Los ancianos cubanos están protegidos por una serie de leyes que garantizan su salud, vivienda, atención multifactorial , alimentación adecuada y otras aristas más requeridas por los integrantes de ese grupo etario.

Estos hombres y mujeres que traspasan los 60 años tienen asegurada la jubilación e incluso pueden contratarse para continuar entregando a la sociedad sus saberes y experiencias.

El envejecimiento es un fenómeno mundial que en el siglo XXI muestra características muy distintas a las existentes en la centuria anterior. En el recuerdo quedan los ancianos confinados a sus casas, ajenos a la realidad exterior.

La modernidad de la sociedad actual de Cuba permite a esas personas una integración a la vida junto al resto de la población, más allá de la manida imagen del abuelo que hace mandados y lleva los nietos a la escuela.

Común resulta verlos en teatros, cines, restaurantes, y otros sitios de recreación o diversión, realidad que muestra la calidad de vida de ese segmento social.

El control de su salud, los medios para rehabilitar las dolencias propias de los años, y la capacidad mental aseguran sus movimientos dentro y fuera de los pueblos y ciudades donde residen.

Con sus pelos canos, pasos lentos y miradas lánguidas los ancianos de este país viven felices, y disfrutan de su vejez merecedores del mayor de los respetos sociales.

Esas personas fundaron sus familias, criaron a sus hijos, y aportaron muchos años de trabajo a la sociedad, ahora sosegados y tranquilos se disponen a vivir el tiempo que resta.

Para los más vulnerables hay sitios donde especialistas cuidan de ellos, bien a tiempo completo o solamente por el día, donde se les ofrece la atención que requieren, mientras sus hijos u otros descendientes laboran.

Pero aún quedan asuntos pendientes que se deben tener en cuenta para dignificar completamente la ancianidad cubana, sobre todo en Villa Clara, territorio que actualmente reporta el 21, 9 por ciento de su población con 60 años o más.

En las áreas circundantes a las Casas de Abuelo, Hogares de Ancianos u otras instalaciones especializadas en ese grupo etario, deben colocarse señales que indiquen a choferes y peatones el tránsito de ancianos por la zona.

Esa decisión permitiría a los conductores extremar los cuidados, porque los adultos mayores caminan muy lento, generalmente no ven bien y la vida le ha restado rapidez a sus reacciones.

La rehabilitación urbanística de la Isla constituye una realidad, y así en las ciudades y pueblos con mayor flujo vehicular se establecen cebras, semáforos y otros aditamentos que regulan el tráfico y protegen a los transeúntes.

Pero no siempre se respeta al “ abuelo” que con lentitud cruza la calle, común resulta escuchar cómo algunos choferes irrespetuosos tocan las bocinas de sus autos indicándole al adulto mayor que apure sus ya cansados pasos, actitud que debe ser sancionada.

El uso de bastones, andadores u otros implementos que ayudan a la locomoción son comunes a esa edad, por lo que en ocasiones, les resulta muy difícil o no pueden acceder a ciertos lugares porque las barreras arquitectónicas se lo impiden.

La sociedad cubana debe crear una cultura hacia la ancianidad que asegure el respeto y la dignificación de los longevos en todos los ámbitos de la vida.

Desde tiempos memorables las diferentes civilizaciones los han venerado, al respecto José Martí dijo: “No hay cosa más bella que amar a los ancianos; el respeto es un dulcísimo placer”.

Ni las nuevas tecnologías, ni los más novedosos modos de pensar y hacer pueden sustituir la riqueza de conocimientos y sentimientos de los patriarcas de las familias y por ende de la sociedad.

Honrarlos es un deber de todas las personas honestas, tenderles el brazo en la calle, brindarles un asiento, protegerlos ante situaciones adversas, debe ser una sana obligación, ellos contribuyeron a construir lo que el resto de la población disfruta.

Además … algo muy real, algún día quienes hoy andan de prisa con miradas rápidas y voces fuertes, sin tiempo para atenderlos y mimarlos, sentirán sobre sus hombros el peso de los años, y necesitarán ese amor solidario que hace grande a quien lo recibe pero también a la persona que lo da.

La práctica del tai-chi se ha convertido en una de las propuestas socioculturales más aceptadas por los ancianos.La práctica del tai-chi se ha convertido en una de las propuestas socioculturales más aceptadas por los ancianos.