A la distancia de 72 años –que se cumplen este martes nueve de mayo-, la victoria sobre el nazismo es un hecho histórico de imprescindible conocimiento para las nuevas generaciones y no debe ser olvidado jamás por cualquier habitante consciente del planeta.
Ya se ha dicho: fue crucial el papel del Ejército Rojo y del pueblo soviético en la derrota de la forma alemana del fascismo encabezado por Adolfo Hitler, cuya capitulación se produjo en Berlín, tras una guerra cruenta y exterminadora que sumió a gran parte de Europa en la destrucción y en las tinieblas.
El más alto precio lo pagó el pueblo de la entonces Unión Soviética, que reportó la pérdida de 27 millones de vidas. Con la realización de la Gran Guerra Patria, los habitantes de esa nación enfrentaron con heroísmo la ocupación nazi, expulsaron al enemigo y lo persiguieron hasta el mismo centro del mal.
Fuerzas de los países aliados aportaron finalmente su contribución cuando la URSS había dado un viraje decisivo al enfrentamiento del nazismo y su fin era de esperar. Millones de inocentes ciudadanos de muchas naciones también murieron exterminados en campos de concentración o campos de batalla.
La celebraciones por la victoria no han faltado desde 1945, y la humanidad pacifista y progresista se regocija cada nueve de mayo. Desde 1995 Rusia retomó con fervor los festejos por la victoria en varios puntos de su territorio y en la famosa Plaza Roja. Se trata de una conmemoración de alta significación para la humanidad, aunque algunos han buscado escamotear o disminuir la proeza soviética.
La derrota del fascismo, pareciera cosa del pasado, de la memoria innombrable de la humanidad, ya superada.
Pero corren tiempos presagiosos, sin embargo. Brotes de prácticas fascistas siguen vivos y se reproducen en la actualidad en diversos territorios europeos, cuyos habitantes fueron sus víctimas hace poco más de 70 años.
No son tan combatidos ni aislados como se pudiera pensar. Son muy de temer y de conjurar con acciones enérgicas y la denuncia incansable. Como siempre están a favor de los intereses de las élites, de los grandes centros de poder, de los que desatan guerras, enriquecen más a los ricos y depauperan aún más la vida de los pobres...
Puede decirse que el tema del fascismo no solo se escucha en el Viejo Continente sino también en el resto de Occidente con mucha fuerza. Y no es una paranoia.
Como en sus orígenes esa práctica, que varios estudiosos no consideran ideología con mucho fundamento, está asociada a la tradición de la ultraderecha más extrema, a lo más conservador y reaccionario de la sociedad.
¿En qué se reconoce la vuelta del fascismo en múltiples lugares o sucesos que se viven incluso en países del área latinoamericana?
Además de su asociación a la extrema derecha antes citada, hay otros rasgos.
Pero no es algo tan simple. Es complejo. Algunos expertos, nada sospechosos de izquierdistas, señalan entre sus atributos identitarios: desprecio por mecanismos democráticos, su negativa al diálogo y los consensos, un visceral y violento anticomunismo, y también la exaltación de las virtudes militares, juveniles y varoniles de la identidad nacional.
Se exalta la simbología nacional, no sobre la base del conocimiento y los valores, sino a través de la construcción de fetiches y de un lenguaje y pensamiento simplistas, que incentivan la irracionalidad.
El lenguaje populista tiene fines claramente subversivos, y su fin último es desencadenar la violencia callejera, como un recurso muy apropiado para sus fines políticos que nada tienen que ver con la libertad o intereses de justicia social de la mayoría, como suelen preconizar.
Todo ello es reconocible cuando se observan métodos de enfrentamientos a gobiernos apoyados por el pueblo, como el de Venezuela, y se evidenciaron sin ambages en el golpe de Estado dado a la presidenta de Brasil Dilma Russeff.
Darse cuenta demasiado tarde de la mentira y la manipulación puede llevar a situaciones dolorosas, pues el fascismo no tendrá límites en el castigo y la monstruosidad cuando sienta que tiene manos libres e impunidad para actuar a favor de sus intereses.
No todo es fascismo, cierto. Se ha empleado a veces abusivamente el término para calificar todo lo negativo o cruel.
Pero es real que está asomando su oreja peluda y actúa donde puede o donde se le fomenta con esmero.
Y resulta muy cierto que muchos poderosos del mundo, los mismos de siempre, se benefician con tal resurgimiento. La humanidad debe continuar alerta.