Camagüey.- De acuerdo con los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental está definida como un estado de bienestar en el cual el individuo está consciente de sus capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, trabajar de manera productiva y fructífera y, además, es capaz de hacer una contribución a su comunidad.

O sea, que tal sentencia está en correspondencia con la tesis de salud figurada en la Constitución de la OMS: "La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente radica en la ausencia de afecciones o enfermedades".

Hay quienes piensan que la salud mental solo está vinculada a la ausencia de trastornos mentales. De tal manera que en la actualidad hay quienes recuerdan a Sigmund Freud cuando la calificaba como la capacidad de amar, de trabajar y de jugar, así es como él veía podía
llegarse a ese estado de bienestar.

Consideré estas interrogantes un buen pretexto para acercarme al doctor Carlos Morán Giraldo, especialista en Psiquiatría y director del hospital Psiquiátrico René Vallejo, de la ciudad de Camagüey, quien aparte de coincidir con la definición de la OMS mencionó algunos mitos y realidades acerca del suicidio, acto que califica como: la vida vista desde un ángulo equivocado, y que hoy se ubica dentro de las diez primeras causas de muerte en la provincia.

Tal conducta, denominada como autodestructiva, pues no es una enfermedad, trae consigo una serie de mitos que al desconocerse su modo de interpretación científica puede llevar a criterios erróneos y hasta a fatales consecuencias como la consumación del hecho en sí mismo.

Uno de los mitos más escuchados es: el que se quiere matar no lo dice; sin embargo, tal aseveración es totalmente falsa, porque estudios importantes apuntan que de cada diez personas que se lo hacen, nueve de ellas lo habían anunciado de manera tácita y la otra dejó entrever las intenciones de acabar con su vida. Quiere esto decir que ante tal expresión estamos frente a una alerta a seguir con la consulta con el especialista, ya sea en Psicología, Psiquiatría, según se determine.

Otra manifestación recurrente es: el que lo dice no lo hace. Falso también. Todo el que se quita la vida expresó, ya sea con palabras, gestos o cambios de conductas lo que pasaría después.

No faltan las opiniones relacionadas con que quienes llegan al suicidio son enfermos mentales. Nada más alejado de la realidad, aunque esas personas son más proclives a tan desafortunado acto que la población en general, el Dr. Morán asegura lo contrario. No hay que padecer de un trastorno mental para llevarlo a vías de hecho, sin
desestimar que todo suicida es alguien que sufre.

Es muy popular escuchar que hablar sobre el suicidio con una persona en este riesgo puede incitarle a que lo realice; no obstante, es a la inversa, Está demostrado que conversarlo lejos de incitar, provocar o introducir en su cabeza esa idea, reduce el peligro de cometerlo y puede ser la única posibilidad que ofrezca al sujeto para el análisis de sus propósitos autodestructivos.

Un mito muy común es que todo el que se suicida está deprimido. La realidad es aunque toda persona deprimida tiene posibilidades de realizar un intento de suicidio o un suicidio, no todos los que lo hacen presentan este desajuste. Pueden padecer esquizofrenias, ser alcohólicos o dependientes de otros tipos de drogas, o sencillamente
presentar trastornos de carácter.

A pesar de no ser catalogada esta acción como una enfermedad, sí hay grupos de riesgo como son: los deprimidos, los que lo han intentado alguna vez, aquellos con ideas suicidas o amenazan con suicidarse, los sobrevivientes de intentos anteriores, los sujetos vulnerables en situaciones de crisis, pacientes portadores de algunos trastornos mentales, o con cambios bruscos en sus hábitos, valores y comportamiento general, individuos con conflictos relacionados con el alcoholismo y su repercusión familiar, laboral y social, otros con disfunciones sexuales de curso prolongado, y quienes sufren enfermedades de pronósticos sombríos.

Luego de todo lo anterior cae por su propio peso que lo ideal es la prevención. El suicidio se encuentra con mayor frecuencia en las edades tempranas, los jóvenes se sienten incomprendidos y hasta rechazados, mientras los adultos mayores, sobre todo esos que viven solos no tienen motivaciones para seguir adelante, no ven una luz en
sus vidas y deciden apagar la que tienen a su alcance, todo esto relacionado con los cambios económico-sociales y generacionales asociados al envejecimiento poblacional de estos tiempos en la mayoría de los países y Cuba no es la excepción sino regla. Es por eso que prevenir es vital. Estar al tanto de las manifestaciones de riesgo y actuar en consecuencia y a tiempo es mejor que anotar un número más en las estadísticas de los suicidios que ya es demasiado elevado en el mundo.

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