LA HABANA.- Tras años de fracasos contra la Revolución Bolivariana en Venezuela, Estados Unidos introdujo variantes en sus planes de agresión al apostar por el reconocimiento del opositor Juan Guaidó como el legítimo presidente interino del país sudamericano.

"Los ciudadanos de Venezuela han sufrido durante demasiado tiempo a manos del ilegítimo régimen de Maduro", escribió Donald Trump en Twitter, lo que analistas entienden como un paso que acerca la agresión militar contra un Gobierno elegido en las urnas.

El mensaje de Trump fue una orden para la comparsa integrada por Canadá, Brasil, Colombia, Chile, Perú, Ecuador, Argentina, Paraguay y Costa Rica, entre otros, que se unieron al desconocimiento del voto de los venezolanos al elegir a Maduro.

Eric Farnsworth, exdiplomático de Estados Unidos y vicepresidente del Consejo de las Américas, opinó que el movimiento de Guaidó y el rápido reconocimiento de Trump, fue "un punto de inflexión claro", lo que para algunos expertos es lo mismo que una luz verde a los aprestos agresivos.

El anuncio del presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro, de romper relaciones diplomáticas con Washington era de esperarse y pone a los venezolanos en pie de guerra para enfrentar a "toda costa" lo que puede venir, según dijo el mandatario.

"Estamos defendiendo el derecho a la existencia misma de nuestra República Bolivariana", subrayó Maduro.

Los aprestos agresivos alcanzan hoy su máxima expresión y en este momento muchos se preguntan si la Casa Blanca tiene opciones mejores que Maduro dentro de una derecha fragmentada, carente de propuestas y de liderazgo creíble.

En este escenario, la Asamblea Nacional en desacato, algo que nunca quisieron arreglar, abrió el camino a un escenario imprevisible y con una lectura manida de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela empujó interpretaciones contrarias a los principios fundamentales de la norma en el caso de Guaidó.

Expertos legales afirman que la Constitución de la República no prevé ningún supuesto de vacío de poder y que en caso de faltas absolutas diseña un esquema en el que colaborando los poderes se da la continuidad de la República.

También que no existe posibilidad del Poder Legislativo de convertirse en el Poder Ejecutivo ni mucho menos en el Poder Judicial y esto no es una cláusula nueva sino el contenido de la doctrina de la separación de los poderes, algo que defienden los venezolanos.

La última ofensiva de Estados Unidos y sus aliados en América Latina presagia lo peor para Venezuela y para la región en su conjunto, según indica la evolución de los acontecimientos.

Lo real es que hay una crisis fabricada en Venezuela, incluso el propio Gobierno constitucional llama al diálogo y a la necesidad de integrar a los sectores de la oposición pero, esa no es la carta que le conviene a la administración de Trump, cuyos miembros apuestan por un gobierno que responda a sus intereses, en especial petroleros.

Las causas de la inestabilidad son múltiples pero se centran en el conflicto entre una oposición que recurrió al golpismo para oponerse a las transformaciones de la revolución bolivariana y se alió a Washington y a la derecha regional.

Este escenario plantea dos salidas a los venezolanos: el diálogo o la intervención armada, vía golpe duro, blando, invasión extranjera o como se le quiera llamar a los planes agresivos.

La oposición alimentada por la Casa Blanca desbarató en 2018 un acuerdo para realizar las elecciones presidenciales del año pasado con la concurrencia de toda la oposición.

República Dominicana fue testigo de ese intento que el dirigente opositor Julio Borges, con probable indicación de la Casa Blanca, tiró por la borda, pues este acuerdo no estaba en el guion del Departamento de Estado norteamericano.

Ahí entró el Grupo de Lima, que junta a los gobiernos derechistas de la región y promueve el desconocimiento del gobierno bolivariano y una solución de fuerza, que excluya al chavismo e instaure un gobierno proyanqui en Venezuela.

Hace varios meses, la visita de Kurt Tidd, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, a Colombia, despertó suspicacias y llevó a algunos a opinar que la orden de atacar a Venezuela ya estaba dada.

El general Tidd llegó a Colombia apenas dos días después de que el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, se reuniera con el entonces presidente Juan Manuel Santos en tierras neogranadinas, para ajustar planes contra las autoridades de Caracas, entre ellos ordenar el fracaso del diálogo que debía concluir con la firma del acuerdo de convivencia pacífica en Santo Domingo.

La mesa contra Venezuela estaba servida y como dijo el académico y analista venezolano Sergio Rodríguez Gelfestein: Si aceptamos la conocida máxima de Von Clausewitz de que "la guerra es la continuación de la política por otros medios", a la que Lenin le agregara "...por medios violentos", tendríamos que afirmar que como se dice en términos militares: "la orden de combate fue dada".