CAMAGÜEY.- A solo unos días de las elecciones presidenciales en Brasil, el próximo 7 de octubre, la idea de que la decisión del nuevo mandatario llegará en una segunda vuelta que está señalada para el 28 de ese propio mes, se afianza cada vez más.

La llegada al ruedo de los aspirantes de Fernando Haddas en sustitución de Luiz Inacio Lula da Silva, quien guarda injusta prisión en una cárcel de la ciudad de Curitiba desde hace más de cuatro meses, torna en incertidumbre lo que siempre pareció una victoria segura del candidato del Partido de los Trabajadores.

Es evidente que los porcentajes de intención de votos de los que disfrutaba Lula, entre un 30 y un 40% no pasarán automáticamente hacia Haddas y, además de ello, este contará con muy poco tiempo para el desarrollo de su campaña electoral que, sobre todo en el medio televisivo, se ha demostrado que puede mover el estado de opinión de la población de un día para otro.

Por otro lado, ninguno de los restantes aspirantes a la presidencia del gigante sudamericano ha dado muestras de la suficiente aceptación de los electores como para recibir más del 50% de los sufragios en la primera vuelta, todos muy alejados de esa necesaria cifra para resultar electo como presidente.

De los 13 candidatos registrados solo a cinco se les adjudican, de acuerdo a los resultados de los sondeos de las agencias especializadas, posibilidades de ser los más votados, encabezados por Haddas y Jair Bolsonaro, una veces arriba uno y a continuación el otro, pero rondando solo entre el 20 y el 24%, mientras los demás, como Ciro Gómez, del Partido Laborista Democrático, con diez, Marina Silva, de la Red Sustentabilidad, con cinco y Geraldo Alckmin, del Partido Social Demócrata Brasileño, con cuatro, son los que le siguen.

De acuerdo a dichos sondeos, que no siempre tienen la verdad, en la primera vuelta los más votados serán Haddas y Bolsonaro y por lo tanto serán los que irán al balotaje, mientras el resto de la historia dependerá de las alianzas partidistas y de movimientos sociales que, seguramente, se establecerán y que desde ahora es difícil pronosticar, y también hacia donde se dirigirá el 21 % de los electores que en las encuestas han depositado el voto en blanco o han sido nulos.

Por lo pronto, el PT bajo la alianza “El pueblo feliz”, cuenta con el apoyo del Partido Comunista Brasileño al cual pertenece la candidata a la presidencia Manuela D’Avila e, incluye, además, al Partido Republicano de la Orden Social y al de Causa Obrera, aunque no ha logrado consolidar un frente amplio con otras agrupaciones que podrían integrarlo.

Bolsonaro, exmilitar de mano dura, es el candidato de la derecha neoliberal que estima que solo este sistema podría dar continuidad al proceso de privatización enriquecedor de las élites políticas y oligarcas, y la desaparición de los últimos vestigios de democracia en el país, por lo que tiene la repulsa de amplias capas de la sociedad, sobre todo, de las mujeres a las que vilipendia y ofende.

Así las cosas en el actual panorama electoral brasileño, la orientación del voto popular tendrá que centrarse en la posibilidad que le puede brindar el triunfo del Partido de los Trabajadores, que nunca le ha fallado, de cambiar la situación actual del país, con millones de trabajadores sin trabajo, con sus conquistas sociales borradas y con las perspectivas de continuar entregando las riquezas de la nación a la transnacionales extranjeras y, con ello, la soberanía y la independencia que tan vital resulta para estos tiempos en la región latinoamericana y caribeña ante la ofensiva neoliberal de la derecha nacional y el imperialismo norteamericano.