Todo comenzó, aparentemente, con el incendio del palacio de Gobierno en la ciudad de Iguala por los estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos y vecinos del lugar, donde se dice que la esposa del alcalde José Luis Abarca,  María de los Ángeles Pineda( ambos detenidos por su complicidad en los hechos) preparaba su acto electoral de presentación a esas lides, motivo por el cual la policía municipal arremetió con saña contra los manifestantes, dejando un saldo de seis muertos y varios heridos, y los 43 alumnos detenidos que fueron conducidos a la comisaría y posteriormente entregados al cartel “Guerreros Unidos” con la aclaración de que pertenecían a la banda “Los Rojos”, enemigos mortales de Guerreros.

Según declaraciones del Fiscal General de la República, por una conversación interceptada entre un lugarteniente apodado el “Gil” y el supuesto líder de “Guerreros Unidos” nombrado Sidronio Cosarrubias, el primero decía al jefe :” Lo hicimos polvo y lo echamos al agua ” en alusión a que los estudiantes habían sido quemados en una pira gigante en el basurero Cocula y luego sus cenizas habían sido arrojadas al río San Juan.

Esta parece ser la versión más próxima a los hechos, pero como los restos encontrados en dicho basurero, por los calcinados de los huesos dificultan en extremo la identificación mediante el ADN de a quiénes pertenecen, la Procuraduría de la República y los dolientes se niegan a aceptarla hasta que no aparezcan pruebas más concluyentes.

Tal masacre no es extraño que haya ocurrido precisamente en el estado de Guerrero, donde confluyen en la actualidad los principales males que aquejan al país azteca, como son el caciquismo, la desigualdad, la pobreza extrema, la corrupción y la impunidad, situación a que no son ajenas las múltiples fosas encontradas, con decenas de cadáveres, mientras se busca a los estudiantes desaparecidos.

Tampoco es extraño, que hayan sido precisamente los normalistas, los estudiantes, como todo indica, asesinados bestialmente, ya que estos en su lucha por la supervivencia, pues de las 46 escuelas iniciales en la nación para formar maestros rurales y dar clases en las zonas más marginales, solo quedan en la actualidad 15, han desarrollado un espíritu de rebeldía ante las lacras que azotan la sociedad en la que les ha tocado vivir, manifestándose y protestando cuando lo consideran necesario.

En el compás de espera abierto, en el cual el presidente López  Peña, ( que justificó la represión policial de las protestas ) se reunió con los familiares, se ha visto obligado a  hacer declaraciones y a reiterar que el crimen no quedará impune, pero las manifestaciones se suceden y los familiares de las víctimas continúan reclamando el regreso de sus seres queridos, hasta el punto de anunciar para el próximo día 20, una marcha nacional, y muchos consideran que tan estremecedora matanza ha sido la gota que colmó la copa del espiral de violencia en México.

Se recuerda que a partir del recrudecimiento de la guerra contra el narcotráfico por parte del gobierno, en el país han muerto más de 85 mil personas y otras 14 mil permanecen desaparecidas, todo lo que parece indicar que dicha ofensiva no ha obtenido hasta ahora los resultados de pacificación que esperan los mexicanos.

Que la violencia genera más violencia ha quedado demostrado a través de la historia. Si se quiere combatirla hay que ir a las raíces que la alimenta, y en la nación azteca hay mucha tela por donde cortar en este sentido y si se quiere llegar al fondo, debe seguírsele el rastro al Tratado de Libre Comercio firmado con los Estados Unidos y Canadá y que ha convertido a México de exportador de productos del agro, como el maíz, en importador neto, porque los pequeños y medianos productores han sido arruinados por la invasión de sus mercados a precios más atractivos, sembrando la pobreza en los campos mexicanos y cuyos campesinos  tienen que buscar otras vías de sustento que no siempre son las más aconsejables para ellos y para el país.

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