“Caballero de la OEA / Qué pasó con la reunión. / Cómo no me voy a reír de la OEA / si es una cosa tan fea / tan fea que causa risa...”. Carlos Puebla

CAMAGÜEY.- Pareciera un chiste si no fuera algo tan serio. Otra vez se armó el circo, la cita fue donde mismo, en la esquina de 17th. Street y Constitution Ave., N. W. en Washington. Al espectáculo asistieron los mismos de siempre, solo que el promotor, tras anunciar su presencia, tuvo un imprevisto y dejó encargado a su asesor Christopher Hernández. A juzgar por las fotos, en aquella sala había cuatro gatos.

La Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA) considera que tiene competencia para convocar una conferencia para examinar la nueva Constitución cubana. Lo justifican invocando la Carta Democrática Interamericana, instrumento jurídico aprobado en el 2001 y que busca fortalecer la “democracia” en el continente. Sin embargo, poco hizo y ha hecho ante las amenazas a la democracia en este lado del mundo durante los últimos años.

Olvidaron los organizadores de ese show que Cuba fue expulsada del mecanismo en 1962 y por tanto no forma parte de lo que Roa muy bien definió como el Ministerio de Colonias Yanquis. Aunque en el 2009, mediante la Resolución 2438, quedó sin efecto la expulsión, la Mayor de las Antillas ha reiterado que al sistema interamericano no regresará jamás. Parece cosa de locos, pero a 58 años del estribillo de Carlos Puebla, la OEA sigue causando risas.

Este martes el mensaje que se leyó en nombre del Secretario General decía que “la reforma constitucional que será votada en plebiscito el próximo 24 de febrero nace lisiada de origen porque no nace del pueblo”. Es lamentable lo desinformado y mal asesorado que está el excanciller uruguayo, de allí sus papelazos. Almagro desconoce lo amplio de una consulta popular en la que participaron más de 8 millones 945 000 cubanos, y se hicieron más de un millón 706 000 intervenciones. Menos podrá conocer que tras este proceso de pueblo, se modificaron 134 artículos de los 224 que tenía el proyecto, solamente 87 artículos no se tocaron.

Comparémoslo con el paradigma de democracia que defiende la OEA, el estadounidense. La Constitución norteamericana es la más antigua de las vigentes, ha sido enmendada 27 veces, son tan enrevesados los mecanismos para modificarla que parece imposible y solo fue firmada por 40 personas, hombres todos.

Contradice la Carta Interamericana quien debe velar por ella, eso no tiene otro nombre que injerencia e intromisión en los asuntos internos de los estados, vetado en las bases sobre las que se sustenta esa organización. Pero nada bueno se puede esperar de quien al parecer le ha declarado la guerra a Nicaragua, Venezuela y Cuba, el nuevo eje del mal, como se nos llama últimamente.

Es la misma OEA que lidera un asedio permanente contra el Gobierno de Venezuela y prefiere apoyar a un autojuramentado presidente que no eligió nadie en lugar del que resultó electo en un proceso altamente observado por organismos internacionales. Cuando su misión es incentivar el diálogo regional, la OEA está enfrascada, junto a la administración Trump y la Usaid, en penetrar por la frontera colombo-venezolana una supuesta “ayuda humanitaria” que el filósofo Noam Chomsky calificó de perfecto Caballo de Troya. Bajo esos mismos términos se ha dado licencia para matar en Iraq, la desmembrada Yugoslavia y posteriormente en Serbia. ¿Por qué los promotores de dicha “ayuda” no han dicho nada, ni dirán, sobre la expropiación del oro venezolano en el banco mundial, con cuyo valor pudiera resolverse buena parte del desabastecimiento y la crisis económica que los sacude? Es como no dejar a una madre alimentar a su hijo para después decirle al niño que su mamá es mala y no se ocupa de él.

Es un guion que ya se conoce, está gastado y poco original; sin embargo, no deja de ser peligroso. El último país devastado por una coalición internacional fue Libia, con decenas de miles de muertos. Pasó de tener los mejores índices de vida del continente a ser un Estado desmembrado e ingobernable, como les conviene a las grandes trasnacionales del petróleo. En Libia se crearon incidentes internos que fracturaron la unidad nacional, inventaron un gobierno paralelo, a Gadafi le quitaron la capacidad de utilizar los recursos financieros en el exterior y luego, tras una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, se autorizó a las fuerzas de la “coalición” a intervenir en el conflicto.

¿No les suena demasiado parecido? Es la misma guerra no convencional, un gobierno autoproclamado, un conflicto interno incentivado por una guerra económica brutal y los fondos internacionales congelados. Coincide casi al 100 % con el libreto antes ensayado. La única diferencia es que un supertanquero petrolero desde el Medio Oriente demora de 30 a 45 días en llegar a las refinerías de Texas, mientras que desde Venezuela tardaría dos o tres días, sin hablar de las grandes reservas de agua y otros minerales con que cuentan. Esa es la geopolítica a la que juegan Almagro, Trump, Rubio y Bolton. Este último, en un acto de tremendo cinismo declaró hace horas que ya tenían vendido el petróleo de Venezuela. Ello, junto a los últimos movimientos de tropas de Estados Unidos, delata que algo se cocina.

Al magnate millonario le falta su guerra, la guerra que le garantice la reelección como ha pasado con los tres últimos presidentes norteamericanos. Venezuela tiene todas las papeletas para ser la de Trump. El Presidente anunció que declararía Emergencia Nacional y ese es el marco legal adecuado para hacer con el ejército lo que entienda. Solo podría cambiar de opinión ante el riesgo de estar muy cerca y saber que hay, según medios internacionales, entre cuatro y cinco millones de venezolanos bien armados y alistados para defenderse de una agresión. Eso lo saben Bolton, Pompeo, los generales de cuatro estrellas del Comando Sur y el jefe del Pentágono. No por gusto el Congreso declaró no estar de acuerdo con una aventura militar en el sureño país.

En Venezuela está en riesgo la segunda independencia de América Latina y la estabilidad de la región. Muy mal ejemplo es, para los pueblos de América, la Revolución Bolivariana. Eso tampoco le ha perdonado la OEA a Cuba, demostrar que puede hacer un proyecto alternativo de país sin su “generosa ayuda”. Los cubanos saldremos a votar por una Constitución moderna y ajustada a las condiciones de la Cuba actual. Los venezolanos no tienen otra opción que seguir resistiendo para no regresar al modelo impuesto por la IV República. Los pueblos de Martí y de Bolívar hemos decidido ponernos en fila para que no pase el gigante de las siete leguas. Y a Almagro y esa cosa tan fea que lidera no les queda más remedio que hacer papelones que dan tristeza y risa a la vez.