CAMAGÜEY.- Otra vez el bebé malcriado la emprende contra Cuba, en una de sus rabietas. En su empeño por borrar el legado del expresidente Obama, ahora se atrevió a ir en contra de lo que parecían haber comprendido los tanques pensantes de Estados Unidos como una vía para derribar a la Revolución cubana, el contacto pueblo a pueblo o como se dice en su idioma, people to people. Esta vez el papelón lo interpretó el mismísimo secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, banquero, productor de cine y exadministrador de fondos, para él y los suyos “Cuba continúa desempeñando un papel desestabilizador en el Hemisferio Occidental”. ¿No le encuentran algún parecido a cuando una desprestigiada organización nos acusó de exportar revoluciones? Esas coincidencias no son casualidad.

Mnuchin, quien para muchos es un mafioso, no varió el discurso. La justificación de estas nuevas sanciones es luchar  contra los comunistas y los adversarios de Estados Unidos en la región, como Venezuela y Nicaragua. En copy and paste de similares discursos aseguró que “estas acciones ayudarán a mantener los dólares estadounidenses fuera del alcance de los servicios militares, de inteligencia y de seguridad cubanos”. Sin embargo, todo el mundo está consciente de que estas modificaciones impuestas por la Casa Blanca se corresponden con la implementación del memorándum presidencial firmado por Donald Trump el 16 de junio del 2017 en Miami, rodeado de la extrema derecha cubanoamericana de la que el Presidente necesita ahora fondos de cara a su campaña por la reelección. Nada es por gusto en Estados Unidos si de política se habla.

Seguirá siendo Cuba el único país del mundo al que los norteamericanos no pueden viajar libremente, violando incluso su propia constitución que les reconoce ese derecho. Y es que cuando se trata de Cuba, no importa nada más que complacer a esa minoría con poder radicada en el sur de la Florida.

Lo más interesante resulta que la administración no cierra la puerta del todo a que las compañías de cruceros y de aviación puedan seguir operando aquí, ahora con más burocracia y más dificultad. La clave está en que a esa gente poco les importan las rabietas de Trump y Marco Rubio, y como ellos, los grandes millonarios, son los que verdaderamente mueven los hilos en el norteño país, a nadie le conviene llevarles la contraria. Solo hay que ver que con demandas al amparo del Título III de la Helms Burton de por medio, empresas como Carnival no renuncian al destino Cuba y continúan estudiando legalmente como pueden seguir aquí.

No comprendo de que manera el señor Mnuchin dice que pretende ayudar al pueblo cubano cuando le limita una de sus entradas de dinero: las remesas familiares que nada tienen que ver con el Gobierno y mucho menos con las “agencias de inteligencia cubanas”. Sin embargo, el Congreso seguirá aprobando, año tras año, 20 millones que le exprimen a los contribuyentes norteamericanos para el programa de cambio de régimen en nuestro país. Mucho menos entiendo como es posible que utilicen entonces las tan satanizadas tiendas estatales para surtir a los grupos de la contrarrevolución interna, ¿será que está prohibido para algunos y para otros no?

¿A qué le temen Trump, Bolton y Rubio? Los tres saben bien que cada visita, cada intercambio es una prueba de que Cuba y Estados Unidos tienen mucho que ganar del contacto entre sus pueblos y culturas. Prueban, además, la posibilidad de una convivencia civilizada entre ambos países.

Lo demostraron los más de 630 000 norteamericanos que sortearon las dificultades impuestas por la administración republicana en 2018 y, a pesar de las restricciones existentes para los viajes turísticos, aplicaron en alguna de las 12 categorías aprobadas para viajar a la Isla prohibida. Vietnam, Corea del Norte, Iraq, Afganistán son algunos estados involucrados en confrontaciones militares con Estados Unidos y ninguno tiene un veto similar al de Cuba.

Señora rabieta le dio a Rubio y a Trump cuando escucharon las experiencias de estudiantes y profesores de la Blue Ridge Community College que participaron recientemente en el primer viaje de estudios en el extranjero de esta Universidad, el lugar escogido fue Cuba y a estos muchachos solo les bastó una semana aquí visitando La Habana y Viñales para comprender que en Cuba los norteamericanos de buena voluntad no encontrarán otra cosa que amor. A quienes entienden de odio y ensañamiento, los que por ahora controlan el Despacho Oval y a cada rato les da una rabieta de niños malcriados, les pasará por arriba la rueda de la historia. En muy poco tiempo cubanos y norteamericanos demostraron que los tiempos cambiaron y el entendimiento sobre bases de respeto y trato entre iguales sí es posible. Porque aquí entendemos de amor y no de odio.