CAMAGÜEY.-Así como los grandes árboles promueven su crecimiento con la energía solar, las ideas generadas en los Congresos del Partido constituyen un alimento para la Revolución cubana. Del tronco de esos encuentros se definen nuevos cursos para el desarrollo de la nación. Se plantean destinos que serán fieles a sus raíces, a las voluntades por aunar a los cubanos como lo quiso José Martí.

“Qué hermosa realidad que la Patria tenga hoy lo que no tuvo en el ‘68, lo que no tuvo al advenimiento de la independencia, lo que no tuvo en el ‘33, (...) una colectividad política unida, ideológicamente equipada, que sea guardián del futuro (...)”, dijo nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro, durante la Asamblea de Balance de la Provincia de Oriente, en 1974. La propia historia, en su calidad de testigo perenne, guarda la esencia de esos cónclaves, impulsores de la unidad.

Con la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PRC), nuestro Héroe Nacional, José Martí, colocó el primer bloque para la edificación del camino hacia un bien común. Aquel 10 de abril de 1892, el Apóstol estableció una senda de libertad para la emigración cubana y quienes desde la isla estaban dispuestos a empuñar el machete contra la metrópoli española.

Las bases del PRC eran una fase definitiva de cuánto se había hecho, en las contiendas anteriores, para lograr una acción común en el campo de batalla. Las carencias ideológicas y organizativas, en momentos como la Asamblea de Guáimaro o la de Jimaguayú, se superaron con la oportuna unificación de criterios y la indiscutible guía de El Maestro. Luego de la gesta del 1ro. de enero de 1959, se mantendrían vivos esos esfuerzos.

Con el legado de la obra martiana y los aportes del quehacer de Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, el nacimiento del Partido Comunista de Cuba (PCC) surgió como continuador de la labor unificadora. Fidel se refirió a que la herencia de quienes nos antecedieron fue “por la que suspiraron los combatientes durante casi un siglo, desde la lucha de Yara, hasta los heroicos enfrentamientos contra el machadato, y que (…) formaron (…) una doctrina científica, una filosofía, político-revolucionaria: el marxismo leninismo”.

Si en los tiempos de antaño los escenarios de pugna eran contra la colonia española, en la actualidad el campo de batalla se cierne en el plano ideológico versus la injerencia del gobierno norteamericano. Una de las políticas dirigidas a estrangular nuestro sistema socialista ha sido la imposición del bloqueo económico y comercial durante más de seis décadas. Sesenta largos años que han significado un sacrificio mayúsculo para nuestro pueblo, y que aumentó con el debacle de la Unión Soviética en 1991.

La visión inmensa de José Martí se convirtió en un pueblo. La ansiada unidad que a su juicio debía trascender estatus sociales, rangos militares, razas, sexos, religiones… alcanzó su máxima expresión con el PCC. En ese sentido, el liderazgo de Fidel, siempre determinante, se evidenciaba a su vez en la acertada fraseología del más universal de los cubanos: “La unidad de pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de la opinión, es sin duda una condición indispensable del éxito de todo programa político”.

Durante la clausura del Primer Congreso, efectuado del 17 al 22 de diciembre de 1975,al que asistieron unos 3 166 militantes y 86 delegaciones internacionales, el Comandante en Jefe comunicó en la Plaza de la Revolución, ante una grandiosa concentración ciudadana, el serio propósito de adentrarse por el nada fácil, pero valiente sendero del comunismo: “(…) Y lo que nuestro pueblo siente , experimenta en este acto, es esa sensación de seguridad, de continuidad histórica que brinda nuestro Partido; lo que (…) quiere expresar el día de hoy es que se siente y que comprende que la Revolución es más fuerte y (…) más segura que nunca”.

De aquel histórico momento quedaron suscritos diversos acuerdos entre los que destacó el fomento de la solidaridad con los países progresistas y los movimientos revolucionarios de África y de Puerto Rico, los objetivos de trabajo para el quinquenio 1976-1980 y el compromiso espiritual de los habitantes de la nación con el avance del proceso revolucionario.

A 129 años de la creación del PRC, y 46 desde las primeras sesiones de labores de los comunistas, como tributo a los héroes y mártires de Playa Girón, el Octavo Congreso, del 16 al 19 de abril, bajo el lema El Partido es el Alma de la Revolución, constituyó otra cita trascendental para la nación.

Aspectos vitales para el desarrollo como los Lineamientos Económicos y Sociales, la Unión de Jóvenes Comunistas, la situación de la política de cuadros y las peculiaridades del complejo contexto actual para la labor ideológica promovieron intensos debates; todos, sin dudas, enriquecerán el tronco de nuestro árbol sagrado, ese que nos une cuando pronunciamos la palabra Patria.