CAMAGÜEY.- Dice el diccionario Larousse que relajo, en una de sus acepciones, significa burla, escarnio, desorden, escándalo, y todo esto, precisamente, es lo que acaba de ocurrir en la Organización de Estados Americanos (OEA) en una reciente sesión de su Consejo Permanente en que nuevamente se pretendió sentar en el banquillo de los acusados a la República Bolivariana de Venezuela.

Hace unos días solamente, Luis Almagro, secretario general de la organización, el Departamento de Estado del Gobierno de los Estados Unidos y sus compinches fueron también por “lana” en una sesión de este engendro en su sede de Washington, para aplicar a la patria de Chávez la “famosa” Carta Democrática Interamericana y bochornosamente, salieron trasquilados.

Ahora, violando y violentando las normas institucionales de la OEA, se  celebró una reunión de su Consejo Permanente, sin previa convocatoria de sus 34 miembros e irrespetando la decisión de Bolivia, presidente pro témpore de ese mecanismo regional, que había suspendido la sesión por considerarla inconsulta y por no habérsele entregado la documentación necesaria para conducir el debate y además, considerar la decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela de suspender los poderes de la Asamblea Nacional, por estar en desacato, una cuestión interna del país y nadie tiene derecho a cuestionarla.

Pero es tal el desespero, ante la impotencia de condenar a la Revolución Bolivariana por los canales “legales”, de Almagro y compañía, que sacaron de la manga nada menos que a Honduras, con profusa hoja de servicios golpistas y asesinatos impunes de líderes sociales, para que en total rotura de las normas institucionales de la organización, presidiera la reunión y lograr, sin votación y por supuesta mayoría, una declaración en la que insta a Venezuela a actuar en los próximo días para garantizar la separación de los poderes constitucionales y restaurar la plena autoridad de la Asamblea Nacional y de paso, para tratar de encubrir en lenguaje institucional sus verdaderas intenciones intervencionistas, se dice que emprenderán” en la medida que sea necesario, gestiones diplomáticas adicionales para fomentar la normalización de la institucionalidad democrática de conformidad con la Carta de la Organización de Estados Americanos.

Aunque se movieron con celeridad los testaferros de Almagro a instancias de sus patrocinadores, para intervenir en los asuntos internos de Caracas, ya el Consejo de Defensa de la Nación venezolano había actuado para dirimir los desacuerdos entre La Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia y se mantenía la estabilidad constitucional del país.

Con certeza, el presidente Nicolás Maduro calificó de “bochornoso” el festinado acuerdo del Consejo y consideró de golpe de Estado a la presidencia pro témpore de Bolivia y a la vicepresidencia de Haití la celebración de la reunión bajo la batuta de Honduras, violentando el orden institucional de la organización y del propio Consejo Permanente.

La respuesta a tanta infamia, a decisiones ilegales y arbitrarias de la OEA y sus patrocinadores, el imperialismo norteamericano, ya la dieron los venezolanos este martes cuando en combativa y masiva manifestación reafirmaron que la patria de Chávez, de Bolívar y de Maduro, jamás se doblegará ante las amenazas de los enemigos de su  soberanía e independencia y su dignidad como pueblo libre.