No sé qué pensarán los que escucharon al Presidente norteamericano en ocasión de recibirlo Raúl en el Palacio de la Revolución o en el maniqueo discurso en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Para mí envió al destierro la historia. Fue franco al declararse no rehén de los acontecimientos precedentes; y enterró, por tanto, lo que de bueno pudieron aportar Lincoln, Washington o Roosevelt en la política de su país.

Ese alejamiento con la realidad pasada que proclama Obama no es nuevo en Estados Unidos. Remitámonos a fecha tan lejana como febrero de 1882 cuando Martí notó la falta de fervor popular y demasiado frío en la celebración del sesquicentenario del nacimiento de George Washington: “...raquíticas guirnaldas y menguadas coronas, llevadas por la mano marcial de soldados piadosos”, en la estatua del patriota en Nueva York.

Nuestro Héroe Nacional, con su mirada previsora y profética tanteó el desamor más que evidente en ese acto. “Comienza a ser desventurado el pueblo que empieza a ser desagradecido. El grano de oro ha de ser cosechado en los campos y en las almas. Corre el peligro de perder fuerza para actos heroicos nuevos aquel que pierde, o que no guarda bastante, la memoria de los actos heroicos antiguos”.

El discurso de Obama tuvo el estilo de James G. Blaine, secretario de Estado y líder de la nueva administración republicana bajo la égida del presidente Benjamín Harrison, al intervenir en la Primera Conferencia Panamericana en Washington en 1889.

Sobre su enfoque escribió Martí, quien desnudó la verdadera intención de la “reciprocidad comercial”, concebida para descargar productos excedentes en el mercado latinoamericano y dominarlo en beneficio de los intereses económicos de Norteamérica: “Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro se convierte en influjo político”.

Es inverosímil, y hasta insultante que en su declaración en el Gran Teatro Alicia Alonso, Obama dedicara unos segundos para rendir homenaje a un infante de marina de California, fallecido en el norte de Iraq y que según sus palabras, participaba en la ayuda contra el terrorismo. Habló de ese flagelo, pero no tuvo una sola palabra acerca de las víctimas cubanas de tantas agresiones terroristas, fruto de la política norteamericana por más de cinco décadas.

Mientras más días pasan, menos creíbles resultan sus palabras. “Lo que estaba haciendo Estados Unidos no funcionaba. Tenemos que tener la valentía de reconocer la verdad, una política de aislamiento diseñada para la guerra fría no tiene sentido en el siglo XXI”. ¿De qué vale admitirlo si no tiene en cuenta que el fracaso de esa equivocada política es obra de la resistencia del pueblo cubano y del aislamiento sufrido por Estados a escala global en relación con la Isla?

¿En qué segmento de nuestra sociedad Obama cifra sus esperanzas de cambio? En los jóvenes. No por gusto, solo tres días después de su visita, y en abierta contradicción con su afirmación de que “El destino de Cuba no va ser decidido ni por Estados Unidos ni por otra nación... será decidido por los cubanos y por nadie más”, el Departamento de Estado anunció un programa de orientación de prácticas comunitarias por 753 989 dólares para “jóvenes líderes emergentes de la sociedad civil cubana”.

La Revolución también confía en sus jóvenes, en que no olviden los desvelos de sus padres y de sus abuelos, y no trastoquen su pensamiento con el sueño americano, caracterizado por hacer presas del mercado a las personas, con excesivo consumismo, individualismo y egoísmo.

¿El Obama que habló en La Habana fue el mismo que hizo una apología a Macri en Argentina, pocas horas después de abandonar nuestro país?

Los jóvenes y los no tan jóvenes tenemos que mirarnos en aquel espejo. A 100 días de tomar el poder el nuevo Presidente argentino con su política neoliberal, la misma que Obama quiere para nosotros, ha despedido a miles de empleados, mientras hace pocas horas circula la información de la retirada de TeleSur. Claro, no quiere que sus ciudadanos se enteren de la realidad de la región y el mundo.

La reciente reflexión de Fidel, El hermano Obama, viene como anillo al dedo:

“Nadie se haga la ilusión de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a la gloria y los derechos, y a la riqueza espiritual que ha ganado con el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura. Advierto además que somos capaces de producir los alimentos y las riquezas materiales que necesitamos con el esfuerzo y la inteligencia de nuestro pueblo. No necesitamos que el imperio nos regale nada. Nuestros esfuerzos serán legales y pacíficos, porque es nuestro compromiso con la paz y la fraternidad de todos los seres humanos que vivimos en este planeta”.

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