Rememoro mi adolescencia y primera juventud, en el mismo escenario y con las amistades de la infancia; las primeras fiestas de 15, las primeras declaraciones de amor, todo un período digno de evocar.

Mas, también se me ocurre pensar cómo hubiese sido, si en lugar de vivir de esa manera hubiera salido embarazada antes de cumplir los 20 años. Y ni siquiera lo puedo imaginar, esa es la verdad.

Esos años de estudios primarios y secundarios son, primero, para estudiar, sin olvidar la recreación, los andares propios de la edad, las amigas y amigos, y sobre todo la familia, esa que guía, apoya y ayuda. Sin ser especialista en el tema sé que la adolescencia trae consigo diversas actitudes y hasta exceso de sueño en no pocas ocasiones, por eso me pongo en el lugar de una muchacha muy joven con deseos de dormir, de compartir... y, en lugar de ello, tener que ocuparse de su bebé, amamantarlo, arrullarlo cuando llore a cualquier hora. Por mucho que lo adore siempre va a pensar que el sacrificio es mucho, cuando en realidad ese sacrificio —excúsenme la repetición de palabras— nunca va a ser demasiado.

Durante el 2014, en la provincia de Camagüey, de 8 333 captaciones de embarazos, 1 576 fueron en menores de 20 años, el 18,91 %; entre los municipios de mayor repercusión encontramos a Jimaguayú, Santa Cruz del Sur, Esmeralda y Nuevitas. El embarazo a edades tempranas en el primer trimestre del 2015 se mantiene en números, más o menos como los del 2014. De 2 547 gestantes registradas, 482 fueron muchachas menores de 20 años, cifra que significó el 18,9 %.

Es imposible tratar este tema sin abordar el aborto, por lo general un asunto lleva al otro. Las jóvenes, no pocas veces incitadas por su pareja, optan por la interrupción de su estado de gestación como método anticonceptivo, craso error, pues puede dejar secuelas tremendas, incluso la infertilidad, y a la hora de querer parir entonces no pueden.

Tomando como referencia el número de abortos por cada 100 partos durante el primer trimestre del año en ese grupo etario, ascendió de 107,8 (282 interrupciones) a 133,1 (335), indicador muy elevado, aparejado a sus consecuencias negativas. Los municipios de Guáimaro, Camagüey y Carlos Manuel de Céspedes son los que más casos aportan. Y por encima de la media provincial están Sierra de Cubitas, Jimaguayú, Florida, Santa Cruz del Sur, Guáimaro, Najasa y Esmeralda.


Resulta ilustrativo saber que 157 estudiantes de secundaria básica han causado baja por estar embarazadas; otras 109 salieron del sistema educacional porque parieron. Esto no queda ahí, más tarde, con escasa o ninguna educación, tienen menos aptitudes y oportunidades para encontrar un trabajo, con el consabido costo económico para el país, puesto que se pierden los ingresos anuales que una mujer joven hubiera ganado a lo largo de su vida, de no haber enfrentado un embarazo precoz e incluso, en no pocos casos, se convierten en una carga para la asistencia social.

Sépase que este problema atañe al mundo entero. Unos 16 millones de muchachas entre 15 y 19 años paren cada año, en su mayoría en naciones de bajos o medianos ingresos, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y las complicaciones asociadas al estado de gestación y el parto son la segunda causa de muerte entre las jóvenes.

Los llamados abortos peligrosos, que son todos, ascienden a tres millones anuales, y los bebés hijos de adolescentes se enfrentan a un riesgo considerablemente superior de morir que los nacidos de mujeres de 20 a 24 años. Además, dichos recién nacidos tienen una mayor probabilidad de registrar bajo peso al nacer, con el consiguiente riesgo de efectos negativos en su desarrollo a largo plazo.

En otros casos, y pese a todo lo que el Estado cubano realiza en cuanto a la educación y promoción de Salud, hay quienes no saben cómo evitar el embarazo, y en muchos, yo diría que demasiados, el varón, que quiso tener sexo sin protección a toda costa, la deja sola y se desentiende del asunto, como si a él no le tocara, lo cual es violencia de género.

Disímiles pueden ser las acciones a adoptarse por Salud Pública, Educación, pero la familia es insustituible. Esta tiene que desempeñar un papel preponderante. Allí, en el hogar, es donde se aprenden los hábitos de conducta, respeto, qué es mejor y qué no. Y vuelvo a mis primeros años. La madre que he logrado ser de adulta, no habría sido la misma entonces. El amor, estoy segura, habría sido el mismo; sin embargo, el sentido de la responsabilidad, no.


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