CAMAGÜEY.- “Se acabó la guerra” expresó emocionado Timoleón Jiménez, el jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC-EP) al dar la orden de cese al fuego “definitivo” a todas las unidades, mandos e integrantes de la guerrilla, en cumplimiento de los acuerdos finales firmados en La Habana entre las partes negociadoras, orden dada también por el mandatario Santos al Ejército. 

Dicho Acuerdo Final, Integral, Definitivo sobre la totalidad de los puntos de la Agenda para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera en Colombia, fue rubricado por los jefes de las delegaciones de las FARC-EP y el gobierno de Juan Manuel Santos en presencia de los garantes de Cuba y Noruega y los acompañantes de Venezuela y Chile.

Según lo pactado, las partes se aprestan al llamado Día D, que marca el inicio del proceso de concentración y dejación de armas de los rebeldes, en un plazo máximo de seis meses, bajo verificación y supervisión de las Naciones Unidas.

La conclusión de este conflicto que dura ya más de 50 años y que ha ocasionado alrededor de 220 mil muertos y unos seis millones de desplazados de su habitual residencia, espera ahora por la ratificación del Congreso colombiano y de un paso

trascendental que habrá de concretarse cuando los colombianos, este 2 de setiembre concurran a votar en el plebiscito por la paz que se ha convocado para obtener o no, su aprobación.

Dada la gran repercusión obtenida por el Acuerdo Final, saludado como una gran victoria para la paz en todo el mundo, es muy probable que tanto el Congreso como los colombianos den su aprobación a la terminación de guerra que solo ha traído luto y dolor a la población, sobre todo a la que se ha visto envueltas directamente en los escenarios de la lucha armada.

Como se recordará, con anterioridad a estas conversaciones de paz iniciadas en La habana el 19 de noviembre del 2012 existieron otros intentos de negociar la terminación del conflicto, como el del presidente Belisario Betancourt en 1982, que promovió una amnistía para desmovilizar a los grupos guerrilleros y condujo al primer cese del fuego y al surgimiento del partido político Unión Patriótica, de las FARC, principal movimiento insurgente, organizado en 1964.

Sin embargo, el incumplimiento por parte del gobierno de lo pactado tres años después, la falta de garantías para la vida política y la creciente actividad de los grupos paramilitares frustraron los intentos de reconciliación y la Unión Patriótica fue exterminada.

En 1991 Cesar Gaviria, como mandatario, inició conversaciones con los grupos insurgentes organizados en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, y aunque se concretó la paz con algunos de ellos, las FARC-EP quedaron fuera, fracaso que se repite con Andrés Pastrana en 1998-2002.

Solo ahora, después de casi cuatro años de duras y escabrosas negociaciones se pudo llegar tan lejos en el empedrado camino de la paz entre el gobierno y la guerrilla y en la rubrica de los acuerdos finales se contemplan cinco aspectos fundamentales: poner fin a la violencia, proteger los derechos de las víctimas del conflicto, llevar progreso al campo colombiano, garantizar la reincorporación de los guerrilleros a la vida civil y legal, y atacar de forma eficiente el flagelo de la droga.

No han faltado, entre los reconocimientos, el que le corresponde a los garantes Cuba y Noruega y los acompañantes, Venezuela y Chile, que trabajaron junto a los negociadores, para salvar los escollos y darle continuidad y fluidez al diálogo hasta llegar a este momento en que solo se está a unos pasos del histórico acontecimiento de que el pueblo colombiano recobre la paz y pueda vivir en democracia.  

  Por la parte que corresponde a los cubanos nos sentimos satisfechos de haber podido aportar un granito de arena a este monumento por el bienestar de los hombres y mujeres colombianos y deseamos de todo corazón que esta lamentable parte de su historia, no se repita jamás.