El Gran Polo Patriótico (GPP), liderado por el Partido Socialista Unido Venezolano, llega a esta dramática confrontación electoral en un constante batallar contra las fuerzas imperialistas externas y la oligarquía interna, que usando todo tipo de medios, incluidas las sangrientas guarimbas que costaron al chavismo 43 muertos, tratan de derrocar al Gobierno de Nicolás Maduro, legítimamente constituido.

Desde el letal decreto presidencial de Barack Obama calificando a la revolución bolivariana de una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos, el carácter agresivo de la política estadounidense y sus aliados de la reacción internacional contra Venezuela se ha incrementado en una espiral en la que juegan un papel preponderante las campañas de mentiras e infamias de las transnacionales de la información y los propios medios nacionales, parejamente con el recrudecimiento de la guerra económica que se libra contra el país.

El imperialismo y la oligarquía han apostado a sembrar el descontento en la población que enfrenta no pocas carencias en los bienes de alimentación y los servicios (se recrudecen los sabotajes a las redes eléctricas y plantas generadoras) considerando que este malestar se debe reflejar en las urnas al dar la mayoría parlamentaria a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), triunfo mediante el cual se sabotearía desde el Legislativo la labor del Ejecutivo del presidente Nicolás Maduro.  

La estrategia no es nueva, muy bien la conocemos los cubanos, pero me parece que en algo se equivocan, como se han equivocado aquí, los que presumen que los venezolanos van a olvidar la profunda y renovadora obra del chavismo a lo largo de estos 17 años desde que murió bien muerta la IV República.

La miopía de los enemigos de la revolución bolivariana les impide ver que en la inmensa mayoría de los corazones venezolanos el chavismo llegó para quedarse y que jamás renunciarán a sus sueños de ver una patria libre, soberana, independiente, próspera, solidaria e integrada con el resto de América Latina y el Caribe, como la quiso Bolívar, Martí y otros próceres de la región.

Los que apuestan a que los venezolanos volverán la espalda y harán a un lado los  beneficios que las misiones de salud, educación, viviendas, seguridad social y otras, que el Gobierno bolivariano mantiene y mantendrá a pesar de la debacle en los precios del petróleo, que es su mayor fuente de divisas, me parece que otra vez se equivocarán.

Por lo demás, la MUD nada tiene que ofrecer, salvo una vuelta al pasado, porque ni los López, ni los Capriles tienen siquiera un programa alternativo al del Gran Polo Patriótico, primero porque realmente no han podido articularlo y segundo, porque fijan sus esperanzas en el uso de la violencia, la desestabilización nacional y el no reconocimiento de los resultados electorales si les son adversos, para forzar el derrocamiento de Maduro.

Los venezolanos están conscientes de que si la oposición obtiene una mayoría parlamentaria podrán incluso utilizarla para forzar un juicio político contra Nicolás Maduro y sacarlo de la presidencia de la nación, descabezando así la revolución bolivariana, lo cual dejaría en peligro su continuidad.

Pero allá los que subestiman la capacidad de discernimiento y resistencia de los pueblos. En Venezuela ha habido una revolución y ese movimiento telúrico contra lo viejo y arcaico y creador de los nuevo, lo más justo, lo más digno y lo más patriótico, cala profundo en el corazón del pueblo y las más duras penurias no lo harán renunciar a sus ideales y principios.

Este 6 de diciembre, venezolanos, latinoamericanos y caribeños, vamos por la ¡victoria siempre!.