CAMAGÜEY.- ¿Cómo es posible que la política del presidente Trump contra Cuba sea tan agresiva? Sobre todo si se sabe que el propio magnate, antes de ser candidato a las presidenciales y meterse en ese mundo, estaba explorando negociar con la Mayor de las Antillas y alguna vez soñó con hacer una torre Trump en la mismísima Habana. Además, la isla caribeña nunca fue tema de campaña en las elecciones del 2016 y hubiera sido una barbaridad, con tantos problemas que tiene Estados Unidos en casa.

El entonces candidato solo se limitó a decir que revisaría el acuerdo del 17D. Sin embargo, no solo lo revisó, sino que a seis meses de su llegada al Despacho Oval firmó una orden ejecutiva en la que contenía su nueva política: Reducir drásticamente el flujo de dinero que le llegaba al Gobierno cubano y “presionarlo para que permitiera un mayor desarrollo del sector privado”.

Por ese momento Estados Unidos mantendría las relaciones diplomáticas con Cuba y su embajada en La Habana. Luego inventaron los ataques sónicos para limitar el personal de ambas misiones diplomáticas.

En marzo de este año la escalada aumentó y se amenazó con la activación del afamado Título III de la Ley Helms-Burton, en una clara apuesta por la coacción política. Por último, cuando parecía que todo ya se había visto, en un acto cínico y bajo, esperaron a que la Federación Cubana de Béisbol liberara 34 jóvenes talentosos para negociar con la MLB y cancelaron el acuerdo firmado entre ambas organizaciones no gubernamentales.

Lo de cínico no lo digo yo solamente, así lo declaró la coalición Engage Cuba, compuesta por representantes de ambas bancadas, que lleva un tiempo haciendo lobby en el Congreso norteamericano para eliminar el bloqueo.

Pero, ¿por qué esa agresividad contra Cuba?, si las élites de poder norteamericanas parecían comprender que ese no era el camino correcto para sus propósitos.

Nada en política es por gusto y menos en Estados Unidos; las relaciones con Cuba han quedado secuestradas en el chantaje político, la devolución de favores entre el millonario neoyorquino y el senador republicano de la Florida Marco Rubio y las ideas perversas de un cadáver político, rescatado ahora por la actual administración, como John Bolton, el mismísimo Consejero de Seguridad Nacional que cuando era Subsecretario de Estado, el 6 de mayo del 2002, le narró a la comunidad internacional una película de ficción con matices de terror relacionada con la “fabricación de armas biológicas por parte del régimen comunista de La Habana”.

Pero, ¿qué le debe Trump a Rubio? Allí quizás esté la clave. No es casual que la escalada agresiva haya ido in crescendo, incluyendo la amenaza de aplicar el Título III, todo ha sido directamente proporcional al cerco que se estrecha alrededor del Presidente norteamericano en relación con su elección y la influencia rusa en el resultado, mientras más ahogado se siente, más agresiva se pone la fiera.

Y es que el cubanoamericano es miembro del Comité de Inteligencia del Senado, también conocido por las siglas SSCI (del inglés Senate Select Committee on Intelligence). Este comité es permanente y selecto. Su misión es supervisar la Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos, formada por las agencias y oficinas del Gobierno Federal que proveen información y análisis a los líderes de las ramas ejecutivas y legislativas del Estado. Estamos hablando de la NSA, la CIA y la NGA.

Para que se entienda mejor vayamos a la historia, en la década de 1980, durante el escándalo Irán-Contras, la Casa Blanca fue cuestionada por incumplir con su obligación de haber notificado a la "banda de los 8" así como a los respectivos comités de Inteligencia del Congreso y eso desencadenó en una tremenda crisis política, de allí que sea muy conveniente mantener contentos a sus miembros.

No es casual que el pasado 22 de marzo, tras dos años de trabajo, Mueller, fiscal encargado de Estados Unidos, entregara las conclusiones de la investigación sobre la “trama rusa” al fiscal general de Estados Unidos, William Barr.

Dos días más tarde, Barr envió una carta al Congreso en la que indicaba que "si bien este informe concluye que el Presidente no cometió un delito, tampoco lo exonera". Obvio, en ese contexto a Trump le convenía tener a su mejor aliado en el Comité de Inteligencia contento, de allí que unos días después cancelara el acuerdo que tanta rabia le causó a Marco Rubio.

Así mismo hará si se decide finalmente aplicar el Título III de la Helms Burton, quizá lo esté reservando para cuando la cosa se le complique un poco más. En Estados Unidos es muy común tapar los temas internos con cuestiones de política exterior y a eso juega el magnate que muchos toman por loco, sin embargo, ninguna de esas decisiones “locas” que ha tomado han sido por gusto.

Además, el Presidente sabe de Investigadores estatales en Nueva York y Maryland que tienen actualmente investigaciones relacionadas con él. Y en el Congreso, que es donde se decide todo, la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes y el Senado y otras comisiones están activamente buscando en las finanzas de Trump potenciales lazos con Rusia y otros asuntos.

Desde su investidura como presidente de EE UU, el 20 enero del 2017 hasta la fecha, ha perdido a un 40 % de los altos cargos. Dicen los medios que por contradecirlo, sin embargo, existe un grupo que pensamos que Trump muy inteligentemente ha puesto gente de su entera confianza cerca para estar preparado para lo peor. No creo ya en la posibilidad de un impeachment, los demócratas van a tratar de vencerlo en las urnas, algo que también veo, hoy, muy difícil. Sin embargo, por si se atreven, se está preparando y favor con favor se paga.