CAMAGÜEY.- La vigencia del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, está en toda la obra biológica que soñó el apóstol José Martí y que él enriqueció, construyó, a lo largo y ancho del verde caimán antillano.

Hace 16 años en la conferencia de Naciones Unidas en Río de Janeiro, Brasil, Fidel alertó del riesgo de la especie humana que podría “desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida”, y advirtió: “Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta... No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre...”.

Y cuando la voz del estadista insular denunciaba la desigualdad de los pueblos, mucho había hecho Cuba bajo su larga visión por recuperar sus ecosistemas naturales devastados por la furia de los fenómenos climáticos y las trasnacionales extranjeras que prácticamente dejaron sin verdor ni ríos de “plata” la imagen que deslumbró al almirante Cristobal Colón, cuando escribió a los Reyes de España que esta era la tierra más lindas que ojos humanos habían visto.

El Proyecto de Constitución a debate popular en su Artículo 16, párrafo 72, refrenda la esencia del pensamiento fidelista en el reconocimiento de “responsabilidades comunes, pero diferenciadas; el establecimiento de un orden económico internacional más justo y equitativo y la erradicación de los patrones irracionales de producción y consumo”.

Cuba no solo advierte y denuncia desde mucho antes, también hace y cumple con ejemplar reconocimiento internacional la primera etapa de la Tarea Vida, programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En esta fase inicial recupera los estragos materiales de la población y ecológicos que ocasionó el huracán Irma por casi toda la región costera del norte de la Isla.

En Camagüey, el Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y los organismos y entidades involucradas, apoyan el vertimiento de arena, monitoreos del ecosistema, la siembra o restauración de alrededor de 22 mil hectáreas de bosques de mangle, y diversos trabajos de recuperación, protección de la bahía de Nuevitas y otras radas playeras para evitar el desagüe de desechos industriales, contaminaciones de comunidades cercanas y el rescate de peces, moluscos, aves migratorias y otras especies que vuelven paulatinamente a su hábitat natural tras la reforestación costera marina.

La liberación de las dunas ocupadas por inmuebles y otras instalaciones en áreas de bañistas, la construcción de poblados en lugares seguros para los damnificados de las fajas costeras azotadas o penetradas por el mar, son realidades camagüeyanas, cubanas, que preservan, en primer lugar, la vida humana de los peligros del agresivo cambio climático, y no pocos de esos lugares reverdecen, reviven hoy sus reservas originales, libre de la invasión y destrucción del propio hombre que ahora las protege porque ha ganado conciencia ante la voluntad sistemática del estado cubano.