Desde hace varias semanas, la noticia de la “superluna”del 14 de noviembre ocupó espacios en los medios de comunicación, sobre todo en el entorno digital. 

Se trata, como casi siempre, de un hecho caracterizado por la objetividad de una parte y el sensacionalismo de la otra.  No hay dudas en cuanto a que la Luna es el astro que más atrae la mirada de los seres vivos, después del Sol, por supuesto.

Y he dicho seres vivos y no seres humanos en particular, dado que la luz del satélite terrestre influye en el ciclo vital de numerosos animales, a más de su efecto sobre la altura y ciclos de las mareas.

La Luna, tanto como la Tierra y otros astros, tiene dos movimientos principales (no son los únicos): un giro sobre sí misma, o rotación; y un recorrido casi circular alrededor de la Tierra, denominado traslación.

Por una circunstancia fortuita, los períodos de la traslación y la rotación duran exactamente 28 días. Por tal sincronismo, desde nuestro planeta es visible solo un hemisferio de la luna.

Si leyó con detenimiento, observó que en el párrafo anterior he escrito “recorrido casi circular” y no “circular” de manera absoluta, porque esa órbita no es una circunferencia perfecta, sino una elipse muy poco alargada.

Por tanto, cada 28 días tiene lugar un momento en el cual la Luna se halla en su máximo alejamiento de la tierra: es el apogeo o punto extremo de la órbita; mientras que 14 días después, el satélite llega al punto contrario, el más cercano a la tierra, o perigeo.

Como parte del propio movimiento lunar, en esta elipse imaginaria gira también ella misma lentamente alrededor de la Tierra, como el aro en torno a la cintura de los niños, por lo que en determinado punto la posición de la Luna concuerda con la parte de la órbita menos alejada respecto a la Tierra.

Cada cierto tiempo, como en noviembre de 2016, coinciden el perigeo, el sector menos alargado de la órbita lunar, y la Luna llena.

De ello resulta que el astro, en su fase llena, se encontrará en la posición más cercana al centro de la Tierra entre todas las posibles.

Según la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de los Estados Unidos, nuestro satélite se hallará 48 mil 280 km más cerca de nosotros, después de lo cual volverá a alejarse poco a poco.

Como es natural, el diámetro aparente de esta luna llena será mayor que en otras oportunidades, y ese es el hecho objetivo.

Sin embargo, dada la distancia a que se halla nuestro satélite, tal aumento en el diámetro aparente no será perceptible fácilmente a simple vista.

Por tanto, únicamente quienes estén persuadidos de que verán una “superluna”, podrán afirmar que efectivamente observan el diámetro lunar mayor que en ocasiones anteriores.

Con todo, se ha calculado que en esta fecha el astro será 30 por ciento más brillante que en las noches “normales”, y ese efecto sí podría ser apreciado por las personas hábiles en la observación astronómica, si las nubes no interfieren.

Otra superluna similar se producirá dentro de 18 años.

Si usted ve que la luna muestra un gran tamaño al momento de su salida tras el horizonte, no se engañe, no se debe a la “superluna”; se trata del aumento aparente del diámetro del astro por efecto de la refracción atmosférica.

Lo podrá comprobar fácilmente por su coloración rojiza, que se irá “blanqueando” al elevarse en el cielo, como al mismo tiempo disminuirá su tamaño aparente.

No es mi objetivo disuadir de la observación a los lectores, sino invitarlos a que al mirar al cielo y observar la “superluna”, estemos al tanto de la verdadera naturaleza astronómica del fenómeno.

Esa es la diferencia entre ciencia y sensacionalismo.