No se concibe la prosperidad en la isla sin una creciente participación de ese sector en el Producto Interno Bruto (PIB), mediante el incremento de sus resultados, máxime si se tiene en cuenta que no menos de dos mil millones de dólares se invierten cada año en la importación de alimentos que esta isla puede producir.

Actualmente el país implementa un nuevo modelo de gestión en su agricultura, el cual busca  la descentralización de las producciones destinadas al consumo local, la sustitución de importaciones y la estimulación de las exportaciones.

También incluye la actividad agroforestal y la estrategia adoptada  en cuanto al cambio climático y, de manera especial, el empleo de la ciencia y avanzadas tecnologías y la innovación en la producción.

En estos momentos más de un millón de cubanos están involucrados en la agricultura urbana y suburbana, entre ellos no menos de 10 mil profesionales universitarios y más de 44 mil técnicos de nivel medio, según destacó el ministro de Agricultura, Gustavo Rodríguez, en un congreso internacional sobre esa forma de gestión efectuado en esta capital.

En el foro, que discurrió del 15 al 17 de abril en el Palacio de Convenciones, participaron representantes de 25 países y de más de  37 entidades nacionales, quienes debatieron unas 200 ponencias orales y escritas, seis conferencias magistrales y tuvieron la oportunidad de asistir a tres cursos pre-congreso, relacionados con el quehacer en ese tipo de producción.

Al igual que otras naciones de la región, Cuba no ha estado al margen del acelerado proceso de  urbanización que caracteriza la época, desde  los finales del siglo anterior hasta el presente, con sus impactos directos en la seguridad alimentaria y nutricional; la disponibilidad de agua y la generación de ingresos económicos.

Cuando en 1987 el país impulsó la  agricultura urbana y periurbana (suburbana), carecía de una visión objetiva del aporte considerable que este tipo de gestión productiva en el agro podría realizar en cuanto a  reducción de la vulnerabilidad alimentaria, la generación de empleos y otros beneficios.

Ese movimiento resultó muy convincente poco tiempo después cuando sobrevino en el país el llamado período especial, tras la desaparición del socialismo en la Europa del Este, y de la antigua Unión Soviética, por su contribución a la sobrevivencia ante la falta de recursos para producir alimentos y su impacto positivo en el  aporte de vitaminas y minerales, indispensables para el mantenimiento de una buenas salud.

A partir de ese momento se fue articulando como un movimiento participativo popular, de carácter productivo extensionista, que se vale de tecnologías  de producciones sostenibles, con recursos locales y sin el empleo de productos químicos.

En opinión de la directora de Ciencia e Innovación Tecnológica del Ministerio de Agricultura, Marisela Díaz, este tipo de plantaciones conjuga las  experiencias y tradiciones y representa un sistema de trabajo coordinado que permite resultados productivos ascendentes.

Por ejemplo, el país produjo en 2014 cerca de un millón 300 mil toneladas de hortalizas y vegetales en organopónicos y huertos intensivos.

Esta forma de cultivo urbano y suburbano contempla los objetivos y enfoques de la internacionalmente denominada agricultura familiar, a la cual por su papel decisivo en la producción de alimentos la ONU dedicó el año 2014, a través de su organización correspondiente, la FAO, y de otras organizaciones internacionales radicadas en Cuba y vinculadas con la esfera.

Cabe destacar que el  Programa  Integral de Agricultura Urbana  y Suburbana tiene como característica fundamental una dirección colegiada que cuenta como  núcleo central con un Grupo Nacional formado por representantes de instituciones científicas de los ministerios relacionados con la producción, el procesamiento y la distribución de alimentos.

Tal equipo, encabezado por el jefe del Programa, Adolfo Rodríguez, director general del Instituto de Investigaciones Fundamentales de la Agricultura Tropical (Inifat), desarrolla su trabajo con un estilo dinámico que permite llegar hasta la base.

También logra discutir directamente con los productores y llevarles un mensaje de extensionismo técnico que proporciona los conocimientos para alcanzar altos rendimientos agrícolas y diversidad de ofertas a la población.

Este contacto directo y rápido hace posible la retroalimentación y  el conocimiento de las necesidades técnicas y en la búsqueda de soluciones apropiadas en cada lugar.

De acuerdo con Díaz, el desafío  actual en la esfera es lograr una mayor conexión de las instituciones científicas con las organizaciones económicas en la aplicación  de la ciencia, la tecnología y la innovación de manera eficiente y competitiva.

ESTRUCTURA PRODUCTIVA

Para la producción de hortalizas y vegetales frescos se cuenta hoy con más de 11 mil unidades entre organopónicos, huertos intensivos y  semiprotegidos, que disminuyen la radiación solar hasta 30-33 por ciento para incrementar la calidad de los frutos en épocas de primavera y de verano, precisa a Prensa Latina el secretario ejecutivo del Programa, Nelson Campanioni.

El también subdirector del Inifat indica que  esa estructura  ocupa un área de ocho mil 234 hectáreas, mientras que se aspira a alcanzar las 10 mil en el venidero año.

Se dispone además de no menos de 500 mil patios y parcelas, así como de más de 90 mil fincas integrales.

El patio -explica Campanioni- es donde se practica la producción de alimentos atendida por una familia que reside en el lugar.

La parcela -agrega- se refiere a terrenos  de la ciudad y su periferia, en los que la labor es realizada por familias que residen en otra parte, por carecer de viviendas en su área.

Uno de los objetivos de la agricultura urbana es crear fuentes de empleo. Producen en áreas donde se aplican tecnologías agroecológicas y mediante un profundo sentido de sostenibilidad territorial, al desarrollar parte de sus semillas, y del abono orgánico e  insumos contra plagas.

Según el directivo, la agricultura suburbana dispone de más de 90 mil fincas integrales, en las que se desarrollan diversos cultivos, principalmente de frutas, y se practica la cría de animales y la actividad forestal.

Organizada en cooperativas, ésta se realiza en un radio de 10 kilómetros en las capitales provinciales,  de cinco en las de los municipios y hasta dos kilómetros en los restantes pueblos y ciudades.

Existe además la agricultura convencional o de polos productivos, que radica en grandes áreas y posee tecnología industrializada.

Un aspecto fundamental es que ninguno de estos tres sistemas productivos compite entre sí, sino que entre todos se complementan.

Los vegetales se producen en los orgapónicos y huertos intensivos y semiprotegidos de la agricultura urbana, los frutales y la crianza de ganado en la agricultura suburbana y las grandes producciones en la convencional o de polo productivo.

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