Aunque la jugarreta de los sectores recalcitrantes de Brasil tiene poco de novedad y se viene desarrollando desde que el Partido de los Trabajadores (PT) asumió el manejo de la Administración en ese gran país en el 2003, con la guía primero del Presidente Lula y después de la Mandataria Rousseff, la agresión se ha incrementado a partir del proceso electoral de 2014.

La mala fe de los adversarios del PT se afinca actualmente en la muy difícil situación económica que vive el país, matizada por la baja del precio del Petróleo en el mercado mundial —tragedia compartida por Gobiernos progresistas dependientes del “Oro Negro”.

Un problema de antaño y prácticamente endémico en la relaciones socio-económicas, la corrupción, devino punto de lanza contrario al buen quehacer del Ejecutivo del gigante latinoamericano: el caso Petrobras ¿descubierto? justamente en el 2014 y en el que ha trascendido que hubo unos tres mil 850 millones de dólares en lavado de dinero y sobrefacturación en proyectos y contratos de esa empresa estatal del combustible.

El chanchullo en torno a Petrobras tiene lugar, muy a pesar de que la mismísima Presidenta Dilma Rousseff resultó el principal actor político que  provocó la apertura de la indagación en aras de saber con exactitud quiénes eran los directivos de esa entidad energética responsables de los actos delictivos en cuestión.

Interesante resulta saber que a la sazón aparecen sujetos como el presidente de la Cámara de Diputados de Brasil, Eduardo Cunha, un solicitante de juicio político contra Rousseff a contrapelo de que él será juzgado precisamente en una causa que investiga si cobró sobornos por al menos cinco millones de dólares en el fraude a la estatal Petrobras.

Es evidente que existe una puja por opacar el muy significativo hecho según el cual más de 50 millones de brasileños salieron de la pobreza, entre otros logros sociales como mejoras en los servicios de la Educación y la Salud públicas; al tiempo que se instrumenta el denominado “golpe suave” a instancia del Parlamento contra el Gobierno legítimo de Brasil, se otorga rienda suelta a los enemigos de las masas trabajadoras y se aprovecha las manifestaciones de quienes están descontentos con el panorama gris y costuras negras.

Según la prensa liderada por el consorcio “O Globo”, los representantes del PT en las acciones gubernamentales son los únicos responsables de la putrefacción administrativa. El extremo llegó cuando Erick Bretas, director de esa corporación mediática, exigió a través de una publicación en Facebook la destitución (impeachment) de Dilma. Acredito al respecto, porque he tenido la oportunidad de monitorear el ambiente carioca en este orden de ideas.

Llamó la atención el reporte que certifica que a la distancia de un año del segundo Gobierno de Dilma Rousseff los objetivos primordiales de la oposición son detener la democratización mediática, involucrar en diferentes crímenes al PT y desacreditar a Lula da Silva para contrarrestar su popularidad —modo de intentar frenar su posible candidatura a las presidenciales de 2018.

En perspectivas, analistas coinciden en que se pretende retornar a las políticas neoliberales (culto desmedido a la propiedad privada, al mercado y a la represión ante quienes se opongan al reino del Capital), particularmente privatizando empresas estatales como Petrobras. También, que se intenta retirar a Brasil de la UNASUR y la CELAC —todo un ensayo de puntapié a la unidad del Sur contra el Norte del hemisferio Occidental.

En tal contexto, poco de extraña tiene que la Cámara de Diputados de Brasil haya aprobado el juicio político contra Dilma Rousseff.

La declaración del MINREX condena enérgicamente Golpe de Estado parlamentario en Brasil: el gigante de Nuestra América pudiera ser la cuarta víctima de la emergente oleada reaccionaria en la región, tras los tropezones en Argentina, Venezuela y Bolivia.

En este panorama, el PT debe ser símbolo de unidad con el pueblo, replanteándose su actitud hacia el ciudadano de a pie y sus nuevas representaciones o Movimientos sociales; y que el liderazgo de Dilma y Lula ha de ser alimentado tanto desde la verticalidad revolucionaria propia como a partir del incremento del apoyo de las personas amantes del prójimos en aquel terruño, el Sur del Río Bravo y el mundo en general.

He aquí una manera de ahuyentar que Brasil sea atormentada por la progresión de la Derecha vs. Latinoamérica.

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