Tampoco es de extrañar que quizá por estas mismas razones muchos hayan querido ver en el recibimiento hecho por el Papa Francisco a Macri en Roma, cierta “frialdad”, a diferencia de cuando se entrevistó con Cristina Fernández.

El lema de “cambiemos” con el cual encabezó su campaña electoral de más inclusión, empleos, pobreza cero, prosperidad para todos los argentinos, parece haberse invertido y ahora se ha convertido en un estilo de gobierno autoritario, ignorando el Congreso con sus decretos ejecutivos, más despidos,  galopante inflación, liberación del cepo de la divisa, recorte a las retenciones y rendición ante los Fondos Buitres.

No hay que decir que para cualquier neoliberal la hoja de servicios no puede ser más ilustrativa acerca de la intención de servir a las grandes transnacionales y no a los argentinos que en un 51 % y centésimas votaron por él en las pasadas elecciones presidenciales.

La cruzada contra los empleados estatales de procedencia kirchnerista ha sido brutal pues se calcula que entre unos 35 y 40 000 han sido prácticamente echados de sus ocupaciones sin previo aviso y muchas veces mediante una comunicación telegráfica, para que no hubiera ni siquiera la posibilidad de una reclamación cara a cara de los afectados.

Ya lo había dicho la vicepresidenta Gabriela Michetti de que no escamparía con los despidos pues se realizarían auditorias en todas las dependencias del Estado para detectar todos aquellos trabajadores que habían sido contratados durante y hasta el 2015, y naturalmente darles la baja.

La lógica de Macri para justificar esta embestida contra los trabajadores públicos no puede ser más absurda ya “que quiere vaciar el Estado para construir nuevos empleos y que éste no funcione como un botín de guerra de los partidos políticos para ocultar su incapacidad de crecer económicamente y que por ello buscaría la inversión extranjera, ejemplificando esta gestión con su viaje a Davos.

Desde luego que los empleados estatales y también algunos privados ya afectados por esta política, no están dispuestos a esperar a que lleguen las inversiones para ganar su sustento y el de sus familias y convocados por las Asociaciones de Trabajadores del Estado han organizado multitudinarias marchas en Buenos Aires y en otras ciudades para protestar contra los masivos despidos, protestas a las que se han unido otros sectores de las centrales sindicales.


Ante tales manifestaciones, lejos de rectificar, el Gobierno lo que ha hecho es dictar decretos que criminalicen dichas protestas y autorizar a las autoridades a reprimirlas con la violencia que recuerda a muchos los tiempos más truculentos de las dictaduras que oprimieron la nación en otras décadas, y de paso prohibir a los periodistas estar en los lugares de los sucesos para impedirles reportar de primera mano lo que de desagradable y condenable pudiera ocurrir durante la embestida policial, coartando la circulación libre de la prensa.

Y como para “ponerle la tapa al pomo” Mauricio Macri acaba de llegar en principio a un acuerdo con los Fondos Buitres, que no pudieron doblegar al gobierno de Cristina Fernández, mediante el cual el país deberá erogar  4 653 millones de dólares en pago de los intereses leoninos acumulados y endeudarse en otros 12 000 millones.

Aunque el acuerdo deberá ser refrendado por el Congreso, donde Macri no tiene mayoría, el solo hecho de aceptar negociar bajo el dictamen del  juez de Nueva York, Thomas Griesa, implica el reconocimiento de una autoridad que no tiene jurisdicción en el país y por lo tanto es someter la soberanía nacional a leyes extraterritoriales de los Estados Unidos.

Muchos se preguntan de dónde Mauricio sacará el dinero, en caso de concretar el acuerdo con los Buitres, pues debe pagar en efectivo, ni siguiera en bonos respaldados por el Estado, antes del 14 de abril del presente año, todo ello, si tenemos en cuenta que quitado el cepo a las divisas, facilitando su extracción al exterior, las arcas nacionales están prácticamente exhaustas, agravadas las finanzas por el bajo precio de las materias primas como la soya y otros productos agrícolas, tradicionalmente portadores de dinero fuerte.

Los especialistas apuntan que en su discurso ante el Congreso, en la inauguración de sus sesiones, el Presidente no dijo nada nuevo y tampoco presentó un programa viable para revitalizar la economía de la nación, al borde del colapso, por lo cual es previsible que los argentinos, bajo un Gobierno neoliberal, continúen perdiendo muchas de las conquistas que obtuvieron en la era kirchnerista.

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