No importa que dichos personajes sean superficiales o egoístas, las adolescentes quieren imitarlas porque son lindas, cool y bailan bien. A tal punto llega el impacto de la serie, que en la escuela de su hermana existen varios equipos de “divinas”.

Por supuesto que en la conversación cuestionamos la calidad del producto audiovisual y el fallido criterio de selectividad que tienen algunos decisores del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) en la programación destinada a los niños y adolescentes, pero no faltó la catarsis sobre los tiempos que vive la sociedad cubana y del urgente papel de la familia y la escuela para contrarrestar esa avalancha de antivalores que llega por diferentes vías.

Ahora muchas personas e instituciones presumen que el “paquete semanal”, los videojuegos y las nuevas tecnologías son los responsables absolutos del incremento en los índices de violencia desde edades tempranas, del consumo de drogas y del deterioro de valores como la laboriosidad y la responsabilidad, estos últimos los más afectados en los nuevos camagüeyanos, según el diagnóstico de Educación en la provincia.

¿Acaso tal panorama será solo responsabilidad de productos audiovisuales?, ¿Dónde queda entonces el rol, en primer orden de la familia y el de la escuela?

Hablar de la formación de niños, adolescentes y jóvenes incluye a muchos actores, pero sin dudas es el hogar la base del iceberg. Y es que tener un descendiente no es solo darle ropa, zapato, comida y un techo, aunque estas sean cuestiones imprescindibles. Es también formarlo desde lo espiritual, son las normas, principios, valores y compromisos que hacen un mejor ser humano, cuestiones que en muchos hogares se han dejado a cargo exclusivamente de las instituciones educacionales.

Nuestra familia es sin dudas el resultado de la época que le tocó vivir. Como me dijo en una ocasión la Doctora en Ciencias y profesora de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte, María Teresa Caballero, la generación que hoy pasa los 40 años en Cuba, que son ya padres y abuelos, se desarrollaron en medio de estilos de dirección sin horarios, trabajos voluntarios, escuelas al campo, sábados y domingos de intenso trabajo, contexto de compromiso y de integración social que descuidó en muchos casos la formación de los menores de edad.

Así mismo, no se puede dejar de hablar del periodo especial. La crisis no fue solo económica sino también en los valores, vio emerger al individualismo sobre el colectivismo y ponderó en muchos casos más lo material que lo espiritual. Esa etapa nos dejó además una intención de sobreprotección de los padres con sus descendientes, de allí está heredada la frase “no quiero que ellos pasen el mismo trabajo que yo”.

En medio de todo ese panorama la familia está llamada a jugar un papel más activo en la educación de sus miembros más jóvenes. Esa célula continúa siendo insustituible, pues es allí donde se aprende a saludar, dar las gracias, ser limpio, honesto, puntual, correcto, hablar bien, no decir groserías, respetar a los semejantes, ser solidario, comer con la boca cerrada, no robar, no mentir, cuidar la propiedad ajena y ser organizado.

Es precisamente en el hogar donde se les enseña a las niñas y adolescentes que el ejemplo a imitar es el de “Patito feo” y no el de “Las Divinas”.

Cuando se habla de futuro la escuela tiene un lugar importante. A ella le corresponde la instrucción, enseñar matemáticas, lenguaje, ciencias, estudios sociales, inglés, geometría, entre otras materias, y reforzar los valores que los padres y madres han inculcado a sus hijos.

Bien sabemos que las instalaciones educacionales que tenemos son perfectibles y que hay algunos maestros que no son ejemplos, pero lo que no debe suceder, aún en esas circunstancias, es que el padre le quite la autoridad al educador o viceversa, porque la influencia de ambos está actuando sobre un mismo ser humano.

Antes en la escuela le decían a un niño “tienes que venir con tu mamá” y empezaba a llorar porque temía al regaño. Ahora hay infantes que amenazan a la maestra “se lo voy a decir a mi mamá”. Bien sabemos que la escuela juega un papel decisivo, pero sigue siendo la familia, ese lugarcito desde donde se hace y moldea al ser humano.

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