Sin embargo, la jerarquización del bloqueo bien que la ponen en duda todos los días las embarazadas mayores de 37 años o con patologías detectadas por ultrasonidos, que no pueden hacerse los estudios cromosómicos porque no hay acceso al medio de cultivo completo AMNIOMAX, o los más de 22 872 estudiantes con necesidades educativas especiales que no pueden utilizar al máximo, pues se dificulta el acceso a materias primas, insumos y tecnología nueva de máquinas, herramientas, instrumentos y utensilios, talleres docentes dedicados a su preparación para la plena integración social y laboral.

No voy a seguir enumerando ejemplos, que por sí solos tocan tierra y a los más mortales cubanos de alguna u otra forma. Sobre todo cuando estos más de 50 años de injusta y férrea política extraterritorial califican como un acto de genocidio, en virtud de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948, y en un acto de guerra económica, de conformidad con la Declaración relativa al derecho de la guerra marítima, adoptada por la Conferencia Naval de Londres de 1909.

Es cierto, hoy el escenario es muy diferente después del 17 de diciembre del 2014. Sin embargo, todos los buenos deseos, extendidos de un lado y del otro del bloqueo, no pueden caer en ingenuidades. Obama lo dejó muy claro, es un cambio de política ante el fracaso de la que solo llevó a su gobierno y a sus predecesores al aislamiento.

Tampoco podemos ignorar que todo esto sucede ante el mismo Estado que 56 años atrás decidió su rumbo, y con la generación que lideró el proyecto aún al frente de la nación.

El Presidente estadounidense puso sobre la mesa medidas diplomáticas centradas en el restablecimiento de relaciones, algo para lo que incuestionablemente tendrían que abrir los servicios financieros a la sede diplomática de Cuba en Washington, retirar a Cuba de la Lista de países patrocinadores del Terrorismo Internacional y cambiar la conducta de los diplomáticos de EE.UU. en observancia a las normas del derecho y las convecciones internacionales con respecto a nuestro país. Además de la definición de los límites marítimos en el Golfo.

En fin, apertura de embajadas, visitas de alto nivel, y el intercambio de embajadores; algo que, entendiendo que estos funcionarios en el caso del Norte los nombra el Congreso, pudiera provocar que durante un tiempo hubiera sede y no habitantes de la misma en La Habana.

Normalizar las relaciones significa mucho más, pues tendrían que devolver la base naval de Guantánamo, cesar las transmisiones de TV y Radio Martí, compensar a nuestro pueblo por los daños ocasionados por el terrorismo y el bloqueo.

Esta última una política que por más que quieran edulcorar no se ha flexibilizado ni un ápice, sobre todo cuando tanto puede hacer Barack Obama por ello dada sus facultades ejecutivas para vaciarlo, pues eliminarlo de un tajo es algo que desde la aprobación de la Ley Helms-Burton quedó como facultad del Congreso.

Hoy, podría eliminar el límite al valor de los productos que pueden ser importados desde Cuba por los viajeros estadounidenses que visitan el país, para uso personal o como regalos, autorizar que los aviones cubanos vuelen a Estados Unidos; en materia de comercio, permitir que Cuba importe desde terceros países productos que contengan más de un 10 % de componentes norteamericanos, así como autorizar las exportaciones de otros productos estadounidenses y permitir las importaciones en EE.UU. de servicios o productos cubanos, incluyendo aquellos manufacturados en terceros países que contienen materias primas cubanas como níquel o azúcar.

Se podría comprar materia prima necesaria para producir medicamentos, así como la comercialización de otros como el Heberprot-P y el Nimotuzumab, anticuerpo monoclonal para tratar el cáncer de cabeza y cuello avanzados.

Estaría permitido el uso del dólar estadounidense en las transacciones internacionales de Cuba, y habría consentimiento para que estas se realicen a través del sistema bancario de Estados Unidos cuando provengan de operaciones nuestras con terceros países.

Además se podría revisar la política de persecución financiera contra la Isla, que incrementa el temor de los bancos de terceros países a operar con Cuba o a ejecutar transferencias bancarias a favor de empresas u organizaciones cubanas.

Entonces estaríamos hablando de un cambio con respecto a una política que viola el Derecho Internacional, contraria a los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, que constituye una transgresión al derecho a la paz, el desarrollo y la seguridad de un Estado soberano; un acto de agresión unilateral que viola, además, los derechos soberanos de muchos otros estados por su carácter extraterritorial.

Este es el punto neurálgico en el proceso de normalización de relaciones que Cuba no dejará de denunciar, y que según se desarrolle requerirá, una vez más, la presentación del tema ante Naciones Unidas, y el continuo apoyo internacional, sobre todo de la sociedad norteamericana. Por tanto, el bloqueo es cosa de todos.

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