Sobre el tapete nuevamente el asunto de las sanciones contra Rusia por su supuesta participación en los sucesos de Ucrania, que tuvo que ver, según occidente, con la separación de Crimea de esta nación y su adhesión a Moscú, y el movimiento separatista de Donetsk y Lugansk, regiones mayoritariamente ruso parlantes, pero para nada se mencionó el golpe de Estado que derrocó al presidente Víktor Yanukovich, elegido democráticamente por el pueblo ucraniano, organizado por Occidente.

De antemano se conocía que la presencia del presidente Barack Obama en el cónclave cumplía otra vez la misión de presionar a la Unión Europea para que mantenga las sanciones contra los rusos y adoptar otras si fuera necesario, a pesar de que eso perjudique a los sectores industriales y agrícolas de las naciones europeas, porque como se sabe, Moscú aplicó como respuesta el veto agroalimentario a los productos procedentes de la UE, cuyas exportaciones significaban más de 20 000 millones de euros anuales.

Cuando los Estados Unidos está reclamando que el “grupo hable con una sola voz”, (desde luego que la suya será la más alta) de hecho está reconociendo que no todas las naciones apoyan, a pesar de que se han visto compulsadas a ello, las sanciones a empresas, sectores bancarios, militares y personalidades rusas, porque estas se vuelven contra sus propios intereses.

Aunque se dice que la decisión de hecho ya estaba tomada, algunas voces, como la de Alemania, cuyo comercio multimillonario con Rusia se ha visto seriamente afectado, dicen que están listos para nuevas medidas, pero creen que deberá hacer todo lo posible para avanzar en el proceso político iniciado en Minsk.

Como se recordará, fue  acordado un cese el fuego entre las partes beligerantes, el retiro del armamento pesado del frente bélico y el inicio de conversaciones de las regiones de Donetsk y Lugansk con el Gobierno de Kiev para definir el estatus de estas, proceso que se ha visto afectado por el reinicio de la violencia en el país que ya ha ocasionado unos 6 400 muertos y más de 16 000 heridos, además de los incontables daños materiales, que tienen en ruinas a la economía ucraniana.

Algunos observadores piensan que la insistencia de Washington en que se mantenga las medidas punitivas contra la nación rusa y se tomen otras nuevas, obedece a su frustración por los sucesos ucranianos, cuyo curso parece no haber sido el planeado por los organizadores de la asonada contra el gobierno legítimo de Kiev y de cuyo rumbo acusa a Moscú, y por lo menos, por esta vía, quiere hacerle pagar su supuesta culpa.

Sin embargo, en más de una ocasión el presidente ruso, Vladimir Putin, ha reiterado que su país es mediador y no parte en el conflicto ucraniano y que los mayores perjudicados han sido las naciones europeas con las sanciones que les han impuesto, porque además han obligado al pueblo ruso a diversificar su economía y a buscar nuevos rumbos para sus productos exportables, como los acuerdos establecidos  con la República Popular China para las exportaciones millonarias de gas.

Está claro que por esta senda de las medidas contra Rusia la Unión Europea transita un camino errado y contraproducente y demuestra además que carece  de políticas e ideas propias, por lo menos en este asunto, y no hace otra cosa que plegarse a los dictados de Washington, que en su pretendida hegemonía mundial retoma su retórica militarista en el empeño de romper la paridad militar con Rusia y cercarla de misiles en territorio europeo, lo cual aumenta la tensión en esa región y constituye una seria amenaza al actual orden mundial.

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