Ahora, Roberta Jacobson, subsecretaria del Departamento de Estado para América Latina, durante una conferencia de prensa, en el Centro de Estudios Brookings, de la capital estadounidense, al abordar los asuntos de la VII Cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá los próximos días 10 y 11, ha expresado su “decepción” por la reacción provocada en Latinoamérica por las sanciones y decretos injerencistas contra la patria de Chávez. 

Se ha quejado del ejercicio de la solidaridad basado en la “retórica” y que el tono que están utilizando los líderes latinoamericanos “demoniza” a los Estados Unidos como si este fuera la fuente de los problemas que tiene Venezuela.

Sinceramente, me pregunto qué reacción esperaba la señora Jacobson de Venezuela o de cualquier otro país latinoamericano que lo acuse el Presidente de la mayor potencia militar de esta época de ser “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional de los Estados Unidos” de Norteamérica.

20 años antes se sabía lo que vendría después de una declaración como esa, que sería algo como lo que sucedió en República Dominicana, contra Caamaño, en Panamá, contra Noriega, en Granada y otros pueblos de la región que vieron pisoteado su suelo por los marines y muerto a cientos de sus ciudadanos bajo el fuego de la metralla.

Es natural que ahora se espere algo similar, o una acción bloqueadora, como la aplicada a Cuba, o las “guarimbas” desestabilizadoras, porque a veces da la impresión de que los gobiernos norteamericanos permanecen detenidos en el tiempo, si tenemos en cuenta la reiteración de políticas con Latinoamérica y el Caribe que hace ya mucho tiempo quedaron en desuso, que la etapa de la doctrina Monroe y del garrote y la zanahoria y el hacer y deshacer impunemente en su considerado traspatio, ya no funciona más.

No se trata solo de solidaridad “retórica” entre las naciones del área, sino que ya hace más de una década que se viene materializando una integración de pueblos y gobiernos dispuestos a defender su soberanía e independencia a cualquier costo y contribuir al mismo tiempo al desarrollo y solución de sus necesidades vitales, como la lucha por el auge de la economía, contra la pobreza, la preservación de la salud y el fomento de la educación.

Como se enterró el ALCA, (Tratado de Libre Comercio de las Américas) que quiso imponernos, se levantan cada día actas de defunción del neoliberalismo, que es la carta de triunfo del imperialismo, pero que solo trae a los pueblos hambre y miseria y subdesarrollo, pero frente a el se levantan el ALBA ( Alianza Bolivariana para los Pueblos de América-TCP) la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), UNASUR, MERCOSUR , organismos integradores para preservar la paz, la complementariedad en el  desarrollo económico y comercial de la región.

Es muy probable que en el transcurso de los días la señora Jabconson reciba otras decepciones, como la que seguramente le deparará en la VII Cumbre, la entrega por el presidente Nicolás Maduro a su par Barack Obama de los 10 millones de firmas con las que los venezolanos piden la derogación de su  Decreto Ejecutivo ya.

Parece igualmente que en contra de su deseo expresado en la citada conferencia de prensa, Venezuela y las amenazas estadounidenses ocuparán un lugar preferencial en los debates y en los foros y Cumbre de los Pueblos que se celebrarán paralelamente o en los días próximos.

Y desde luego, que en este concierto latinoamericano y caribeño no faltará la voz de Cuba.

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