CAMAGÜEY.- Hace unos días publiqué en un post de Facebook que me preocupaba la OEA como árbitro de las elecciones en Bolivia, así lo puse también en mi último comentario (publicado el sábado en la página 2 de la edición impresa de Adelante): “Bolivia resulta un punto y aparte, el guion estaba fijado hace rato: Evo, el favorito, ganó; la estrategia de la derecha siempre fue jugar a la desestabilización y al desconocimiento de los resultados. Esa película todavía no tiene fin, menos ahora que el gobierno, ingenuamente, llamó a los observadores de la OEA para que supervisaran los resultados. Esa jugada pudiera salir cara”, literalmente metió el lobo en la casa.

Pues le salió cara la jugada, a las horas de haber entrado “esa cosa tan fea” a Bolivia, ya estaba el informe, “es improbable estadísticamente que Evo Morales haya ganado las elecciones en primera vuelta”, ¿alguien esperaba algo diferente? Ese era el marco aparentemente legal que necesitaban los líderes del Golpe, Carlos Mesa y Luis Camacho para finalmente consumarlo, este último la construcción perfecta de un líder, religioso, evangélico por demás, opuesto a la pluralidad de naciones y al papel que recobraron los pueblos originarios durante estos trece años. Sinceramente a muchos nos cuesta trabajo entender su renuncia, sobre todo cuando se tienen otros ejemplos que ante situaciones similares su respuesta ha sido otra.

A mí entender uno de los errores de Evo en las primeras horas del golpe fue desmovilizar a su gente. No era una opción y se quedó solo. Así mismo desde antes de las elecciones el escenario ya era complicado, hubo mucha plata por delante para dividir el voto indígena. También el característico desgaste después de trece años de gobierno y un MAS que no fue distinto a otros movimientos políticos de la izquierda regional y se separó de las masas, influyeron en que los pobres de Bolivia se dejaran tomar las calles, olvidaran qué era ese país antes de la llegada del progresismo y ello terminara con la renuncia del presidente.

Aunque algunos analistas coinciden en que Evo, después del No rotundo del referendo para modificar la Constitución y poderse relegir, no debió presentarse a las elecciones, lo cierto es que la dupla Morales-García Linera ganó la primera vuelta y supuestamente sacó el 10% que constitucionalmente le da la silla presidencial. También es real que toda la campaña que sustentó durante años la cohesión de las masas fue la lucha por una salida al mar en la que finalmente la Corte de la Haya dictaminó que no procedía, los movimientos de la izquierda boliviana se demoraron en volver a construir otro relato. Estos pueblos tienen que tener algo por lo qué luchar y mantener la movilización constante.

Qué le espera ahora a la nación andina, regresar a la inestabilidad política del primer lustro de este siglo, el lawfare y la persecución a los líderes de la izquierda. La muerte y los desaparecidos. Además volverán a ser una de las naciones más pobres del continente. Durante trece años el PIB creció de 9 mil millones a 40 000 millones, la pobreza extrema se redujo de 38% a 15%, el desempleo decreció de 8,1% a 4,2% y el salario mínimo se quintuplicó de $60 a 310 dólares.

América arde. Chile, Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua y Haití se incendian en protestas. Claro, cada observador las ve según su conveniencia e intereses: las aplaude cuando son contra los gobiernos opuestos ideológicamente y las condena cuando enfrentan a los afines. Esa es la política en un continente donde se lucha a muerte por la supervivencia. De los dos modelos ninguno quiere morir.

El neoliberalismo niega su crisis, pero regresó luego de un dominio casi total de gobiernos populares a recuperar el terreno y no lo ha logrado. El progresismo se aferra a que no es un ciclo, mas los precios de las materias primas, que fue en parte lo que permitió mantener su oleada en el continente, no levantan, y esos países se han endeudado hasta el último centavo que producen.

No es secreto, hay insatisfacción, frustración y enojo contra los gobiernos de ambos lados. El bajo o nulo crecimiento económico y su irregular distribución, la percepción de injusticia social y corrupción, la sensación de vulnerabilidad financiera y la desconfianza en el Gobierno y sus políticos, crean un verdadero caos; sin embargo, las protestas, en protestas quedan.

Los indígenas de Ecuador estuvieron a horas de sacar a Lenín del poder, pero no era su intención, faltó quien condujera a las masas por el cauce de la revolución; Correa en Bélgica; Gabriela y Patiño exiliados en embajadas, y ahí sigue “Gorbachov” Moreno, como le han llamado, haciendo de las suyas.

Algo similar ocurre en Chile. Los manifestantes se conforman con muy poco, no hay un liderazgo revolucionario, y aunque algunos sectores piden una constituyente, no es la generalidad. No se desmontó el pinochetismo; los mismos generales que sostuvieron el régimen, ahora reprimen en las calles de Santiago, y la Constitución del país andino es un pacto con la dictadura. Por mucha candela que prendan, si no radicalizan sus protestas todo es por gusto. Como dato adicional, la Bachelet sigue en mute.

Otra vez los pueblos se creen los cantos de sirenas de quienes hace años demostraron que no son la solución. El desgaste de tanto tiempo y lo que es normal en casi todos esos partidos políticos cuando llegan al poder, el distanciamiento de los sectores populares, los entran al mercado de consumo y demostrado está, cuan-do no les dan más, buscan otras opciones.

No será fácil rehacer la integración de hace unos años, la Celac agoniza, el Mercosur está secuestrado por el neoliberalismo, el ALBA-TCP poco puede ayudar con la crisis de las materias primas, Unasur ni sede tiene, por lo que reconstruir lo logrado costará. Ahora solo queda no repetir los errores del pasado, combatir verdaderamente la inequidad, y llevar a la par la capacidad de adquirir bienes materiales y la de absorber información, esencial para que los pueblos tengan el instrumental ideológico necesario, comprendan el pasado y, con criterios, tomen decisiones en el presente. Mientras eso no pase, América Latina arderá  pero no quemará.