CAMAGÜEY.- Doscientos veinticuatro artículos tiene el Proyecto de Constitución que discutimos en los barrios y colectivos laborales y estudiantiles desde el 13 de agosto. Mas, desde que era apenas un anteproyecto, el 68 parece la “parada” obligatoria en los debates.

De las 2 374 reuniones celebradas en esta provincia hasta este jueves, solo en Resultados de encuesta en escambray.cu, todavía abierta a votos.Resultados de encuesta en escambray.cu, todavía abierta a votos.32 ninguna intervención se refería al párrafo 192, en el cual se define matrimonio como la unión entre dos personas. Y no es una realidad exclusiva de Camagüey.

Temas de interés político o económico, neurálgicos para todos los cubanos, se obvian en los espacios de discusión o quedan disminuidos.

El fenómeno ha provocado que el 68 sea calificado —por partidarios o no de nuestro sistema— como una cortina de humo que aspira a un rotundo voto en contra de la Carta Magna en el referendo u oculta esos otros asuntos que debían tenernos también pensando y proponiendo.

Sin embargo, resulta ineludible reflexionar en torno a ese acápite, sobre todo porque ha sido evidente que nuestro pueblo todavía padece de falta de información que sustenta posturas discriminatorias.

Innova en materia jurídica porque, de aprobarse, el Código de Familia podría abrir las puertas al matrimonio homosexual, en cambio el artículo en cuestión no trae, en el sentido práctico, ninguna novedad. En Cuba existen parejas del mismo sexo que conviven con sus parientes, comparten economía, sueños y son reconocidas como tales. Pero no están amparadas legalmente. Ellos, a diferencia de los miles de heterosexuales del Archipiélago que eligen relaciones no formalizadas están, hasta ahora, privados de esa decisión.

Hoy, además, hay padres y madres gays y lesbianas encargados de la educación de sus hijos. Uno de los temores con más eco ignora esa realidad. Con la meta de procrear, no pocos homosexuales aquí han tenido relaciones heteros o acordadas, o sencillamente, resultaron progenitores en la etapa en que desconocían o evadían su orientación sexual.

Con frecuencia se plantea el temor de que, con el matrimonio, les llegue el derecho a la adopción. Quizás se desconoce que ese proceso ocurre escasas veces en nuestro país y comúnmente entre los que se formalizan como tutores y tutorados existe previamente un vínculo afectivo por parentezco o vecindad. Además, amparados en la ley actual, los homosexuales tienen derecho a adoptar no como una pareja, pero sí como personas solteras.

De cualquier manera, en el “oficio” de madres o padres no puntúa la orientación sexual. Al menos 13 estudios científicos que compila el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) demuestran que entre los infantes criados por parejas homosexuales y heteros no hay diferencias significativas en la identidad sexual y de género, ni en su elección de parejas, ni en las relaciones sociales, ni en su autoestima.

Para “aterrizar” la evidencia científica pensemos en los gays o lesbianas que conocemos: se criaron en un mundo de mayoría heterosexual, donde se condena lo “raro”; donde la biología, la religión y la ley norman que la pareja es entre hombre y mujer… y rompieron todos esos esquemas en bien de su felicidad, de su realización personal. Nadie les enseñó lo que son porque la orientación sexual y la identidad de género no se contagian ni se imponen.

 A quién llamar papá y a quién mamá no es una preocupación de tiempos en que las familias ya han roto el esquema más tradicional por la emancipación de la mujer, el divorcio, las segundas y terceras nupcias, la emigración…

 Si en casa puede haber un solo adulto, por qué no dos que distribuyan los roles por preferencias o convenios y no por “correspondencia” con su sexo.

  En una nación laica, donde las voces eclesiásticas se respetan pero no definen políticas, una campaña que se opone a ese derecho dice estar salvando con su reclamo a la familia, mas en esa defensa del “diseño original” veda a muchas su derecho a ser. En un país donde el envejecimiento poblacional es tema frecuente, no falta quien apunta como causa la homosexualidad, y ahora, los futuros matrimonios igualitarios, ¡como si hubiera modo o intención de obligar a cada quien a “aportar” hijos!

Miradas más extremistas consideran que con la nueva concepción del matrimonio estaríamos legitimando las indisciplinas sociales que protagonizan individuos homosexuales. De ningún modo es el espíritu de la Constitución que, tanto para derechos como para deberes, entiende a todas las personas iguales ante la ley.

Dar oportunidades a unos no quita a los otros las suyas, mucho menos si hablamos del derecho de amar, que debiera ser deber en un planeta plagado de beligerancia y contradicciones. Hasta hoy, nadie ha conseguido imponer el amor, porque no hay diseño al que responda su sinfín de maneras y de historias.

Que la Carta Magna cubana entienda el matrimonio como la unión entre dos personas —y no ya entre un hombre y una mujer— resulta expresión de la equidad social, de la igualdad de derechos que otros artículos promulgan y que un sistema socialista les debe a los suyos. Nada puede pesar más que esa aspiración de dignidad humana, ley primera nuestra.

 

Máster en Sexualidad Yasmany Díaz Figueroa: “A veces no vemos a los niños como portadores de saberes, sin embargo, desde su inocencia, son capaces de entender, recepcionan naturalmente los conocimientos. Nos enredamos en las definiciones y en lo más sencillo reside la mejor respuesta para ellos, que no están prejuiciados como nosotros. Asumen más fácil que los adultos lo aburrido, lo triste de un mundo ‘de un solo color’ y no tenemos que explicarles desde chiquiticos qué es un gay o una lesbiana, sino que vivimos en una sociedad diversa donde todos merecemos respeto. Las muestras de amor ellos siempre las entienden, y si indagan en por qué dos personas se toman de la mano o se besan, la contestación indicada siempre es que se quieren, no importa de qué sexo sean”.


Dania Pérez Neira, jefa del departamento de Protección a la Familia y Asuntos Jurisdiccionales en la Fiscalía Provincial de Camagüey: “Para que un niño, niña o adolescente no esté sujeto a la patria potestad, debe ser huérfano o no tener padre o madre reconocidos, que a ellos se les prive de su potestad sobre el menor a través de una jurisdicción penal o civil o renuncien a ella. Cuando una persona o una pareja llega a una casa de niños sin amparo familiar, no es común que encuentren muchos pequeños con posibilidades de ser adoptados. A veces pasan cinco años y no radicamos adopciones. Y cuando sí se hace, la Fiscalía vela por el interés del menor, investigando a esa familia. Aunque cambiara el concepto de familia en la nueva Constitución y con ello se ajustara el Código de Familia, siempre será misión nuestra que ningún adoptado llegue a una casa donde no le estén garantizados la educación y el cariño que merece”.


Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba: “… el país evoluciona; nosotros no estamos en una burbuja de cristal y, además, vamos viviendo realidades. La propia voluntad emancipadora de la Revolución también abre perspectivas de pensamiento. Hay una vocación humanista en el sentido de la actuación de la Revolución y, por lo tanto, te diría que en estos años que hemos vivido ha habido una revolución tremenda en el pensamiento, se han roto muchos tabúes que antes eran cosas muy establecidas (…) Yo al final defiendo que no haya ningún tipo de discriminación, y ese es uno de los tipos de discriminación que a veces han estado, no establecidos por leyes ni mucho menos, pero han estado en la conducta de nuestra sociedad, aunque se ha avanzado mucho en estos tiempos (…) Pero te digo que la última palabra la va a dar el debate popular y la sabiduría con que nuestro pueblo construya el consenso adecuado sobre ese aspecto”.