El calendario resulta la excusa perfecta para cuanto mito se pierde por ahí. Que si es martes 13 no te puedes casar; si 14 de febrero, todo lo contrario, porque es el día del amor; que el Día de las Madres hay que comprar una postal en el correo, con la clásica flor y frase de lo que se supone son las madres. El calendario, como invención humana al fin, se presta para la costumbre, sea buena o mala; para las creencias, positivas o negativas.

Por eso, aunque el 31 de diciembre y el 1ro. de enero constituyen días normales, como otros, la convención social y un poco la fe, dictan que llega un nuevo año y las cosas tienen que cambiar.

Mas, los que cambian no son los años, somos nosotros; los mismos que ponemos trabajo y esfuerzo para transformar. Sin embargo, en ese mosaico de credos que casi todos los cubanos llevamos dentro, aparece siempre una lucecita que nos dice: “este sí va a ser el año” y no está mal soñar, proyectar, organizar, pues Lennon sabía que no somos los únicos soñadores del mundo. Cada cual imagina el futuro a su modo, con sus metas y esperanzas.

Yo sueño una Cuba mejor para el 2023, y uso el “yo” optimista de no sentirme la única. Sueño con la unidad nuestra, no como consiga de los Primeros de Mayo ni como lección de historia en los libros de texto, con la unidad de acción en lo que hacemos los cubanos. Sueño con una nación más inclusiva, respetuosa y educada; donde las personas puedan amar y ser amadas. Sueño con que los cubanos puedan emigrar o viajar sin tener que pasar penurias en el cruce de un río.

Aspiro a una Cuba más joven, más productiva, más laboriosa; en la cual haya soberanía y haya alimento; haya leyes novedosas y haya implementación de las mismas. Una nación donde no se deje de creer en la inteligencia y en la ciencia, en el que la salud supere los baches complejos que ha debido llevar y la educación se perfeccione a tono con los tiempos que vivimos. En ese país que sueño, es mayor el poder adquisitivo de las personas, y todos podemos comer un pedacito de cerdo en fin de año, aunque suene iluso.

Pero sobre todo, en ese lugar, le dan una casa a otro desamparado por la vida, y se sigue salvando la vida de niños enfermos en la terapia intensiva y se ayuda a alguien a salir del fango. Porque hay cosas que nunca deben cambiar.

Un país sin bloqueo, cuánto haría mi país sin bloqueo. Sueño con una Cuba más independiente de los mandatos del capitalismo; un sitio más próspero y abierto, donde se les dé el lugar que merecen a la comunicación, a la agricultura y al pensamiento estratégico de la economía, siempre con fines políticos. Porque en otros países no, pero en este, socialista, la economía no puede desoír al pueblo.

Sueño, cómo no hacerlo, con precios más bajos, menor corrupción y delito, con gestiones más favorables a la gente y menos, a la burocracia.

En 2022 algunos celebraron con pollo o con nada, o con un dominó y alegría; otros quemaron el muñeco de las 12 como si incendiaran lo malo; desde ahora habrá quien se rinda y quien decida continuar soñando.

El calendario marca el inicio del 2023 y los sueños no bastan; tenemos todos que remangar la camisa y trabajar duro, para labrar el futuro, el mío, el tuyo, el nuestro, el de toda la gente que sueña; por la esperanza más verde de todas de que el mañana siempre será mejor.