CAMAGÜEY.- El señor Donald Trump, en lugar de ocuparse de los 800 mil empleados públicos que ha dejado sin paga por haber cerrado 25 departamentos de servicios federales, en clara política de chantaje a los demócratas que se niegan a aprobar el financiamiento del muro fronterizo con México, ahora se ocupa de lanzar nuevas amenazas contra Cuba, tendientes a recrudecer el bloqueo que ya dura casi 55 años.

Mientras todas las administraciones estadounidenses anteriores y la suya misma en los dos primeros años de su gobierno, han prorrogado todos los años por seis meses la aplicación del artículo tercero de la extraterritorial Ley Helms-Burton, aprobada en 1996, que contempla la posibilidad de que los nacionales puedan establecer reclamaciones judiciales en cortes estadounidenses a todo extranjero que “trafique” con propiedades norteamericanas que aquí fueron nacionalizadas, en evitación de los problemas que ocasionaría al Estado una avalancha de demandas que lógicamente, sin ningún basamento legal de acuerdo al Derecho Internacional, se produciría contra la Isla caribeña, ha dispuesto ahora que el impasse sea solo de 45 días para realizar “una cuidadosa revisión” de dicho capítulo.

Con clara intención chantajista, que incluye con categoría de “tráfico” también las inversiones y las producciones que de ellas se obtengan, la nueva amenaza se inscribe en la escalada desatada por Trump para revertir los avances logrados en las relaciones entre ambos países y a ello se une la última canallada de Marco Rubio y su compinche Bob Menéndez, ambos senadores del partido Republicano, que pretende resucitar el Programa Parole para los médicos y personal sanitario cubano, que prestan sus servicios en el exterior en cumplimiento de una de las misiones más humanas y enaltecedoras que practica la Cuba revolucionaria.

Dije resucitar, porque dicho programa, engendrado en el 2006 por el entonces presidente norteamericano, George W. Bush, como parte de la política de robo de cerebros que aplica el gobierno de los Estados Unidos, fue cerrado por el presidente Barack Obama en el 2017, ocasión en que también se desactivó la práctica de recibir en territorio estadounidense a los emigrados ilegales de la Isla que llegaran a sus costas, conocida como Pies secos-pies mojados, esto último en cumplimiento de los acuerdos migratorios firmados entre ambas naciones.

El argumento farisaico de ambos senadores para tratar de restablecer dicho programa es que Cuba practica “el tráfico humano” con el personal de la salud que envía por cientos a las naciones necesitadas de atención médica y que alivian el dolor y salvan miles de vidas en esos lugares, por lo cual ofrecen “refugio” a los galenos cubanos que deserten de las misiones en el exterior.

Estas nuevas andanadas contra la Mayor de las Antillas forman parte de la embestida que lidera el asesor de Seguridad Nacional John Bolton, que tiene fijo el colimador de la agresiva política del gobierno de Donald Trump además en Venezuela y Nicaragua, con la denunciada intención de cambiar los legales gobiernos actuales que ejercen el poder en esos países por otros que respondan a sus intereses dominantes y explotadores de sus riqueza.

En la declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, que rechaza y condena esta brutal amenaza a la soberanía y la independencia de nuestro país, se deja categóricamente sentado que el gobierno cubano considerará nula cualquier reclamación que bajo dicho capítulo de la extraterritorial Ley Helms –Burton se establezca contra el uso de las propiedades, que de acuerdo al derecho internacional fueron nacionalizadas aquí y que los Estados Unidos se negó a negociar su indemnización, tal como se hizo con otras naciones afectadas por la expropiación de sus bienes.

Ante empuje de la derecha neoliberal en la región no cabe otra decisión que la de resistir y combatir frente a la implementación de arcaicas doctrinas hegemónicas del Norte “revuelto y brutal que nos desprecia” a decir de Martí, como lo ha hecho Cuba por más de seis décadas, y como lo está haciendo Venezuela y Nicaragua, con la convicción de que la victoria final será nuestra.