CAMAGÜEY.- No todas las personas reaccionan de la misma manera. Las hay beligerantes, menos beligerantes y las de peor postura, a quienes solo les importa el beneficio individual —de él o de ella— cuando se trata de servir al público ajeno.

No es un mal generalizado, pero ocurre con cierta frecuencia en unidades de prestación de servicios, tiendas de productos industriales, unidades gastronómicas, farmacias o en taquillas de cualquier establecimiento de atención a la población.

Con la misma tijera no se puede cortar a todo el mundo por igual. Sería un error imperdonable. Observamos empleados que se desviven por atender a los clientes y dar explicaciones hasta el cansancio.

“No importa que no me comprara hoy, pero por el trato afable seguramente volverán otro día”, pensó el empleado.

Los servidores públicos no deben olvidar la utilidad de sus funciones para satisfacer necesidades de la población y no dejarse influir negativamente por los que al oído le dicen bajito: ¡Basta de tantos argumentos, “plánchelo” para que se vaya rápido.

Qué sería de esas personas si al llegar a la escuela donde estudian sus hijos los tratan del mismo modo: indiferente; igual en una consulta médica, disímiles ejemplos pueden traerse. Olvidan que el Socialismo es el único proyecto social capaz de solucionar las inequidades.

¿Qué cuesta tratar bien al prójimo? El fin es borrar la falta de cortesía, el maltrato y evitar el tono desagradable: ¡Vamos, vamos, que a las seis de la tarde cierro!. Sin embargo, faltan treinta minutos para terminar el horario de prestación de servicio e incitan a otra empleada: cierra la puerta, voy a vender hasta este hombre como si los que llegan a la farmacia fueran a un bar o a un centro de recreación a pedir un trago de ron o una cerveza.

Antes de establecerse el Código de Trabajo de la República de Cuba, convertido en la Ley 116 desde el 2014, existían cláusulas que regían el tiempo preventivo para los trabajadores, es decir, quince minutos precedentes a iniciar el proceso productivo o de servicios y el preventivo-conclusivo que rige para finalizar la jornada laboral.

Según explicó Arcadio Cuadrado Abreu, miembro del secretariado provincial de la CTC en Camagüey, en el nuevo documento que rige ambos períodos están dentro de las pausas establecidas para el horario de almuerzo y merienda.

No es ocioso que a la luz de los nuevos tiempos para restituir el orden y la disciplina, el movimiento obrero dedique tiempo en sus organizaciones de base a discutir estos problemas que hacen tanto daño, como los que andan por los barrios vendiendo ilegalmente los cuartos de pollo a 50 pesos y un huevo a 2 pesos con 40 centavos. A este combate también los camagüeyanos están convocados.

En términos prácticos la mesa está puesta para transformar todo lo que frene la economía y la buena atención al pueblo y recordemos lo dicho por el presidente Miguel Díaz-Canel y ratificado en la clausura del Tercer Período Ordinario de Sesiones de la IX Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular el pasado 13 de julio.

“Hay que acabar de aprender que los servidores públicos nos debemos al pueblo y ello entraña una permanente vigilancia y uso de todas las herramientas que nos pueden advertir a tiempo cuándo algo está faltando o fallando.

Es la brújula que debemos seguir: “Quienes están en capacidad de resolver algo, tienen también el deber de no dejarlo a otros. Detrás de cada problema hay un cubano o una cubana que necesita atención: recuperar la sensibilidad y ponerla de moda es palabra de orden.

Es cierto que la vocación de servir no puede ni tiene por qué confundirse con servilismo. Dar un buen servicio desde la amabilidad y la educación hace a los cubanos más profesionales e incorpora al ejercicio laboral una marca de calidad humana.

Al decir de Díaz-Canel es la calidad humana “que hoy necesitan otros y mañana cualquiera de nosotros. Tenemos que ser serios y eficaces en las respuestas, sin perder de vista la necesidad de recuperar los hábitos de cortesía perdidos, desde nuestras relaciones personales en la colectividad…”.