CAMAGÜEY.- Duros y dolorosos han sido estos últimos días para la mayoría de los cubanos y no pocos amigos del mundo, particularmente desde el pasado 25 de noviembre, en que se produjo la partida física del fundador de la Revolución, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

A esta partida hacia la eternidad, a la que nunca nos resignaremos, se unió ayer la conmemoración de la Operación Tributo mediante la cual retornaron a casa, hace ya 27 años, los restos de los combatientes militares y civiles que cayeron durante las misiones internacionalistas de nuestro pueblo en varios países, fundamentalmente africanos.

También este 7 de diciembre, pero hace 120 años, cayó en combate con las tropas colonialistas españolas el Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales, insigne patriota de nuestras dos guerras de Independencia, la del 1868 iniciada por Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria y la de 1895, organizada por José Martí, el más universal de los cubanos.

La unión de ambos históricos acontecimientos motivó que este séptimo día de diciembre fuera denominado como el “Día de todos los Mártires” de nuestras guerras independentistas, ocasión en que los cubanos les rinden tributo a todos los que en decisión patriótica y revolucionaria solidaria ofrendaron sus generosas vidas en aras de la libertad propia y la de otras naciones hermanas.

A decir de Fidel en aquella memorable ocasión de tributo en el lugar conocido en Cuba como El Cacahual, donde reposan los restos del general Antonio, allí se reunieron el patriotismo del Titán de Bronce con el internacionalismo de los que cayeron en otras tierras como expresión de dos de los sentimientos más hermosos que solo es capaz de crear el hombre.

A Maceo lo inmortalizó la fuerza de su pensamiento y la de su brazo con hazañas militares como la invasión con sus tropas mambisas del Oriente al Occidente del país para llevar la guerra contra el colonialismo español a todo el territorio nacional y sobre todo la Protesta de Baraguá, acción de rebeldía contra los que trataban de negociar una paz con España sin independencia, con la que salvó para la Historia la dignidad de todos los cubanos, junto a la afirmación de que “¡quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha!”, convertida en bandera de combate de nuestro pueblo contra todos los intentos imperialistas de destruir la Revolución y sus conquistas con invasiones militares.

De la epopeya de los internacionalistas cubanos en otras tierras, fundamentalmente africanas, Angola demandó, para lograr su independencia, la de Namibia, y articular el principio del fin del apartheid sudafricano, el empleo de recursos humanos y militares en una escala que no se recuerda que lo haya hecho otro país en cumplimiento del deber solidario e internacionalista.

Cuba fue capaz, en los momentos más difíciles del desenlace de la guerra contra los soldados sudafricanos y los fantoches de la UNITA y otras fuerzas invasoras mercenarias de países fronterizos con Angola, de enviar a esa nación, para preservar su soberanía e independencia, más de 50 000 soldados y nuestros mejores y más modernos medios de combate cuando, incluso, las amenazas imperialistas contra esta pequeña Isla se tornaban más peligrosas.

Pero si algo decidió la victoria de las fuerzas cubanas y angoleñas en aquella epopeya solidaria, fue el pensamiento militar estratégico de Fidel, quien a 14 000 kilómetros de distancia fue capaz de prever y dirigir las acciones bélicas para infligir a los racistas sudafricanos y sus aliados una vergonzosa derrota que los obligó a ellos y sus patrocinadores imperialistas a sentarse a la mesa de negociaciones y preservar así la independencia del hermano país africano.

De Angola, como reconoció un dirigente de ese continente, solo nos llevamos a los muertos, a los que en este 7 de diciembre y todos los días de nuestra vida, les tributamos los más ardorosos y sinceros de los recuerdos, orgullosos de sus hazañas internacionalistas y del amor y el alto desinterés con que las cumplieron.

Y a Fidel, quien fue el artífice de aquella histórica victoria de la solidaridad humana, y a quien también por estos días hemos entregado los más puros sentimientos de cariño y respeto, ante su partida a la inmortalidad, el ¡Hasta Siempre! para los que viven eternamente en la memoria de los pueblos.