La inquietud se la debo a una de mis profes del diplomado en la Universidad; vaya mujer esta, qué capacidad la suya para poner de cabeza nuestro “perfecto” mundo con sus revolucionarias ideas.

Aun cuando la atención al adulto mayor es una prioridad del Ministerio de Salud Pública en Cuba, las demás esferas de la sociedad no están pensadas desde una educación óptima para tratar a una población envejecida.

Para nadie es un secreto que nuestra población muestra grandes síntomas de envejecimiento; el 25 % de los cubanos son adultos mayores, y según comenta mi profe el por ciento de los camagüeyanos que se encuentra en este rango de edad no dista mucho de estos números, siendo Guáimaro el municipio con el índice más elevado. Y por si fuera poco, cada día los que nacen son menos, pues las parejas no ven siempre la natalidad con buenos ojos.

La mayoría de las campañas, anuncios, programas sociales, espacios radiales y televisivos están destinados a los jóvenes, y es lógico que así sea, pues de ellos depende el futuro de la nación. Se habla por todas partes de alcoholismo, drogas, conductas antisociales, gustos y preferencias de este grupo etario; pero muy poco se dice de las barreras arquitectónicas, ambientales, civiles y educativas que nos impiden enfocar nuestras miradas y acciones en aquellos que muy pronto nos superarán en número.

Seguimos dando por sentado cuáles son sus gustos y preferencias, como si fueran una especie de producción en serie en la que nada los diferencia a unos de otros. El ideal de abuelito que nos empeñamos en construir en estos tiempos es sencillo: toma café aunque la presión arterial se lo impida, gusta de leer el periódico, apoyan en la formación de los nietos, algunos practican ejercicios y a otros la artrosis se los impide, invaden las colas de las bodegas, las farmacias y las placitas porque su encargo social es muy parecido al de un mensajero, de vez en cuando van a la década o al danzón, y nada mejor para las señoras que vérselas con las manualidades.

Así son, a grandes rasgos, los ancianos según nuestra nada realista visión. Lástima que no reconozcamos a los adultos mayores en esos que tienen que trabajar aun después de jubilados porque la chequera no alcanza, los que con cuerpos y almas cansadas vemos a diario en las tumultuosas guaguas para llegar a su destino que bien puede ser el hogar, el hospital o por qué no un simple paseo; los que tratan de adaptarse al nuevo mundo de las tecnologías para no quedarse atrás, los que en cada esquina brindan sus consejos a base de experiencia y que a muchos parecen caprichos.

Como a mi profe, a mí también me preocupa el futuro; ese en que seremos ancianos nada conformes con las manualidades, el danzón o la década, porque necesitaremos una biblioteca al alcance de la mano, un celular y una computadora con conexión a internet. Me pregunto si nuestra sociedad para ese entonces podrá afrontar, mejor que ahora, a esta nueva especie de adultos mayores en constante evolución.

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