CAMAGÜEY.- Los cafés suben de 15 a 20 pesos en solo horas; la carne de cerdo anda por las nubes; a los paquetes de pan para mantenerlos al mismo precio les restan unidades y si hasta ayer eran ocho, hoy son seis por igual cantidad de dinero; el tomate, aunque después bajó, rompió récord y se llegó a cotizar a 150 pesos la libra, un pepino por veinte pesos; un pan con lo que sea supera todos los cálculos posibles. En fin: productos esenciales para la vida se vuelven inaccesibles para quienes viven de su salario.

En el diseño del reordenamiento monetario se previó el déficit de oferta, el incremento de los ingresos y el aumento de los costos, pero la realidad ha sido mucho más dura de lo previsible. En diciembre del año 2020, la comisión de implementación calculaba que las ventas totales se incrementarían 1.6 veces. “Una variable donde el salario crezca 4,9 veces y los precios 1,6”, explicó entonces Marino Murillo. Sin embargo, fue solo eso, un cálculo. Al cerrar el año 2021 la inflación en Cuba andaba por el 70 %, según cifras oficiales, debido a que tanto particulares como estatales incumplieron ese diseño.

Aplicar la ley de oferta y demanda en la Cuba actual se traduce en un incremento sostenido de los precios, pues el mercado no se autorregula debido a que aquí la demanda siempre es mayor que la oferta y la escasez resulta ganancia para unos pocos a costa de las necesidades de muchos.

La situación empeora si la única vía para acceder a muchos de los productos básicos está en las tiendas que venden en moneda libremente convertible (MLC) e incluso esta es también la alternativa que utiliza el sector privado para hacerse de las provisiones necesarias en el ejercicio de su actividad autorizada en el mejor de los casos o simplemente para revender a precios exorbitantes lo que la mayoría no puede adquirir por no tener una manera formal de acceder a las divisas.

Ello hace que la tasa de cambio informal se dispare, además de que el 1x25, establecido por el Estado como tasa, al no haber una posibilidad real de cambio, es como si no existiera. Esto ha traído consigo que trabajadores por cuenta propia exijan pagos en MLC por sus servicios y que las personas se pregunten: ¿eliminamos verdaderamente la dualidad monetaria? También varias empresas han impuesto cobros en divisas, tanto a entidades similares como a privados, tal como advirtieron no debe ocurrir el ministro de Economía Alejandro Gil y el presidente Miguel Díaz-Canel en el tercer pleno del Comité Central del Partido y en el último período ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

La oferta estatal en pesos cubanos es prácticamente nula, incluso producciones de la industria nacional destinadas a ello hoy nada más aparecen en divisas, cuando primero debieran cumplir sus responsabilidades de garantizar la venta en el mercado al que acceden las mayorías. Así pasa, por ejemplo, con obtenciones de mini-industrias como Taoro o de la Empresa Ceballos, y poducciones locales que hace un año estaban hasta en una bodega para la venta liberada. Estas desviaciones generan mayor desabastecimiento y un aumento desmedido de la inflación.

¿Cómo ponerle el cascabel a la situación? No basta solo con el combate y la denuncia de la población que muchas veces no tiene opciones y termina comprando a precios especulativos y abusivos. El Estado tiene la responsabilidad de regular los márgenes de ganancia y asegurar la trazabilidad de los costos, tal como funciona en el mundo, y si fuera necesario volver a topar algunos, sobre todo los de los renglones más sensibles.

Todo el mundo quiere tener utilidades, pero no siempre lo hace a partir de la producción de nuevos bienes o de la prestación de servicios de calidad y resulta inconcebible que lo hagan aprovechándose de las necesidades del pueblo trabajador.

¿Quién le pone freno al precio del café, la carne, el pan, las viandas y frutas, quién le dice a un niño que no va a comer las galletas que le gustan porque su precio sobrepasa los 150 pesos?

El escenario económico de Cuba precisa de múltiples acciones, sin embargo en el control de los precios y en el control de la espiral inflacionaria que ni siquiera nos ha dejado disfrutar el impacto del incremento salarial, radica la mayor de sus urgencias. Ahí nos va, aunque parezca exagerado, la credibilidad del modelo, y de nuestro sistema social.