CAMAGÜEY.- A través de los siglos, Cuba ha tenido un lugar especial en el imaginario norteamericano. La nación caribeña resultó ser su más deseado proyecto y su laboratorio más cercano para la introducción y desarrollo de los métodos imperialistas de conquista y sumisión.

Desde Estados Unidos nos han “regalado” intervención armada, ocupación militar, la construcción de una “República” y una Constitución con apéndice, imposición de tratados vinculantes, gobiernos lacayos, dominio del capital, bases navales permanentes, asistencia o ahogo económico y diplomático, saturación cultural y favoritismo hacia las clases sociales… todo antes de 1959.

Después, sanciones comerciales, aislamiento político, operaciones encubiertas, acciones terroristas y bloqueo.La historia de que la seguridad nacional, incluso, la supervivencia misma de la Unión dependía de la adquisición (o destrucción, lea según convenga) de Cuba, forma parte de su tendencia mesiánica de salvadores y reconstructores sociales a su imagen y semejanza.

Por eso “gravitamos”, por la “ley natural” de ser una “fruta” y “apéndice natural”, una especie de destino anticipado, de dependencia inexorable. Para John Quincy Adams era “un objeto de trascendental importancia a los intereses políticos y comerciales”, esto implicaba a nuestro país en el futuro de EE.UU. y, al mismo tiempo, los implicaba a ellos en el nuestro, con reivindicaciones en función de sus propios intereses.

El Manifiesto de Ostend, de 1854, aseguraba que no podrían dormir tranquilos hasta que estuviera la Isla “dentro de sus fronteras”.Luego de su intervención “divina” en el conflicto cubano-español, aplicaron la estrategia que durante mucho tiempo habían madurado desde la construcción de imaginarios, por los que debían civilizarnos ante nuestras conductas “infantiles” e “inmaduras”, políticamente hablando.

Proscriptos después de 1959 por el atrevimiento de libertarnos, aplicaron el recrudecimiento de sus políticas volteándonos la espalda, y bloqueando cualquier acercamiento; sin dejar de mirar por encima del hombro la tierra anhelada, en espera de una nueva oportunidad, asumieron los intentos de descréditos del proyecto y los líderes cubanos como una de las vías de asfixia junto a las medidas económicas.

Lo que vendría después lo resumió el entonces director de la CIA, John McCone: “Cuba fue la llave hacia toda la América Latina, si tiene éxito, debemos esperar que la mayor parte de América Latina caerá”.Para la segunda mitad del siglo XX la misión civilizadora de los Estados Unidos era poco creíble al extenderse el proceso descolonizador por África, Asia y el Medio Oriente, por eso asumieron como sus banderas la defensa de lo que es entendido por ellos como democracia, derechos humanos y sociedad civil.

A la sombra de sus intereses hicieron del lobby político una forma de control, dieron apoyo a la creación de la Fundación Cubano Americana, instrumento para un fin común. Incluso después de la reapertura de las embajadas en ambos países luego de 54 años de abierto hostigamiento, Barack Obama llamó en La Habana a olvidar la historia y reconstruir las relaciones desde la visión del pasado futurista de dependencia económica, lo que, irreductiblemente, lleva a una dependencia política.Miguel Díaz-Canel Bermúdez lo resumió en la ONU, su principal arma es el bloqueo “que pretende estrangular la economía cubana, con el propósito de generar penuria y alterar el orden constitucional. (…) el sistema de sanciones económicas más abarcador y prolongado que se haya aplicado jamás contra país alguno. Ha constituido y sigue siendo un obstáculo fundamental al desarrollo del país y a la realización de las aspiraciones de progreso y bienestar de varias generaciones de cubanos (…) el bloqueo daña gravemente también, por su agresiva aplicación extraterritorial, la soberanía y los intereses de todos los países”.

Los países terroristas en el 2016 fue un acto teatral que la administración Trump clarificó con la firma anual que prorroga la aplicación de la Ley de Comercio con el Enemigo de los Estados Unidos, que entró en vigor en 1917, durante la Primera Guerra Mundial y que en la actualidad solo aplican a Cuba.

Otra prueba fue el retroceso en el diálogo bilateral luego del cierre de la embajada en La Habana, y del otorgamiento de visas, en el que usaron el pretexto de los “incidentes sónicos”.Internamente, los esfuerzos después de más de 50 años se concentraron en la creación en probeta de una Cuba post-Castro.

La Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos invirtió millones de dólares en una anticipada transición, subsidió proyectos y fondos. En las Universidades de Miami y Rutgers se prepararon cursos para la asistencia a un gobierno de transición y de la convocatoria de elecciones; la US-Cuba Business Council tomó medidas para la reconstrucción de la economía cubana y la Creighton University Law School estudió la restitución de la propiedad nacionalizada. Planificaron un futuro para Cuba sin la opinión de los cubanos.

La Revolución es una ofensa para los americanos. La decisión, hace 150 años, de determinar nuestro futuro no fue muy aceptada por los falsos Mesías. Fidel, su obra y su ejemplo, resultó el puntillazo que deconstruyó un imaginario asentado por los siglos en los grupos de poder de esa nación; 1959 nos puso en el paralelo en el que dejamos, casi por obligación, de ser “ingobernables” a sus ojos.

Mientras ellos reformulan sus estrategias de bloqueo y ansias de dominación nuestra soberanía ha pagado el alto precio de pérdidas económicas por más de 933 mil millones de dólares, y con ello de desarrollo social en aspectos de influencia nacional e individual.

Lapidariamente el Presidente cubano, ante su persistente objetivo, señaló en el corazón del monstruo: “A pesar del bloqueo, la hostilidad y las acciones que ejecuta Estados Unidos para imponer un cambio de régimen en Cuba, ¡aquí está la Revolución Cubana, viva y pujante, fiel a sus principios!”.