CAMAGÜEY.- Hace ya algún tiempo una “cartelística” muy peculiar se ha apoderado de nuestras vías, generalmente está en movimiento, sobre ruedas y lo mismo te la puedes encontrar en un camión que en un auto ligero, generalmente en carros particulares, pero si se busca bien puede que hasta algunos vehículos estatales integren la lista.

La variedad de estos carteles es inmensa, en el tamaño, en el mensaje, hasta en la parte en que están pintados. Algunos tienen frases religiosas, otras un tanto chistosas y otra buena cantidad rozan con la vulgaridad e incitan a lo mal hecho, sin embargo, estos últimos todo el mundo los ve, pero nos hacemos de la vista gorda.

Nuestro idioma es muy rico y de esa riqueza se aprovechan ciertos individuos para coquetear con lo vulgar. ¿Por qué en el espacio público, que como su nombre indica es común a todos, muchas veces estamos obligados a leer barbaridades como “ni pito, ni freno, pero me ronca el tubo”. ¿Acaso es normal que los camiones tengan frases atrás como “alcánzame si puedes”. O un dibujo que simula un cuentamilla marcando la máxima velocidad? ¿Dónde están quienes deben velar porque se cumpla lo establecido?

La envidia también tiene su propia colección en esta nueva moda, algunos van desde la lengua atravesada por una espada o, la muy conocida frase de que “la envidia no mata, pero mortifica”, hasta otras como “si la envidia fuera tiña, cuántos tiñosos hubieran”. Pero todo no acaba allí sino que la creatividad sigue sumando adeptos y hace unos días leí una más rebuscada, pero padece del mismo mal “te deseo a ti, el doble de lo que me desees a mí”.

Hasta aquí algunos ejemplos que rozan con la vulgaridad, pero hay otros que cruzan la línea de la falta de respeto y el sentido común, qué imagen se lleva de Cuba un visitante que lea en el parabrisas de un auto “muchachitas y cervezas” o “muchachitas y divisas”, cuántas lecturas pudiera tener esta combinación de palabras.

En un país como Cuba que defiende los valores más esenciales del ser humano, no cabe que se propaguen por nuestras calles frases como “si lloras cuando me voy qué harás cuando me venga”, o “si a veces no me importa lo que yo pienso de mí, cómo me va a importar lo que piensas tú”, que simbolizan los antivalores que durante años hemos combatido y ahora parecen adueñarse del espacio de todos. Tales enunciados no tienen cabida en el país de la región que más invierte en Educación de su Producto Interno Bruto y por demás aspira a ser uno de los más cultos del mundo.

La libertad del otro termina donde comienza la mía, o sea que como dijera Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Y es derecho de cada quien escoger lo que deseamos consumir y nadie debe obligarnos a leer lo que no queremos.

La ley es clara en cuanto a los carteles que se pueden traer en los vehículos y otros usuarios de la vía, en cumplirla está la solución para este fenómeno. Lo que sucede es que las autoridades pertinentes, como en otros casos, tampoco quieren buscarse problemas y su actuar no se corresponde con lo que el pueblo espera de ellas.

Parafraseando una de estas expresiones que a diario circulan en las calles que dice: “El precio es tuyo, pero el dinero es mío”, algunos pudieran decir: “El carro es mío”, pero transitar por un espacio público entraña cumplir determinadas reglas, eso nos hizo evolucionar como especie y traernos a este punto. Por una cuestión de sentido común alguien tendrá que ponerle freno a la vulgaridad sobre ruedas.