El acontecimiento histórico tiene lugar después que el 1ro. de junio del 2015 los presidentes de Cuba, Raúl Castro Ruz y de Estados Unidos, Barack Obama, intercambiaran cartas en las cuales expresaron la decisión de ambos gobiernos de dejar oficializados los vínculos diplomáticos a partir de la fecha citada.

El Gobierno cubano confirmó en ese momento, en una declaración, que la apertura de la sede en Washington se realizaría en presencia de una delegación presidida por el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, e integrada por destacadas personalidades de la Isla.

Por su parte, el Gobierno de los Estados Unidos, cuya embajada será inaugurada oficialmente en días posteriores, anunció la designación de Jeffrey DeLaurentis como encargado de negocios interino de su sede en La Habana, que radicará en el edificio de la anterior Oficina de Intereses, donde el designado ocupaba el cargo de jefe.

Se abre en perspectivas, después de este importante paso, un camino complejo que bajo la observancia de la Carta de las Naciones Unidas y las Convenciones de Viena, deberá conducir a la total normalización de las relaciones y cuyo espacio de tiempo es casi imposible calcular porque aún son muchos los asuntos a resolver, acumulados a lo largo de 56 años en los que prevaleció un clima de hostilidad hacia Cuba, cuyas consecuencias son difíciles de borrar de un plumazo.

Por lo pronto, el principal obstáculo para avanzar hacia la plena normalidad de estos vínculos, ha reiterado el Gobierno cubano, es poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero que se aplica aún con todo rigor y causa daños y carencias a nuestro pueblo y dificulta el desarrollo económico del país.

Quedan pendientes además, la devolución de la Base Naval estadounidense en Guantánamo, el cese de las transmisiones radiales y televisivas hacia nuestro territorio, violatorias de las normas internacionales, y de la promoción de programas subversivos y desestabilizadores internos, la derogación de la Ley de Ajuste Cubano y la compensación al pueblo cubano por los daños ocasionados por las políticas agresivas de los gobiernos norteamericanos en todos estos años.

Tantos asuntos por resolver no quieren decir que no se podrán desarrollar relaciones civilizadas entre Cuba y los Estados Unidos, cimentadas en el respeto mutuo y absoluto a nuestra independencia y soberanía y al derecho a elegir el sistema político, económico y cultural que los cubanos deseamos sin injerencias de ninguna naturaleza.

Este nuevo período que se inicia el día 20, y a pesar de la oposición de un grupo de legisladores anticubanos y la ultraderecha republicana, ha sido bien recibido por la opinión pública internacional, sobre todo en América Latina y el Caribe y por los pueblos norteamericano y cubano que ven en el inicio y continuación de este diálogo la posibilidad de vínculos bilaterales para beneficio de ambas naciones y del clima político regional.

Cuba continuará invariablemente con sus ideales de independencia, justicia social y solidaridad con las causas justas de todo el mundo y reafirma cada uno de los principios por los que hemos luchado a lo largo de más de cinco décadas, sin desmovilizarnos “ni un tantito así”, como diría el Che, porque la confrontación ideológica entre nuestro socialismo y el capitalismo no terminará hasta que el mismo desaparezca como sistema social, político y económico de este convulso mundo.

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