Sonada la alarma por la Organización Mundial de la Salud (OMS) al declarar la emergencia sanitaria por la extensión del virus del Zika, las fuerzas internacionales se han puesto en tensión para la contención de la enfermedad y no pocos laboratorios de las transnacionales de la medicina buscan ya una vacuna que proteja contra el mal transmitido por el mosquito Aedes aegypti y el Albopictus, aunque los pronósticos son que podrá alcanzarse entre uno o dos años.

Esta enfermedad, detectada en la región de las Américas en el 2014 en la Isla de Pascua, territorio chileno, se ha extendido ya a 26 países del área con marcada presencia en Brasil y en Colombia, donde los casos diagnosticados suman ya miles y su gravedad reside principalmente en que puede ser la causante de malformaciones congénitas como la microcefalia en niños recién nacidos de madres que hayan sido contagiadas por el virus, además de que pudiera estar vinculada con el Síndrome de Guillain-Barré, el cual provoca una parálisis progresiva que puede, incluso, ocasionar la muerte.

Los síntomas generales del Zika son similares a los del dengue y el chikungunya, con fiebre moderada, dolores musculares y articulares, malestar y decaimiento, pero con la particularidad de que los contagiados con éste padecen conjuntivitis no purulenta, exantema pruriginoso que pica notablemente y hace que la piel aparezca roja y la erupción puede extenderse desde la cabeza hacia el tronco y las extremidades, según los especialistas.

No obstante ello, la infección por el virus puede padecerse de manera asintomática, sin manifestaciones clínicas en los afectados, en un elevado porcentaje de éstos, lo que no quiere decir que no sean trasmisores de la enfermedad, y por lo cual es preciso mantenerse muy atento a cualquier manifestación de los síntomas, por leves que sean.

Como se ha divulgado, la enfermedad no tiene tratamiento específico por lo que lo recomendable es el ingreso hospitalario al identificarse los síntomas originarios del virus, ingerir abundante líquido, reposo y seguimiento del paciente.

Aunque en Cuba aún no ha sido detectado caso con sospecha clínica o epidemiológica del virus, el hecho de su extensión en la región y la presencia de los agentes trasmisores, tanto el Aedes aegipty como al Albopictus en todas las provincias del país, con sus hábitos domésticos y rurales, se ponen en ejecución un conjunto de medidas internas para eliminar o limitar al mínimo la existencia de ambos vectores, así como controlar las vías de acceso desde el exterior.

Las medidas de enfrentamiento antivectorial conllevan la formación de una conciencia de riesgo en la población, masivas campañas de higienización y erradicación de posibles hospederos, con la participación de todas las organizaciones presentes en las comunidades, los medios de difusión masiva y los recursos organizativos institucionales, sobre todo del sector de la Salud y los organismos de limpieza y recogida de deshechos del aparato administrativo, con el apoyo de todos los agentes empresariales presentes en cada provincia y en las localidades.

También se intensifica y perfecciona todo el tratamiento adulticida (fumigación), tanto intradomiciliario como en exteriores, así como el biológico y físico de zanjas, cañadas, limpieza de solares yermos, micro vertederos y otras medidas de saneamiento y sobre todo, la realización de lo que llamamos el “autofocal” que no es otra cosa que la revisión en los hogares, por los componentes de las familias de los tanques con agua u otros lugares que puedan ser procreadores u hospederos de los vectores.

Prevenir, antes que lamentar, es la filosofía con la que los cubanos hemos enfrentado no solo la posible aparición de determinadas enfermedades o sus epidemias, sino que frente a otros muchos peligros, de todo tipo, naturales o militares, hemos sabido aplicar, sin chovinismos, que la mejor forma de contenerlos es estar preparados para evitarlos y repelerlos exitosamente.

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