eso ambos negaron haber tenido esa conversación.

Lo cierto es que el senador Marco Rubio y el representante Diaz-Balart siguen siendo los principales impulsores del cambio de política hacia Cuba, no les importa que si el Presidente Trump retoma la línea dura, estarían afectando a sus mismos electores, a los que se les complicaría mucho el poder viajar a Cuba, enviar remesas, e incluso las mismas compañías norteamericanas seguirían perdiendo muchísimo dinero.

En las propias palabras de la vocera de la Casa Blanca que salió a decir que el 20 de mayo no se anunciarían todavía cambios en la política se ve la inseguridad sobre lo que van a hacer. “El tema de Cuba es sumamente complejo y el Presidente no lo quiere apurar. La Administración está realizando una revisión de la política hacia Cuba que involucra a varias agencias federales y es coordinada por el Consejo de Seguridad Nacional”.

Trump indudablemente está indeciso entre el angelito y el diablito, por un lado debe acordarse de cuándo exploró negocios con Cuba y las absurdas leyes del bloqueo se lo impidieron, y por el otro los intereses partidistas y las promesas electorales que le realizó a la extrema derecha en Miami, incluyendo la Brigada 2506, ambas cosas lo contradicen.

No le será fácil a @realDonaldTrump, como se identifica en la red social Twitter el presidente, cambiar de golpe y porrazo la política hacia Cuba, esto no quiere decir que el 17D sea un punto de no retorno, pero dentro del propio Capitolio, más allá de la estatua de Lincoln, se encontrará con legisladores de ambas bancadas que tienen más dedos de frente que él y apuestan por mantener la política trazada en el 2014. Además, no sé cómo le explicará a las compañías norteamericanas de aviación o de cruceros, o simplemente a los productores de arroz del sur de los Estados Unidos que por un capricho tendrán que perder mucho dinero. Por ahora parece que está venciendo el diablo Trump.