Camagüey.- Los latinoamericanos y caribeños estamos de plácemes. Dos importantes acontecimientos en los últimos días así lo ameritan. Me estoy refiriendo, en primer lugar, para respetar el orden cronológico, a la defenestración de Luis Almagro y su tenebrosa propuesta como secretario general, en el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) de aplicar a Venezuela la Carta Democrática Interamericana, en particular su artículo 20, por supuestas rupturas graves en este país del orden constitucional.

El otro hecho, que acaba de cerrar sus puertas exitosamente, es la VII Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) que sesionó durante tres días en La Habana y cuyos objetivos de consulta, concertación y cooperación se vieron ampliamente satisfechos durante los debates sostenidos por la reunión inicial de expertos, la de Cancilleres y la de Jefes de Estado y Gobierno, que culminó este sábado en el Palacio de la Revolución, tras ser inaugurada por el presidente cubano, Raúl Castro Ruz.

Dije respecto a la victoria venezolana en la OEA que Luis Almagro y su propuesta fueron defenestrados, porque no otro calificativo merece este personajillo y su servil acto, con ínfulas de procónsul del imperio, al atribuirse prerrogativas que no le corresponden a su cargo y con la complicidad de la derecha de la nación sudamericana pretender aplicar a la patria bolivariana un engendro de la organización regional que incluso, de haber sido aprobado, pudiera haber desencadenado una intervención militar de fuerzas combinadas del área, según establece dicho artículo 20, con el pretexto de restablecer el orden constitucional.

Pero como ocurre por lo general en estos casos, el Secretario y quienes lo empujaron al descalabro y descrédito no tuvieron en cuenta que no estamos en la época en que mediante “complicidad vergonzosa”, como dice la Declaración del Gobierno cubano, se juzgó y condenó a Cuba socialista en el seno de la OEA, y por ello, los que fueron contra Venezuela salieron “trasquilados” por decisión de los países hermanos de la región latinoamericana y caribeña, que respaldaron el diálogo entre el Gobierno y la oposición para resolver los problemas internos que afronta hoy ese país, y desecharon el “convite traicionero” de Almagro.

No se equivocó el expresidente uruguayo, José “Pepe” Mujica, ese grande de la ética revolucionaria, cuando dijo hace algún tiempo, refiriéndose a la actuación de Luis Almagro al frente de la OEA, “hasta aquí llegamos”, para significar el rompimiento con el que había sido canciller de la nación sudamericana.

En cuanto a la Cumbre de la AEC, notable por el nivel de concurrencia de los países miembros, asociados y observadores, y por el número de Jefes de Estado y Gobierno participantes ( 20 exactamente), el consenso general y particular de todos, es que constituyó un importante paso en el fortalecimiento de la organización, que se distinguió también por su vocación solidaria y unitaria.

La Declaración de La Habana y el Plan de Acción 2016-2018, período en que Cuba ostentará la presidencia de la AEC, fijaron los futuros pasos en asuntos vitales para la región, como el turismo sostenible que es una de las principales fuentes de ingreso de los países del área, el comercio y el desarrollo de las relaciones económicas, la transportación, asignatura pendiente en la región que se caracteriza por carecer de conexiones directas entre las naciones, el enfrentamiento al cambio climático y a los desastres naturales, el empoderamiento de la mujer en la vida activa de la zona, la defensa de América Latina y el Caribe como zona de paz, y el fortalecimiento de los lazos de integración y solidaridad.

No desconoció la VII Cumbre los peligros que se ciernen sobre el área con la nueva oleada neoliberal propulsada por el imperialismo, las oligarquías y la derecha nacionales, y como muestra de ello condenaron el bloqueo de los Estados Unidos contra la Isla, y tuvieron a bien aprobar un comunicado especial de apoyo al diálogo entre el Gobierno y la oposición venezolana, como fórmula válida para encontrar soluciones a la problemática que hoy enfrenta ese país y la ratificación de luchar por un Gran Caribe Unido y sostenible.

Las palabras de elogio de la totalidad de los mandatarios hacia Cuba como sede anfitriona, su importante papel en el concierto de las naciones latinoamericanas y caribeñas puesto de manifiesto en la exitosa organización del evento y en el consenso alcanzado para la aprobación de sus principales documentos, corroboraron el promisorio destino que le espera a la Asociación de Estados del Caribe como mecanismo de consulta, concertación y cooperación y más aún, como garante de que el subcontinente se consolide como una zona de paz y de prosperidad sostenible.

{flike} {plusone} {ttweet}