Contabilizado en la madrugada del lunes el 99,17 por ciento de las boletas, el 51,4 por ciento de los 25 millones 100 mil 961 electores que emitieron votos válidos, o sea 12 millones 903 mil 47, se los entregaron a Macri.

Para el aspirante del Frente para la Victoria (FpV), Daniel Scioli, fueron las restantes 12 millones 197 mil 914 boletas para 48,6.

En una rápida mirada al resultado del primer balotaje presidencial en la historia política argentina, finalmente se puede decir que se gestó la polarización del voto entre el oficialismo por un lado y toda la oposición aglutinada por el otro.

Esa fue la idea que proclamaron los dirigentes de los partidos opositores desde un principio, que todos se aunaran en una fuerza común para derrocar al FpV.

No se dio en la primera vuelta del 25 de octubre porque la dirigencia de la alianza Cambiemos que postuló a Macri se negó a unirse a los peronistas disidentes de centro derecha Sergio Massa y José Manuel de la Sota, cuyos bloques integraron la coalición Una Nueva Alernativa (UNA).

De hecho, UNA, que agrupa al Frente Renovador del bonaerense Massa y la Democracia Cristiana del cordobés De la Sota, se ratificó en la primera vuelta electoral como la tercera fuerza dentro del tablero político argentino con el apoyo del nada desdeñable 21,6 por ciento del electorado.

Pero para el balotaje del domingo 22 los líderes de Cambiemos y UNA, en especial los de este último bloque, astutamente movieron bien sus alfiles para el objetivo común: derrotar al FpV que lidera la presidenta Cristina Fernández.

Las estadistas electorales sustentan ese argumento: Scioli y el FpV sufrieron un costoso revés 71,5 sobre 28,9 en Córdoba, mientras en provincia Buenos Aires ganaron por el estrecho margen de 2,2 (51,1 a 48,9), lo cual evidencia que no lograron captar a un número suficiente de votantes peronistas del massismo.

La división dentro de los sectores de la disgregada centro-izquierda, en particular del progresismo argentino representado por el Frente Progresista Cívico Social de las diputadas Margarita Stolbitzer y Victoria Donda, aportó un pequeño peso que acabó de inclinar la balanza hacia la derecha.

Por manifestaciones de votantes del Frente Progresista consultados por Prensa Latina, pertenecientes a una clase media que se acomodó gracias a los avances económicos del gobierno del FpV, le dieron el voto a Macri.

El Partido Socialista del santafesino Hermes Binner y las agrupaciones de la izquierda trotskista llamaron a dejar la boleta en blanco, voto este que siempre favorece al candidato que está delante en el conteo según los encuestadores.

Sin embargo, hubo muy bajo porcentaje de votos en blanco, solo el 1,19, y boletas anuladas, 1,24, y no fue más gracias a la campaña de "No da lo mismo" que lanzaron varias organizaciones de izquierda, pero ese 2,43 por ciento en una elección tan reñida pesa.

Para el analista político Hernán Brienza, el sector político que representa las ideas, las formas culturales y los intereses económicos de los sectores dominantes lograron lo que a los viejos liberales conservadores les costó un siglo: Se refiere a alcanzar el gobierno gracias al voto popular de millones de argentinos.

Para Brienza, al menos no es una mala noticia, ya que demuestra que finalmente esos sectores abandonaron la vocación pretoriana de utilizar a las Fuerzas Armadas para dar golpes de estado -lo cual hicieron durante todo el siglo XX.

Lograron -señala- articular un mecanismo político competitivo para jugar dentro del sistema institucional, aunque no exento de nuevas armas como los golpes de mercado, judiciales o intentonas parlamentarias.

A eso se suma una poderosa arma, la prensa, que fue incisivamente utilizada en una feroz ofensiva para inducir odio y rechazo entre el electorado contra el proyecto popular nacional y en especial su líder Cristina Fernández.

Los asesores de Cambiemos en un astuto marketing político lograron -dice Brienza- "construir un candidato que saliera de las estrechísimas filas del poder económico real pero que, al mismo tiempo, generara delirios de aspiraciones en segmentos populares que entrelazan clases medias y bajas".

La principal virtud -apunta el analista- de la operación mediática del macrismo fue haber logrado interpelar e interpretar discursivamente a enclaves dentro de los sectores populares.

"Se trata, claro, de un engaño perverso, pero efectivo. Y en política no basta con decir la verdad, es necesario ser efectivo comunicacionalmente. Una verdad mal dicha tiene su correlato en un mal resultado electoral", concluye. Y ese fallo no lo tuvieron.

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